Que nuestra región es una tierra de humedales puede resultar paradójico si analizamos el significado etimológico de la palabra Mancha, tierra seca, según algunos autores.
Los humedales son zonas en las que el agua, ese bien tan escaso en Castilla-La Mancha, es el principal factor que controla el medio y la vida. Forman parte de nuestra riqueza natural y cultural y, en los últimos tiempos, han pasado de ser considerados como lugares insalubres y fuente de problemas y enfermedades que debían ser desecados, a lugares que deben conservarse y protegerse por gran diversidad biológica que poseen y las importantes funciones que cumplen.
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En la actualidad, nuestros humedales están atravesando una situación difícil, en líneas generales, tras un prolongado período de sequía que puede suponer una pérdida de diversidad importante, tanto en flora como en fauna. No por ello es una situación irreversible, pues a pesar de su fragilidad por las alteraciones en los ciclos de encharcamiento y sequía, es un fenómeno natural que se regenera año tras año.
De hecho esta es, posiblemente, la imagen más típica de nuestros humedales. Los inviernos presentan una cristalina lámina de agua que desaparece en el estío, desdibujándose en el paisaje manchego.
Conscientes de la necesidad de protegerlos, se ha puesto sobre la mesa de las instituciones destacados objetivos medioambientales en importantes proyectos como el Plan Especial del Alto Guadiana que deben ser abordados como la gran esperanza de futuro para nuestros humedales, para conseguir la gradual recuperación de los acuíferos.
Además desde que se aprobó el Plan de Conservación de los Humedales, el Gobierno de Castilla-La Mancha trabaja para que en todos los planes, proyectos y programas que se elaboran en torno a estos espacios se garantice su conservación, evitando actuaciones que puedan provocar alteraciones.
De forma complementaria a este tipo de actuaciones, seguimos declarando nuestras zonas húmedas como espacios protegidos. En el último año han sido siete nuevas reservas naturales, las lagunas Grande y Chica, de la Sal, Tírez, de los Ojos de Villaverde, de El Longar, Altillo Grande y Altillo Chico, la de la Albardiosa y el Saladar de Cordobilla, que vienen a integrar un larga lista de 51 lagunas y aguazales con diversas denominaciones, desde Microrreservas a Parques Nacionales; los más emblemáticos Las Tablas de Daimiel y Lagunas de Ruidera. Otros tres grandes parques contienen humedales en su interior, Cabañeros, Alto Tajo y el futuro Serranía de Cuenca, 12 refugios de fauna y 14 zonas de caza controlada.
Además siete de nuestros humedales están declarados de Importancia Internacional por la Convención Ramsar y 67 forman parte de la Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda declarada por la UNESCO.
Reitero, una larga lista que nos habla de los altos valores ecológicos que por su flora, la vegetación asociada y algunas especies de fauna muy específicas y propias de ellos, hace necesaria su protección.
Sabemos que el futuro de los humedales es complicado, con la incertidumbre que pueda depararles el efecto del “cambio climático” con períodos más frecuentes y prolongados de sequía. Sin embargo, seguimos padeciendo la hipoteca del trasvase Tajo-Segura, cediendo un agua que nos es necesaria para conservar nuestro patrimonio, asegurar nuestro desarrollo y el progreso de la sociedad castellano-manchega.
Por eso, hoy 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, debe servir para reivindicar, para no olvidar que el agua es un bien escaso, fuente de vida y riqueza y que necesita redoblar el esfuerzo común de toda la sociedad regional.
