17 de octubre, Jornada Internacional para la Erradicación de la Pobreza

Fernando Lamata (consejero de Salud y Bienestar social).- Erradicar la miseria extrema y lograr que las naciones y las personas más pobres del mundo tengan la oportunidad de gozar de un desarrollo sostenido que asegure su bienestar, debe ser el objetivo de todos aquellos que vivimos en los países desarrollados.

Para lograr esta meta es imprescindible la implicación de los gobiernos y la colaboración de los ciudadanos, y por ello los movimientos de lucha contra la pobreza que pretenden crear una concienciación entre la población, son instrumentos necesarios para garantizar que, cada vez más, se inviertan mayores esfuerzos en erradicar la situación de miseria extrema que afecta una cuarta parte de la población mundial.

{mosgoogle}Aunque las cifras no dejan de ser sobrecogedoras, lo cierto es que animan a confiar en el futuro. Así, en las conclusiones del informe en el que se detallan los esfuerzos para cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se indica que el porcentaje de población mundial que vive con menos de 1,25 dólares al día se ha reducido del 41,7% que había en 1990 al 25,7% en 2005, pasando de 1.800 millones de personas a 1.400 millones.

Así mismo, el nivel de escolarización en educación primaria es del 90% en todo el mundo, menos en Africa subsahariana y el oeste de Asia. También, 2006 fue el primer año en que la mortalidad infantil bajó de los 10 millones de niños. Unas cifras que, aunque invitan a la esperanza, siguen siendo un aldabonazo para las conciencias de todos aquellos a quienes el sufrimiento ajeno no les es indiferente.

La implicación de los Gobiernos de los países más ricos, las principales empresas multinacionales y los ciudadanos de los países desarrollados son clave para conseguir que los Objetivos del Milenio (erradicación de la pobreza extrema y el hambre, consecución de la enseñanza primaria universal, igualdad del hombre y la mujer, mejora de la salud materna, reducción de la mortalidad infantil y de enfermedades como el sida y el paludismo) dejen de ser una utopía y puedan convertirse en una realidad objetiva.

Todo esto está al alcance de nuestras manos, también en Castilla-La Mancha, una región que destina todos los años por ley el 0,7% de su presupuesto a proyectos de Cooperación al Desarrollo, dando así respuesta al espíritu solidario de nuestros ciudadanos, que se sienten cercanos al padecimiento que sufren millones de personas.

Pero, como he indicado, el esfuerzo en la erradicación de la pobreza no es una tarea exclusiva de los gobiernos, sino que la sociedad civil debe implicarse abiertamente a través del resto de sus instituciones, empresas y entidades privadas. Para ello, el Fondo Castellano-Manchego de Cooperación es un excelente instrumento para lograr que nuestra aportación se sume al cumplimiento de estos Objetivos del Milenio.

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