Yo acuso

conlosojosbienabiertosHablo en primera persona porque ante todo quiero evidenciar y manifestar que no hablo en nombre de nadie que no sea yo mismo. Que hablo en mi nombre, no por boca de nadie, y que sólo me represento a mí mismo. Así pues comenzaré declarando que no soy afiliado ni mantengo relación alguna con ningún partido político u organización partidista.
Este argumento que parecería innecesario en sociedades democráticamente maduras, resulta necesario en sociedades democráticamente precarias como la nuestra. Hablo en primera persona porque quiero opinar, reflexionar, criticar, acertar o equivocarme a título individual; porque quiero reivindicar ese espacio que las sociedades modernas restringen cada vez con más intensidad: el espacio cívico.La polémica inicial suscitada por la Ordenanza de Movilidad ha devenido en las últimas semanas en una mera anécdota ante la cuestión de fondo que la ha generado y degenerado, convirtiéndola en un subproducto, en el residuo de una controversia que finalmente fagocitarán los dos partidos políticos principales, para convertirla en motivo de sus más tristes y casposos reproches. Frente a esa contienda estéril se encuentra un espacio virgen de incalculable poder: la ciudadanía.Frente al espacio físico al que esta Ordenanza hace referencia, yo reivindico un espacio más importante, uno que es necesario para conseguir la condición de ciudadano de la que aún estamos tan lejos. Reivindico el Espacio Ciudadano como ámbito inmaterial en el que el ejercicio de los derechos constitucionales sea garantizado de forma efectiva. Mientras no sea así, la cuestión de fondo se mantendrá en el tiempo, y emergerá de vez en vez adornada con diferentes y superficiales vestimentas. Necesitamos una Ordenanza de Movilidad Ciudadana que garantice el pleno ejercicio de nuestros derechos ciudadanos, sin limitación alguna; que habilite una ciudad con individuos que sean amables por educación, por cultura y por condición ciudadana plena. Las ciudades no pueden ser amables nunca, porque la amabilidad es una condición exclusivamente humana. Para que esta ciudad sea amable, como objeto gramatical, sus ciudadanos deben enamorarse de ella y amarla. Son precisamente estos conceptos los que se explotan en campañas publicitarias completamente absurdas e inútiles: “Ciudad Real te enamora” / “Ciudad Realmente amable”. Los ciudadanos no pueden enamorarse ni amar una ciudad en la que son extranjeros, porque se les niega el derecho a construirla y a crearla. La municipalidad inventa y perpetúa un concepto de ciudad, (aquél que garantiza su permanencia en el poder), del que debemos enamorarnos y al que debemos amar. Nuestra amable ciudad es el vergonzoso campo de batalla de las luchas intestinas de los dos partidos que campan en la región. Luchas por acción o por omisión, por reproches o por silencios mutuos, cuyo objetivo último no es la madurez democrática o política, sino la perpetuación de su especie política. Los ciudadanos asisten a la contienda con indiferencia y asqueo, por una lucha de la que se saben víctimas perpetuas. Sin embargo, no por mucho adornar la ciudad ésta será más amable para sus ciudadanos. Cuando éstos consigan ejercer con plenitud su ciudadanía empezarán a amarla naturalmente, y será entonces cuando deseen adornarla, preservarla y respetarla. Hasta entonces los habitantes-no-ciudadanos de Ciudad Real se limitarán a ser indiferentes a su ciudad. Asumirán de la misma manera que un vándalo rompa un mueble urbano como que una Administración permita el derribo de un inmueble histórico.

Por todo lo expuesto:

Yo acuso al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real de aprovechar la pasividad ciudadana para ofrecer una información completamente tergiversada y parcial de la realidad cívica de nuestra ciudad, así como de no desarrollar políticas de fortalecimiento ciudadano y de transparencia informativa.

Yo acuso al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real de fomentar un estado de absoluta opacidad informativa, como así lo demuestra el Índice de Transparencia de los Ayuntamientos españoles realizado por TI-España, en el que se evidencia el empeoramiento de la situación de nuestra ciudad en los dos últimos años. Si nos molestan los obstáculos que impiden nuestra movilidad física en la calle, mayor preocupación deberían suscitarnos los obstáculos cotidianos de acceso a una información que debería contribuir a nuestra madurez cívica. La precariedad de nuestra ciudad en una magnitud tan relevante para evaluar su salud democrática no ha generado, ni mucho menos, un debate semejante al de la actual Ordenanza de Movilidad. Quizás porque los no-ciudadanos están más preocupados por sus contingencias callejeras que por sus necesidades democráticas.

Yo acuso, al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real por convertir esa desinformación permanente en un medio para transmitir una realidad distorsionada. Para ello se ha dotado de un poderoso aparato de propaganda que trata de forma permanente de transmitir una imagen de la ciudad que es irreal. Los medios de comunicación público, Quijote TV y Radio, están al servicio de un partido político, no de la ciudadanía en su conjunto. La primera misión de un medio de comunicación público es informar a sus ciudadanos de todo aquello que sea imprescindible para mejorar y madurar su condición cívica.

Yo acuso al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real de neutralizar y destruir cualquier crítica contraria a la suya propia bajo el argumento de que ésta es opuesta al concepto de ciudad que todos queremos: “una ciudad amable”, según el eslogan municipal. Es de sentido común que todo el mundo desea una ciudad amable, ¿quién puede oponerse a ello? La aberración es intentar imponer ese concepto mediante ordenanzas, cuando es el Equipo de Gobierno quien a través de sus políticas clientelistas y parciales, genera y perpetúa situaciones de desencuentro ciudadano que en nada ayudan a crear un proyecto de ciudad realmente participativo, solidario, cooperativo, en el que tenga cabida efectiva cualquier ciudadano, y que atienda de forma efectiva a su diversidad y heterogeneidad. Una ciudad de todos y para todos, diseñada por todos.

Yo acuso al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real de vender una imagen participativa y dialogante que es falsa. Este Ayuntamiento no tiene la menor idea de lo que significa participar o dialogar. Participar no es recibir en audiencias a los ciudadanos y escuchar graciosamente sus ideas, críticas o propuestas, para después vender una imagen mediática de unión que no responde a la realidad. Dialogar no es oír a todos y hablar con todos a sabiendas de que no hay intención de acercar posturas o de aceptar y asumir otras ideas. Dialogar es compartir ideas y convenir propuestas de manera respetuosa y racional. Participar es decidir en común, utilizando de forma permanente el diálogo y considerando de forma respetuosa el valor de las ideas contrarias, llegando a consensos en beneficio del interés general. Los ciudadanos han elegido a este, o a cualquier otro, Equipo de Gobierno para que desarrolle sus políticas a través de una participación permanente con la ciudadanía. El poder cedido por los ciudadanos a los gobiernos es el que los ciudadanos tienen legítimo derecho a exigir en el transcurso de la vida política de una comunidad. Los ciudadanos no donan ni regalan nada a sus políticos, los hacen transitoriamente depositarios de una capacidad que deben compartir de manera recíproca y permanente.

Yo acuso al Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Ciudad Real de destruir los intentos de construcción de la sociedad civil de Ciudad Real, insinuando que todo movimiento ciudadano es necesariamente una estrategia de otros partidos políticos. Sin embargo, tal afirmación no sólo es falsa sino que es esgrimida de forma estratégica para que el resto de ciudadanos vean con recelo esas iniciativas críticas que surgen de forma aislada. Con ello pone en duda y niega la capacidad ciudadana para desarrollar acciones espontáneas u organizadas, pero libres de vínculos partidistas, y anula la capacidad de los ciudadanos para generar crítica, disensión, oposición y manifestación contraria a la oficial, en el supuesto de que siempre lo hará con intención ofensiva y al servicio de otros ideales partidistas no confesados abiertamente. Esta convicción evidencia aún más la pobre y lamentable concepción que se tiene de la ciudadanía.

Yo acuso al resto de partidos políticos de no generar una reflexión permanente sobre los temas de interés general, y de no fomentar con más asiduidad la crítica y la denuncia de todos aquellos aspectos que contravengan el interés general de la ciudad. Unos partidos que parecen más interesados por sus calculadas estrategias políticas que por el bien común; unos partidos cuyas apariciones mediáticas parecen cronométricamente ajustadas a las polémicas sociales de cada momento.

Yo acuso a los medios de comunicación de no proporcionar una información objetiva, veraz e independiente de los grupos de interés que los sustentan, fomentando de esta manera el despiste, la distracción y la desinformación ciudadana, así como el sesgo y la parcialidad informativa.

Yo acuso al tejido asociativo de la ciudad de estar demasiado entretenido en la consecución de sus fines corporativos y excesivamente alejado de los problemas generales de la ciudad. El asociacionismo debería ser un primer espacio para la construcción cívica en el que corregir los errores de nuestra clase política, y en el que desarrollar iniciativas cooperativas de apoyo mutuo en beneficio de nuestra ciudad, y no sólo a favor de sus asociados. El asociacionismo, espacio en el que la realidad atrofiada de nuestra ciudad debería empezar a cambiar, se convierte en múltiples ocasiones en un lugar para el desencuentro, la desconfianza y la insolidaridad.

Yo acuso a la ciudadanía en general por su continuo estado de apatía y e indiferencia hacia los asuntos públicos; por su deserción de una responsabilidad que si no es asumida por ella será utilizada con fines menos legítimos pero más interesados por quienes tienen los medios para hacerlo.

Yo me acuso a mí mismo de hacer tantas acusaciones. Sin embargo, tengo firme propósito de enmienda, por lo que garantizo mi corrección inmediata y mi inminente puesta en marcha para conseguir, en la medida de mis limitadas y contingentes fuerzas individuales, cambiar algo de esta realidad ominosa. Declaro que en este propósito no me considero utópico, pero sí idealista, porque esa necesidad de profunda regeneración pública, representa mi ideal. Ciudad justa para llegar a ser una ciudad amable. Con ello disculpo a quienes me acusen de idealista. Todos somos idealistas porque todos vivimos conforme a ciertos ideales, la diferencia es que algunos sólo viven para cumplir los ideales que otros se han inventado.

La política y los políticos son necesarios, lo que está de más es una política y unos políticos indignos capaces de desprestigiar esta noble responsabilidad pública. Cuando manifestamos con sinceridad que no nos gusta la política o lo político deberíamos empezar a preocuparnos y a mirar hacia aquéllos que la han puesto en tal estado de descrédito, pues son ellos quienes más interés tienen en un desprestigio que les permite actuar a sus anchas gracias a una permisiva y peligrosa indiferencia ciudadana que nadie trata de corregir. Por esta razón, de nada nos sirven espacios urbanos ordenados, amables, floreados, y asépticos si son transitados por individuos desposeídos de su condición ciudadana, es decir, despolitizados. Exijamos primero la plenitud de nuestros derechos ciudadanos; ejerzámoslos activamente después. Evitemos la imposición de tácitas y no escritas ordenanzas de inmovilidad ciudadana; y debatamos después cómo queremos conducirnos por el espacio público de nuestra ciudad. Quizás en algún artículo de una futura Ordenanza nos obliguemos con gusto a llevar jazmines en el pelo y rosas en la cara.

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