El dormilón

Lo que soñamos cuando dormimos hay quien afirma que no significa nada y hay quien cree que abre la mente para que todas nuestras esperanzas, ambiciones, miedos y deseos se nos acerquen.
     En la antigüedad se consideraba que los sueños eran la mejor forma de vaticinar el futuro. Un ejemplo muy célebre es el del Faraón del Nilo. Aquel gobernante, profundamente preocupado por el futuro de su pueblo, soñaba cómo siete vacas flacas se comían, sin engordar, a siete vacas gordas. El mismo sueño se le repetía una y otra vez y, como ni sus adivinos ni sus agoreros más reputados sabían interpretarlo, se despertaba sobresaltado.

     Había un hebreo llamado José, que estando en prisión con el panadero y el copero del faraón les había interpretado sus sueños. El primero soñó que llevaba en la cabeza una cesta con tres panes que los pájaros picoteaban. El segundo soñó que de una vid habían salido tres ramas, en ellas flores y luego racimos que él mismo exprimió en la copa del faraón.

     Al panadero le dijo que los tres panes representaban tres días y que, cuando pasaran, el faraón mandaría ahorcarlo y que dejaría colgado su cadáver para que lo devoraran las aves. Al copero le dijo que las tres vides también representaban tres días y que, cuando pasaran, pondría la copa en manos del faraón.

     Las dos predicciones se cumplieron, el panadero fue ahorcado y el copero volvió a su cargo y, viendo al faraón apesadumbrado, le habló de José.

     El faraón hizo llamar a José y éste le dijo que las vacas gordas significaban años de abundancia y las flacas de escasez. Que debería ser precavido y recoger los excesos de los años de abundancia y hacer aprovisionamientos para los años de escasez. El faraón le hizo caso y almacenó tanto trigo que los demás pueblos iban a Egipto para poder alimentarse.

     Si el Faraón hubiese sido un gobernante bobalicón, sin sentido de la realidad, de esos tan optimistas que duermen a pierna suelta, y que lo único que les interesa es mantenerse en el cargo, no se habría preocupado y, al llegar las vacas flacas, habría tenido que dilapidar inútilmente el dinero del reino, que sobrecargar de impuestos a los contribuyentes, que obligarles a pagar más por la energía, que endeudarles hasta lo inconcebible y habría tenido que manipular la información para crear espejismos con los que hacer creer a las familias que todo iba bien y que nunca les faltaría de nada.

     Al poco tiempo habría endeudado al país hasta las cejas, el dinero se habría volatilizado, la productividad caído, el beneficio empresarial reducido, los negocios hundidos, el desempleo disparado, los salarios rebajados, el consumo mermado, el comercio paralizado, el nivel de vida desplomado, los empresarios con problemas de liquidez y a las familias les habrían faltado los bienes más esenciales. En resumen: habría llevado a su pueblo al desastre más absoluto.

      Yo no tengo claro para qué sirven los sueños, pero, si lo del Faraón es cierto, y lo parece, hay algo que resulta evidente: Zapatero es un dormilón empedernido.

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