La ley del talonario

Si finalmente desapareciera la asignatura de Educación Ético-Cívica del cuarto curso de la Educación Secundaria Obligatoria, tal y como propone el borrador de la nueva ley educativa, su efecto demoledor consistiría en que dentro de pocos años un texto como el siguiente contaría con una amplia aceptación social. El inefable ministro de Educación habrá conseguido que, al extirpar de los planes de estudios obligatorios la reflexión ética, gran parte de la ciudadanía no adiestrada en el ejercicio de la resolución de dilemas éticos diera por buenas estas palabras:

Todo conservador que se precie -no me refiero a los de boquilla que en el fondo entrañan los valores más asentados de la progresía– debe sentirse eufórico estos días por volver a la vieja y sana costumbre de la ley del talión, fin último al que conducen las prohibitivas tasas judiciales recientemente aprobadas. Eso de los juicios gratuitos o baratos para todos es una boutade de proletarios con conciencia de clase, de burgueses con complejo de culpa y de una clase media esnob que cree pertenecer a un estamento superior. Chusma siniestra que no comprende que cada cual ha de pagar lo suyo, sin exigir al prójimo asumir con sus impuestos la defensa, por ejemplo, de los desmanes financieros de los ladrones de guante blanco o las mezquindades y naderías de gentes de mal vivir, resentidos e indignados.

 Si uno es incapaz de sufragarse la justicia que se la sirva él mismo, como el que arregla los enchufes de su piso-patera porque no puede pagar a un electricista o como quien camina porque el billete de autobús le supone un desembolso económico excesivo. Que no se socialice el latrocinio judicial, que lo pague el individuo. ¡O que ponga la otra mejilla!

 Felicitemonos porque se acabó el negocio de la ralea de abogados ruines que viven de exprimir a un sistema buenista cuya ingenuidad se confunde con la estupidez. La sociedad está de enhorabuena porque únicamente los adinerados, los temerarios o los ludópatas podrán jugar a replicar a la justicia cuando estimen que ésta se equivoca. Se les acabó el chollo del dinero público a esos aprendices de Macrobio, magos de la palabra pero brujos de la maldad, que podían defender a cualquier muerto de hambre a cambio de un suculento sablazo al Estado.

 Si el obrero no puede recurrir una sentencia que recurra al menos a su ingenio; dado que ahora está desempleado cuenta con tiempo suficiente para maquinar la venganza. Si le tocan sus congojos -sus anhelos- que no abuse de la justicia reclamando en tribunales distintos al de primera instancia, que no robe el dinero de los contribuyentes. Que recurra a una liviana autonomía moral que le muestre como lícita la lex talionis del libro del Éxodo: “vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, golpe por golpe, herida por herida”. Que no grite por las calles un infantil “¡obrero despedido, patrón colgado!”. ¡Que cuelgue al patrón! ¡Y al vecino que hace ruido por la noche! Ya nos enseñó Locke que la dignidad del ser humano estriba en elegir y actuar. ¡Que deje de quejarse y actúe!

 Que extirpen de los códigos, por caro, el in dubio pro reo. Que baste con que la benevolencia de los jueces se esparza por ciencia infusa en la sociedad, sin necesidad de recurrir a largos y costosos procesos. Que los malevolentes sean encarcelados ante la más mínima sospecha de oprobio ¡sin derecho al hábeas corpus! La justicia sobra, basta con la compasión. No se puede vivir por encima de nuestras posibilidades y además no hay alternativa.

 En tiempos de tribulaciones son preferibles las Euménides a la rapacidad de quienes hasta hace poco vivían del cuento en los recovecos de la justicia. Que encarcelen a quien porfíe en el gasto judicial público y si alguien con escrúpulos morales se ve envuelto en un lío legal ¡ya acudirá el gobierno para indultarle!

 Compruebo algo asustado que mi cerebro reptiliano está en plenitud de facultades. No me ha sido difícil escribir un texto maledicente como el anterior, plagado de los más abyectos de los vicios: fanfarronería y disimulo, bufonería, iracundia, vanidad, extravagancia y mezquindad. Permitan expiar mis pecados compartiendo con ustedes unas palabras más decentes, en concreto un fragmento del artículo que Adela Cortina publica hoy en El país titulado “Ética en la escuela”:

 Una sociedad no puede renunciar a transmitir en la escuela su legado ético con toda claridad para que cada quien elija razonablemente su perspectiva, porque es desde ella desde la que podemos juzgar con razones sobre la legitimidad de los desahucios en determinadas ocasiones, sobre la obligación perentoria de cumplir los objetivos de desarrollo del milenio, sobre la injusticia de que las consecuencias de las crisis las paguen los que no tuvieron parte en que se produjeran, sobre la urgencia de generar acuerdos en nuestro país para evitar una catástrofe, sobre la indecencia de dejar en la cuneta a los dependientes y vulnerables. Es desde esa dimensión de todo ser humano llamada vida moral desde la que se decide todo lo demás, una dimensión que es personal e intransferible, pero tiene que ser también razonable.

http://www.rafaelrobles.com

@RafaelRob

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4 COMENTARIOS

  1. La educación Ético-Cívica, ¿solo se puede enseñar en la asignatura de educación Ético- Cívica?
    Me pregunto si no nos engañamos más de lo que necesitamos. O peor, si no entramos demasiado en el juego que quieren estos gobernantes de lo absurdo..
    Salud-os

    • Hola Juan T.:

      No, obviamente no solo. Sin embargo eso de la «transversalidad» no funciona. El profesor de matemáticas o de inglés puede dar un gran ejemplo ético con su comportamiento pero no podrá adentrarse en conceptos éticos más complejos como sí puede hacerse en una clase específicamente creada para ello. Los dilemas éticos hay que trabajarlos bien , no se pueden dejar a la intuición; es preciso crear cierto hábito en el alumno para enfrentarse libremente a ellos. Tienes razón con lo de entrar al juego, pero quien calla otorga y no es momento de callar, la situación es demasiado grave.

      Un saludo cordial

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