Radiografía de la banca

Siempre he sostenido, ahora que se discute parlamentariamente la Ley de Transparencia, que la mayor opacidad  de los poderes fácticos ha radicado, por razones diferentes, en la Iglesia y en la Banca.  Negrura de sotanas y negrura de cámaras acorazadas.

Y ya se sabe, sin transparencia se incrementan las dudas sobre las razones y sinrazones de esos poderes, y sobre su naturaleza democrática. Aunque tal vez predicar la naturaleza democrática de esos poderes, Espirituales y Financieros, sea un oxímoron; es decir un imposible, por su propia naturaleza y esencia.

Incluso con el proceso de puertas abiertas, relativamente abiertas, de la Transición Democrática, el Poder Económico supo eludir la mirada interrogada e inquisitiva de los ciudadanos. Por lo que hubo quien afirmó que pese a todo el cambio institucional y político, el Poder Económico no había cambiado de manos.

Ahora, con la enorme barahúnda de cambios, absorciones, fusiones, integraciones, compras, y otras transformaciones bancarias el Poder Económico sigue estando donde ha estado siempre: en las mismas manos. Por mucho que la extinción de entidades centenarias como la Caja de Ahorros de Madrid o del Banco Español de Crédito, nos la quieran presentar como una refundación del negocio bancario, lo cierto es que la máxima del lampedusiano Príncipe Salina, está al corriente. Ya se sabe, “es preciso que todo cambie para que todo siga igual”.

Y esa es la otra versión percibida, y esa es la radiografía de la Banca. Tras el enorme proceso de refundación bancaria, dictado por la crisis, por Wall Street, por el BCE, por el FMI, por la Troika Comunitaria, por Merkel y el Bundesbank, y por la negritud de los Mercados Todopoderosos, el empleo del sector bancario en España, vuelve a niveles de los años setenta.

Es decir, volvemos al principio de la llorada Transición Democrática. Volvemos al principio, una vez que las ayudas públicas de esa reestructuración/refundación/remodelación o cómo se quiera denominar, alcanza la estratosférica cantidad de 190.000 millones de euros. De los que, para no alterar el equilibrio financiero, buena parte de ellos serán contabilizados y socializados vía Presupuestos del Estado. Pura opacidad bancaria, por más radiografía que quieran realizar de la oscuridad de las cámaras acorazadas.

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