Ejercicios nocturnos

José RiveroCuando las estrategias comerciales de diferentes casas de moda que quieren marcar tendencia y marcar paquete, en el enlace significativo del deseo comercializable, se cruzan y se superponen, algo nos está indicando una tendencia gelatinosa, que no deja de ser un  camino de salvación personal, que no de salvación colectiva.

Hay veces que las propuestas de felicidad a plazos nos ubicaban en paraísos soleados, líquidos y arenosos del llamado Tercer Mundo; otras veces las propuestas de felicidad hipotecada nos acercaban a un paisaje lunar, sólido e irrespirable; y, finalmente, en ocasiones enfrentadas pero muy bellas, nos remitían a una Naturaleza tan exuberante como misteriosa y gaseosa, donde una suerte de Indiana Jones con sombrero panamá, pugna por alcanzar la meta inalterada.

la-notte-ANTONIONI Ahora parece que no hay ni Naturaleza ni Viejas Civilizaciones que mostrar y conquistar, en el señuelo de la falsa felicidad programada por las tenencias multicolores. No hay nada ni líquido, ni sólido, ni siquiera gaseoso. Y como consecuencia del hundimiento moral, intelectual, económico y político en el que nos asentamos, llegamos a la determinación de la Noche como único argumento coloidal. Por ello nos presentan perfumes, enormemente reforzados por su carácter nocturno, y como un anticipo de la ceguera que crece. Y es que esa condición, de un olor en la Noche o de un olor a Noche, es ya un reclamo, o es ya un auténtico emblema de la falta de luz solar.

Como se ha visualizado en el cine a lo largo de su historia. Así, en 1961 Michelangelo Antonioni nos mostraba los pliegues de ‘La notte’, prolongado el efecto nocturno y fantástico de la felliniana ‘La notte di Cabiria’ de 1957. O también, como repitiera Peter Bodganovich en 1973 con su ‘Paper moon’; mismo año del ensayo de François Truffaut ‘La nuit americaine’ y su mirada del cine como forma de noche particular. ¿Luna de papel por ello? No, más bien ‘Luna de hiel’, como hiciera Polansky con otro ejercicio de nocturnidad en 1992.

No, por ello, la densidad ténebre de la noche romántica de Friedrich; o la textura del pesimismo del fin de siglo como pintara Ferdinand Hölder. Sino la noche perfumada y vacilante de un atormentado siglo XXI que no acaba de despegar ni a empujones. Por ello surgen, como destellos luminosos, ‘La nuit de l`homme’ de Yves Sanit Laurent, o ‘Eau de nuit’ de Armani, incluso la propuesta de Prada de ‘Luna rossa’ no esconde su carácter noctámbulo e huidizo, por más tono de pasión que se aporte en los ecos cárdenos.

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5 COMENTARIOS

  1. «Cuando un psiquiatra explora a un paciente en su consulta, siempre debe prestar atención al sueño; ya que este, casi siempre que existe psicopatología, se ve afectado.» Dr. Iván Lerma.

    Amén de directores de cine, publicidad, artistas y, como he podido leer en MiCiudadReal, también el alcalde de Puertollano con sus terrazas, hay toda una colección de políticos, sindicalistas, jueces, empresarios etc que se han empeñado en que más de 6 millones de españoles vivamos la noche «de una manera especial».

    Otra manera de vivir la desesperación de «Las noches más largas» que preceden a los días más vacíos.

    Menos mal que uno se desayuna con el Sr Rivero.

  2. Dentro del aprendizaje de la noche, sólo cabe rememorar el contrasentido de las ‘Notte bianca’ de Luchino Visconti; y el marasmo que introdujo la electricidad de la mano de Tesal y Eddison. De tal suerte que esa electricidad fue vista, por Lenin, no como nueva luz para el pueblo, sino como parte del fundamento del Comunismo. Y así sostuvo que el Comunismo era el Soviet más la electicidad. O si se quiere Soviet más Luz, igual a liberación del Proletariado. Por eso la URSS debería de haberse llamado Unión de Repúblicas Eléctricas Soviéticas.

  3. A mi, los anuncios de perfumes, casi todos, alguno se salva, me irritan profundamente por la perfección «ñoñibloof» que son capaces de conseguir y por la facilidad con la que pasan de lo sublime a lo ridículo. Siempre, en esa dirección.

  4. La noche es el momento en el que la realidad se difumina y aparece la ensoñación, aunque uno esté en estado de vigilia. Es el tiempo en el que tienen cabida los instantes peligrosos y los anhelos prohibidos. La oscuridad relaja nuestra censura y nuestro yo aparece con un fulgor incandescente.
    Un artículo muy sugerente. Enhorabuena.

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