Abusos II. Contratos humillantes

fermingassolUna suerte haber nacido en esta civilización del primer mundo, nos decimos. Y es que viendo lo mal que viven nuestros semejantes en otros rincones de la Tierra, hemos podido darnos por contentos hasta ahora y recalco lo de hasta ahora. Desde luego que este artículo no pretende ser una mera continuación del titulado “Abusos I, Talleres de miseria”, no sería serio ni ético. Sin embargo, la filosofía que subyace en ambos, salvando todavía las enormes distancias, es muy parecida, cual es la del abuso económico y social.

Las crisis económicas son dolorosas para muchísima gente. Máxime cuando se trata de una crisis, ésta, que ha abortado las esperanzas de poder vivir dignamente como personas. Los desahucios son la expresión más palmaria de lo que digo. Pero existen unos seres que saben sacar provecho de estas dolorosas circunstancias. Favorecidos por esa dificultad en encontrar un empleo y el acojono por perderlo…los caraduras y abusones tienen en estas circunstancias su mejor ocasión para seguir forrándose.

Lo estamos viendo a diario. Con el achaque de la crisis, de cualquier crisis, las empresas siempre pegan el tiro en el balance por el mismo renglón, el de los gastos de personal. Plantillas que se ven reducidas y aquellos trabajadores “afortunados” que permanecen, viendo recortado su sueldo…que peor es no tenerlo y peor aún no tener dónde encontrarlo.

La situación social en nuestro país con una tasa de paro del veintisiete por ciento, una cifra de parados que supera los seis millones de personas, presenta un posible y peligroso punto de no retorno. Y aquí nadie parece hacer nada, y si están haciendo algo, desde luego no lo explican. El gobierno desaparecido, solamente emerge los viernes para amargarnos más si cabe el fin de semana; su presidente,…dicen que sigue existiendo. El principal partido de la oposición, como dice Nemesio de Lara como vaca sin cencerro y los partidos más radicales, peligrosamente crecidos ante tanto desconcierto. Muy malas marchas parece llevar esto.

Nuestros hijos están desesperados y nosotros también. Seis de cada diez jóvenes está desempleado. Padres desilusionados por ver cómo sus hijos se hacen hombres y mujeres quemando los mejores años de sus vidas dedicados a contemplar el sol y las estrellas. Y cuando tienen la difícil suerte de ser contratados por una empresa ya saben a lo que le tiran, a trabajar por unos pocos euros el doble de horas que figuran en el papel firmado. ¿Este es el futuro que les estamos preparando? Algún día no muy lejano ese futuro se volverá contra nosotros antes de que lleguemos a alcanzarlo. Y es que el futuro no va a consentir que sea recordado como compinche de este histórico desaguisado.

Fermín Gassol Peco

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