Juan Benet y los campos del saber

José RiveroEn este año de gracia de 2013, se celebró en enero aún en silencio y de forma lateral, el 20 aniversario de la muerte del  escritor Juan Benet. Y  ahora en primavera, se ha organizado en París los días 30 y 31 de mayo, en el Instituto Cervantes, un ‘Coloquio internacional’ promovido por su traductora al francés Claude Murcia, y un comité organizador que cuenta entre otros con Philippe Daros, Joëlle Le Marec, Félix de Azúa, Thomas Steinmetz  y la propia Murcia. Quien debe ser, me imagino yo, la responsable de ese concepto desplegado en la convocatoria de ‘Juan Benet y le Champs du savoir’. Coloquio que, además, contará en la clausura del mismo, con la presencia de Félix de Azúa, Vicente Molina Foix, Arno Bertina y Antonio Martínez Sarrión.

benetEn mayo de 1995, tuvo lugar anticipadamente otro reconocimiento tras la muerte de Benet, también en París, con el estreno mundial de la obra de teatro “Agonia confutans”, en Bobigny, con montaje de Daniel Zerki e interpretación de Yann Collette y Roland Bertin.  Una faceta teatral la de Benet, poco conocida, pese a haberse publicado en  2011  el ‘Teatro completo’ en  la editorial Siglo XXI, con prólogo de Molina Foix. Y pese al reconocimiento del valor teatral  de sus obras, que hiciera en su día José  Luís Gómez. Días más tarde del estreno citado, y en la sede de Instituto Cervantes parisino, se produjo el homenaje  al escritor con la colaboración de Murcia, Azúa, Javier Marías, Eduardo Mendoza y  Molina Foix.

De Azúa es, por otra parte, una secuencia divertida, rememorando otro encuentro parisino con Benet, Jaime Salinas y él mismo, tras un encuentro con Italo Calvino: “Nos acompañaba Juan Benet, quien no calló ni un instante. Estaba en uno de sus momentos estupendos y parloteaba sin cesar sobre la construcción del monumento a los Inválidos, la prosa de Saint-Simon, el uso de la madera de boj en los grabados de Vallotton, los falansterios, y otros ejemplos de creatividad francesa. Así pasó bastante más de media hora. Una vez en la calle, con mares de agua sobre nosotros, nubes de alcohol en los ojos y ausencia total de taxis, Jaime se puso nerviosísimo. Estaba sumamente irritado por nuestro comportamiento, aunque lo disimulaba con elegancia. Corría bajo la lluvia hacia la esquina derecha en busca de un taxi y luego corría hacia la esquina izquierda cuando cambiaba el semáforo y luego nuevamente hacia la esquina derecha. Por fin, totalmente empapado y frenético, se dirigió a Benet en una explosión de cólera incontenible y le gritó: ‘Juan, hazme el favor de ponerte histérico ahora mismo!’

Benet, que no había dejado de parlotear, lo miró desde sus casi dos metros de altura repentinamente sereno y consternado. Alzó la vista. Levantó una mano. Un taxi se detuvo ante nosotros. De inmediato. Sin demora. Como si hubiera estado allí esperando una señal suya desde la invención del motor de explosión. Todo había sucedido en tres segundos. ‘Un día lo estrangularé con mis propias manos’, mascullaba Jaime mientras entraba en el taxi muerto de la risa”.

En la llamada previa  de ponencias del Coloquio, se exponía el fundamento de esa idea de ‘Campos de saber’, sustentada en cierta transversalidad de conocimientos: “La idea directriz del coloquio consistirá en explorar la manera con que la escritura benetiana integra y articula discursos exógenos (geográfico, geológico, cartográfico, militar, mítico, histórico…) y evaluar la actualidad de una obra que mezcla narración y reflexión, tecnicidad lexical y sugestión poética, imaginación y razón”.  Todo ello con la pretensión de un conocimiento  plural, desplegado por el propio Benet en el texto ensayístico de 1976 “En ciernes”: “ … este discurso literario del que hablo no se propone una rebelión contra los principios dominantes de la razón cuanto la trasposición del pensamiento a un terreno donde toda suerte de certeza es quimérica, cuestionable y estéril ; donde no valen las acotaciones de racionalidad e irracionalidad y donde – gracias a la apertura que introducen la contradicción y el misterio – impera el espíritu de lucha de los contrarios. Es el imperio del oxymoron: sólo lo fugaz dura y permanece, todo lo verdadero muestra su falsedad, todo lo evidente encierra su misterio”.

Días pasados, y en esa prolongación de incertidumbres,  conseguí en una librería de ocasión la primera edición de “Sobre la incertidumbre”, conjunto de escritos menores en prensa, producidos entre 1978 y 1982. Y en cuyo prólogo Benet, expone con tino y con tiento, que no fuera a pensar el lector que bajo tal denominación se encontrará un Tratado sobre materia, que ya le gustaría acometer si tuviera tiempo, estímulo y bagaje. Recuerda, igualmente, el ingeniero, que su primer libro de ensayos contaba con el título redondo de “Ensayos de incertidumbre”, y que se vio forzado por razones editoriales mediante, a cambiar de fachada  y de nombre, dando salida al soberbio trabajo “La inspiración y el estilo”. Que bebe del barojiano texto “La intuición y el estilo”. “Incertidumbre, que según cuenta Benet, no es solamente una palabra que me gusta mucho, es un estado que me cumple”.

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2 COMENTARIOS

  1. Tengo un amigo que hizo la cosa más rara que se ha hecho nunca con Juan Benet, algo de obscenidad casi imposible: leerlo; y no una cosilla así, de buenas a primeras, un parrafito de nada, sino su obra entera, tres o cuatro veces, incluso «Saúl ante Samuel» (una docena) y sobrevivió, aunque algo desde entonces le dejó tocado, de suerte que ahora permanece perdido dando clases por algún lugar entre los Montes de Toledo. Nunca se imaginó que nunca llegaría a nada. Entonces empezó a escribir cosas muy raras y elípticas, con entraña mitológica, como «Un viaje de invierno», para las cuales hacía falta invitación. Recuerdo especialmente su cuento «La decadencia del coche fantástico» y su novela «Los funerales de la pasión», que inspiró mi cuento «Pintar algo» o incluso «Nadie lo diría». A mí en particular me encantan sus trabajos de orfebrería retórica, sobre todo el citado Un viaje de invierno; nunca debería haberse dejado querer por la narrativa seria y argumental, aunque supongo que incluso a él le tuvo que aburrir esa manera de aburrirse. Mi homenaje al maestro.

  2. Ángel, puede que sea tan raro como tu amigo, y que pase por haber leído casi todo J.B. Hasta inéditos antes de ser publicados. Una lectura compleja y diversa es mi experiencia con J.B.; con saltos, emociones, desavenencias, abandonos, talentos enormes, crispaciones y discrepancias en otras cuestiones.
    A todo ello, ha contribuido con enfásis, mi amistad con Antonio Martínez Sarrión, fuente de datos mil y anédoctas diez mil.
    Por todo ello no soy la persona más idonea para rectificar los devaneos de tu amigo que, probablemente ‘Nunca llegará a nada’. Rectificar opiniones hoy, sostenidas hace treinta o cuarenta años resulta fácil. Y eso sabiendo que en Benet hay varios continentes escritos. Pero todos armados por esa denominación elogiosa que alumbra ‘Sobre la incertidumbre’.

    Esa, por otra parte, es la frase enigma e incierta, de Azúa, en su ‘Autobiografía de papel’: «Otra cosa es que tan inmenso talento fuera usado de un modo posiblemente inadecuado, pero esa ya es una opinión personal, que no debe de incluirse en este reportaje».
    Cita que, por cierto, es utilizada por Trapiello en su reseña del libro, ayer en ‘Babelia’. Claro que Trapiello había confesado, años atrás sus distancias con el mundo literario del ingeniero.
    Otra cosa será, que en el universo literario de Azúa, pesen y pisen con voz propia Diderot y Benet.Paradojas de la vida literaria.

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