Los señores de la limpieza

Ángel RomeraAsí habría que llamar a tanto marrano de York y de Orwell como se luce hoy en el Congreso de los diputados, instalado para la ocasión y por no sé qué avatar en un Senado que tiene la virtud de la basura: no servir para nada y, encima, costar dinero.

Allí hozan, en su zahúrda de Plutón, en una atmósfera como la de Júpiter, producida por el metano de sus pedos y sus grandes manchas de marrón. Uno quisiera, ante todo, claridad: que esas límpidas camisas reflejaran lo que hay dentro y no lo que no hay, aunque tuviera que resultar de ello el fin de la segunda temporada de Juego de Tronos: una colección de zombis a medio descomponer.

Porque los señores de la limpieza, que sin duda no sacan la basura de su casa, siguen pretendiendo, gobierno y oposición, ser unos impolutos, unos santos recién salidos del confesionario presuntamente laico, unos bebés bautizados con las aguas del Jordán, unos nacidos ayer, vaya. Como si no hubieran de dejar hoy lo mismo que han dejado de ayer los de la Pandorga: calles llenas de vomitonas, botellas y otras mierdas de las que suelen salir no solo de la boca.

Pareciera como si el gobierno, que corrompió al Pesoe, hubiera regenerado al Pepe. Pero lo cierto es que lo que rige ahora como hace cuarenta años son las extremidades encogidas de feto en la nevera de Franco always, el famoso montaje de Eugenio Merino, un Pepoe neofranquista que flota como la mierda sobre la desilusión y el sufrimiento de los ciudadanos, inextinguible gracias a las leyes electorales y la impunidad e injusticia que privan en sociedades clasistas y pseudodemocráticas como la nuestra. Pero esto no se da solo aquí; en Bayreuth un tal Frank Castorp ha aburrido a los alemanes lo mismo que Eugenio Merino, poniendo de fondo a Wagner un monte Rushmore con las efigies de Marx, Lenin, Stalin y Mao. Vulgar, aunque más lo hubiera sido poner al nazi y compañía.

Cabe dudar que una ley que no ha sido sometida al control directo de los ciudadanos pueda verdaderamente causar «transparencia», como cabe dudar de que un cáncer pueda causar regeneración. Una constitución nueva es otra cosa, precisamente lo que quieren evitar, al menos hasta que hayan pasado cien añitos. Pero los diputados insisten en no engendrar un nuevo proceso constitucional del que pueda nacer un futuro y, a estas alturas, incluso puede que tengan razón, habida cuenta de que los catalanes no pueden ser otra cosa. Hasta que Franco se descomponga.

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Ángel Romera

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2 COMENTARIOS

  1. Efectivamente. A pesar del debido respeto a la sabiduría de las canas, las del congreso no tienen nada de blancas. Sn marrones, como indicas en tu texto y, algunas de ellas, teñidas y no con el archiconocido Grecian 2.000, sino con la mierda acumulada por PPPSOE a lo largo de los Gales, filesas, malesas, gürteles, bárcenas etc etc.

    Es hora de una revolución en las urnas que obligue a los dos partidos a hacer borrón y cuenta nueva, que limpie de canas enmerdadas los escaños y meta canas limpias o pelos sin necesidad de tinte. Pero que sean canas y pelos con el 15M presente, con las necesidades sociales, laborales, educativas, económicas de este país grabadas a fuego en su conciencia.

    Una nueva generación de políticos que no tenga miedo a una nueva Constitución, a leyes de transparencia brutales, a vivir con sueldos acordes a la nueva realidad. Una nueva generación que no se instale en el coche oficial y los sobres; que apueste por la federalidad, por un presidente de la nación y un primer ministro de se elijan cada cuatro años y no tengan Fortunas, Doñanas o Marivenes.

    En definitiva, una nueva generación de políticos que viva con lo que nos han dejado a los ciudadanos. Verás como se lo curran un poquito más.

    • No se puede generalizar en lo de las canas. El senado es un cementerio donde van a morir muchos elefantes, es cierto. Cuando no queda un hueco en el Consejo de Estado, los partidos regalan a sus dinosaurios un retirito «digno» en la Cámara de NO representación terriorial. Pero además, el Senado sirve para conceder plurisueldo a muchos alcaldes,léase Belloch, Cotillas, Jesús Martín…y a gente de las juventudes que parecían tener un futuro prometedor pero que fueron abandonados a su suerte en el Senado y que han acabado siendo senadores vitalicios. Como paradigma de lo que digo , tenemos a la ínclita Carmen Fúnez, 37 primaveras, otrora protegida de Aznar , y en su cuarta legislatura como senadora por la provincia de Ciudad Real. Políticamente no pintará mucho en su partido pero vive muy dignamente sin trabajar en esa cámara de » segunda lectura» Creo que su currículum académico es bastante magro y en los tiempos que corren… qué más se puede pedir.

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