Ojos que lloran

Ángel RomeraLos ojos del Guadiana vuelven a llorar, porque cuando el río suena, mierda lleva, y los políticos manchegos, ya se sabe, se han pasado de rosca. La Tribuna y Lanza, perródicos del populismo pepoíta, compiten tanto que llevan el mismo artículo de Charo Zarzalejos, eso es caer bajo, porque de sus suplementos de feria, mejor ni hablar. Pero no hay peor noticia que el abnegado obrero de Copy-servic cierre el local porque padece cervicalgia difusa y tendinitis por calcificación del hombro, pobrecillo: ¿qué haremos sin nuestro mejor editor de camisetas? Porque editoriales editoriales, de esas que trabajan con escritores y papel, pocas, al menos por aquí.

Son cosas de que se entera uno cuando deja su válvula de molusco y pasea por ahí con ojos y oídos entreabiertos. Mis perros, Tiquis y Miquis, tiemblan como azogados por los cohetazos y morterazos de la Virgen de Agosto y mi mujer me avisa de que me han timado como a un chino del Domund haciéndome pagar siete euros por un velón que me venderían por dos en cualquier chino exmaoísta. Pero le reprocho, panocho, que no se ponga de ejemplo cuando le han dado más sablazos que tiene una baraja española. O el ruido de sables de que avisa Gibraltar, que tiene nombre de ara sagrada y solo es un trapezoide cubierto de titis, ni siquiera un pan de azúcar. Inocente es uno, pero la vela, que he puesto a mis padres, luce magnífica con la llama de una azucena sin abrir, con su gótica clave indecisa y titilante. Este cirio durará lo menos tres días, no es como los interminables que lucen los periódicos, toda una Santa Compaña manchega de zombis corruptos alérgicos a la muerte como lo son a la honradez. Y las políticas, finas y seguras, procurando todas que no se mueva, que no se note y que no traspase (la corrupción, se entiende).

Saben los lingüistas, Ullmann, por ejemplo, que los verdaderos sinónimos son escasos, porque casi ninguno satisface todos los contextos. Pero a los políticos se les olvida con mucha frecuencia, acaso porque ninguno sirve para nada y son tan intercambiables como idimitibles. El senador Camilo José Cela tuvo ocasión de demostrarlo cuando dormitaba apaciblemente como un Homero en su escaño, allá por los primeros años de la transición sin fin (Woody Allen decía que la Eternidad se hacía muy larga, sobre todo hacia el final). El Presidente de la cámara lo despertó con la siguiente recriminación: «Su señoría estaba durmiendo», a lo que replicó el galaico: «No, señoría, estaba dormido. «Es lo mismo», replicó. «Nada de eso», esgrimía Cela, «no es lo mismo estar jodiendo que estar jodido». Algo parecido aparece en La legión invencible, de John Ford, cuando un sargento irlandés pasa revista a la tropa pidiendo que cuiden su léxico y alguien le advierte desde las filas: «¡Y la gramática!»

Hay verbos más susceptibles de pasiva que de activa. No es lo mismo tener seis millones de parados que seis millones de detenidos. La segunda palabra tiene algo por delante que corta, pega y manda. En el siglo XIX usaban denominaciones como cesante o desempleado, que suenan más humanas y menos a engranaje mecánico. Porque esta mecanización  de las palabras refleja la bajada de temperatura viva de la sociedad: el paro es una tragedia vital e incluso, en la filosofía de Marx, el trabajo es ni más ni menos que el sentido de la vida: no tiene otro. Hoy el trabajo es un formulario en una cola de impresión, a miles de kilómetros de un sentimiento.

El cesante, pues, en especial el joven que ni siquiera sabe para qué le han educado, estarían desviviendo su vida en las condiciones inauténticas, indignas e inhumanas que causarían revolución. El parado/detenido se transformaría en lo que Camus llamaba un homme revolté, un hombre revuelto o airado, un signo de sufrimiento e ira que se quiere compartir y transmitir. Pero los más jóvenes están tan acojonados que ni siquiera fríen en la sartén, porque no han salido del huevo.

Pero claro, el poder tiene claro que esas filosofías, la marxista y la existencial, al fin y al cabo humanismos, no les van, y se inventan otra filosofía que reduce algo tan complejo como la polis a un mercado de individuos insolidarios. Y lo reducen y banalizan todo a la plana apariencia de su ideología de consumo y sus tres valores principales: vulgaridad, fachada y fragmentariedad. A esos reduccionismos incompletos los llaman en el psicoanálisis pulsiones de muerte. No voy a decir que un parado es un zombie, pero casi. El capitalismo tiene algo de incompleto, evitador y asesino. Nadie sabe de dónde podría venir la caritativa «mano invisible» de Adam Smith; lo más posible es que no ayude, sino que te estrangule o se haga una paja. El capitalismo lo degrada todo, su único defecto es que produce demasiada basura, incluso basura humana: gente que, en sí misma, es basura. Transforma las relaciones humanas en relaciones de consumo, fragmentarias, vulgares y de fachada. Hombres y mujeres de usar y tirar, como la ropa de Zara.

A mí siempre me ha parecido que algo había de extraño en la sinonimia parado / detenido. El vocablo parado tiene más cauce, porque no es culpable de nada; el vocablo detenido, sin duda, tiene un problema; para él la estructura del mundo es injusta; es o debería ser un revolté o revoltoso, un revuelto contra ella. Para la derecha todos los parados son, o debieran ser, unos parados bien encerraditos y con su culpa dentro; ellos prefieren los activos a los movidos; los activos sacan dinero y recaudan riqueza; los movidos dan problemas sindicales y exigen justicia.

El término detenido choca contra un obstáculo muy gordo que pasa en medio de un silencio ominoso, que dicen los novelistas. ¿Qué obstáculo es ese que crece como una montaña y amenaza con alcanzar las alturas del K-2, esa cumbre laboriosa de subir e imposible de bajar? Desde luego no es el parto de los montes: detiene a seis millones de personas, más que toda Dinamarca. Esa enorme montaña está hecha de activos asiáticos mal retribuidos. Y ni siquiera es una sola: es una cordillera tan grande como el Himalaya: indios, chinos, coreanos… incluso Brasil y México, nos están comiendo vivos sin que defendamos con una gran muralla de proteccionismo nuestras economías más o menos equilibradas. Esa gran muralla los obligaría a redistribuir sus costos en bienestar común y más derechos humanos para esa clase media que ellos están construyendo y la parte menos nuestra de nos-otros estamos destruyendo. Pero todo da igual: sie nicht zürucktreten, ils ne demmisionnent point, they do not resign: a ver si entienden idiomas que no entienden y dimite alguno por esa cosa tan anticuada llamada honor o esa tan desacreditada llamada vergüenza, que es más o menos lo mismo.

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Ángel Romera

http://diariodelendriago.blogspot.com.es/

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1 COMENTARIO

  1. Joder Romera, escribes siempre cosas muy interesantes, pero con este artículo te has salido. IM-PREZIONANTE.

    Felicidades.

    Aprovecho, ya sé que no es el sitio, para decir que la ciudad está muy muy sucia, que no pasa nada por baldear las aceras del centro un par de veces a la semana, que las alcantarillas huelen a podrido porque los botes sifónicos se secan con el calor y dejan salir las «lindezas fenólicas del subsuelo culipardo» y que la «chonificación» del recinto ferial eleva a categoría de Venus de Milo a la cajera de un súper de barrio (con todo mi cariño y respeto hacia ellas). Eufrasia, este año has superado las expectativas de los que teníamos claro que la feria iba a ser de las peores en años.

    En fin, no sé cómo va en incendio en Génova, pero hace mucho calor y mucho bochorno, y el espctáculo infantil de esta mañana en el parque era más propio de Etiopía que de Europa. Se puede ahorrar, pero usar voluntarios de 15 años para animar una fiesta….

    Ea, que el desbordamiento y la guerra contra el aburrimiento de Eufrasia tiene el mismo efecto que el rescate de la UE sobre Grecia. Menos mal que los padres tenemos otras opciones.

    Qué calor hace hoy, que mal huelen las cloacas y qué afán de podar los árboles en Agosto.

    Romera, me declaro fan tuyo.

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