El mayor espectáculo del mundo

silencio_regularJosé Manuel CampilloEl mayor espectáculo del mundo rezuma interminable sábado por la tarde. De esos en los que la infancia se alargaba en juegos y alegrías sin fin. Empezaba la película, uno se iba a jugar, volvía y Charlton Heston seguía impartiendo clases de dignidad y honradez. Se volvía a ir y a la vuelta aún seguían las acrobacias que hacían que tu infantil mirada permaneciera fija en las personas que aparecían en la televisión haciendo cosas que solo tu imaginación se atrevía a creer como posibles.

El-mayor-espectaculo-del-mundoEste film es una loa al circo y a esa forma documental de narrar que en España asociamos al NODO. Sus largos 153 minutos son dedicados a cantar las bondades de este entretenimiento. Y, también, a darnos lecciones morales sobre el bien y el mal. Pero con un maniqueísmo que desvirtúa la realidad. Los hombres no suelen ser buenos o malos. O no son buenos buenos. O lo contario, malos al cuadrado. El ser humano es caleidoscópico en su personalidad. Personajes como el de Brad Braden (Charlton Heston), incluso el gran Sebastián (Cornel Wilde), son dignos de admirar, pero poco creíbles. El ser humano suele ser, parafraseando a Nietzsche, humano, demasiado humano. Y lo humano es tan variable como mobile é la donna.

Cecil B. de Mille (Los diez mandamientos, Sansón y Dalila, Cleopatra, El Rey de reyes) hoy rodaría Supermán, Godzilla, Los vengadores, El caballero oscuro, Avatar…las grandes superproducciones. Es de esos directores que con su batuta consiguen que las Valquirias de Wagner aún sean más poderosas. Pero también es ese tipo que hace que las arias de Puccini dejen de ser esas melodías desencadenadas que tan bien cantó Elvis, aunque nunca con la seducción y el swing de The Platters.

elmayor01Esta película ganó el Oscar porque es avasalladora. Todo en ella es grandioso, excepto ella. Es desbordante, pero al espectador solo lo toca tangencialmente. Por lo que para nuestro particular epílogo de esta crítica vamos a utilizar las famosas palabras de Unamuno contra el alzamiento, aunque con una pequeña variación goldbergiana: Nos vence, pero no nos convence.

Posdata: El mayor espectáculo del mundo no es la acrobacia imposible, decirle a un león que se siente o meterse en una jaula llena de tigres. Sí lo es sacarle una sonrisa a un niño, y para eso no había nadie como los payasos de la tele. Lo siento por el gran Sebastián y por Brad Braden, pero me quedo con Fofó, Gaby, Fofito y Miliki.

Nominadas: Solo ante el peligro, Ivanhoe, Moulin Rouge, El hombre tranquilo.

Próxima: De aquí a la eternidad (1954)

Silencio, ¡se rueda!
José Manuel Campillo
www.vienafindesiglo.blogspot.com

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11 COMENTARIOS

  1. A Unamuno ni le gustaba el cine, ni le gustaba el circo. Ese que, vence pero no convence.
    De todas formas, hoy el circo, en el formato que conocimos en esa infancia interminable, es una reliquia semejante a las piedras de Delfos o Delos, con menos enigmas que la Esfinge y sus adivinanzas.
    En todo caso, tarde de cine y tarde de circo, son las brillantes excepciones, a una normalidad agrisada por el muermo de años plomizos.

    • Enhorabuena por la nueva publicación.
      Es verdad, Unamuno era de los que se tomaba la vida demasiado en serio.
      El circo actual nada tiene que ver con el de hace unas décadas. Pero, ¿es que hay algo en eso que llamamos «posmodernidad» que tenga que ver con lo que llamamos «modernidad»?
      Un saludo.

  2. Curioso como nos engaña la memoria. En realidad nadie de pequeño ha disfrutado de alegrías sin fin, ni en los mejores sábados. Ni el circo de Gaby, Fofo, Miliki. etc, era un entretenimiento y diversión tan significativo como para que al cabo de los años se haya mitificado tanto.
    Personalmente prefería los dibujos de Merrie Melodies y Looney Tunes. O incluso las aventuras de «El gordo y el flaco».

    • Es cierto, María Angustias, no hay nada tan falseador y traicionero como la memoria. Pero dejemos que desvirtúe y nos engañe para bien; ya se encarga la realidad de engañarnos para mal.
      Quizá mi posdata nazca del siguiente hecho: hace unos años conocí personalmente a Fofito, y eso engrandeció y magnificó mis recuerdos de la infancia.
      Un saludo.

  3. Lo breve,si breve, dos veces breve. Con esta tautología o pleonasmo ( no sé muy bien) modificados, pretendo decirte que no se puede decir más ni mejor con menos palabras. De acuerdo en todo contigo y con los dos comentaristas. Con José Rivero, porque casi siempre da en la diana y con M. Angustias porque, efectivamente, la memoria es la mayor manipuladora: agranda los buenos recuerdos y narcotiza ( no siempre, claro) los dolorosos.

    A mi, que soy un poco heavy, las pelis de don Cecil, y los musicales – con alguna excepción-, en cine o teatro, me provocan una subida de glucosa y el insuperable deseo de entregarme a la bebida. Hace una década , me regalaron entradas para ver «El fantasma de la ópera», en el Lope de Vega, y solo la buena educación me mantuvo sujeta a la silla. Si alguien quiere hacerme feliz que me regale entradas para ver una ópera «verdiana» ( mejor que wagneriana) o un ballet ruso, y que los musicales se queden para los hombres y mujeres de buena voluntad. Las cintas de Cecil B. de Mille tienen, además , dos problemas añadidos , su larguísimo metraje y el recurrente rostro de cemento de Charlton Heston. Insufrible. Evidentemente, ni Puccini ni Donizzetti hubieran aceptado componer las bandas sonoras de estas cintas tan wagnerianas.

    Salud.

    • Tampoco sabría decirte si es una tautología (aunque creo que no) o un pleonasmo…creo que tampoco. En fin…quedémonos con la frase, aunque no la podamos calificar.
      Yo hace tiempo que ya me entrego a la bebida por todo. Es mas, desconfió del que no beba.
      Por otra parte, también soy de opera italiana; la alemana tiene un tono de aridez que hace que sienta que estoy ante algo no real.
      Un saludo y un placer.

      • Oh Dios!!!! «Desconfío del que no beba». Algo parecido se dice en «La gata sobre el tejado de zinc» del gran Tennessee Williams ,y algo idéntico expresé yo,hace algunos días, compartiendo mesa con algunas personas y «sus» coca-colas. En cuanto a Wagner, hay quien dice que ,cuando seduce, lo hace a lo grande.
        Bueno, confío en que los vapores etílicos no hagan estragos en tu cerebro para que sigas deleitándonos con tus críticas.

    • Carmen, me apunto a tu comentario. Ya somos dos que potamos con esos almíbares de laboratorio. Y a Campillo le digo que yo también desconfío del que no bebe. Sois la caña!!!

  4. Para un niño que ha vivido en una ciudad con pocas luces en las calles como es mi caso….el circo siempre fue como un sueño pleno de luz en el que unos héroes demostraban ante mi retina sus hazañas.

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