Lo irrecuperable

J. Carlos Sanz.- Alégrense. Desde el gobierno y sus altavoces mediáticos nos machacan con un mensaje esperanzador: nos estamos recuperando, la recesión está quedando atrás, hay señales inequívocas de crecimiento económico y lo peor ha pasado. Para más inri, buena parte de la población está “tragando” con la película suministrada.
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¿De veras nos estamos recuperando? En todo caso ¿Qué clase de recuperación es ésta? ¿Tienen la sensación de que la incertidumbre se ha esfumado como un mal sueño? A ver si va a resultar que el mensaje grasiento de tendenciosidad, saturado de distorsión de la verdadera realidad, se le quiere elevar a dogma de fe y que los ciudadanos instalados en la mansedumbre nos volvamos creyentes. Que digamos amén a todo lo que se fabrica desde Moncloa, que nos estemos calladitos porque al poder le encantan esas “mayorías silenciosas” que son como dulces corderitos. Los llevan al matadero y ellos ni se enteran.

Nos repiten hasta la saciedad que las reformas emprendidas ya están dando sus frutos. A buen seguro que así está siendo; los artífices de este ambicioso paquete de “reformas estructurales” deben estar frotándose las manos ante la rapidez con que se ejecuta el plan para dejar irreconocible un país que hasta hace poco disfrutaba de un aceptable estado de bienestar y ahora es la viva expresión de la desigualdad y la pobreza emergente.

Comenzaron con la cantinela de que había que flexibilizar el mercado laboral para ganar en competitividad. Ahora, rivalizamos en sueldos y derechos con los trabajadores chinos, bangladesíes y en Europa con rumanos y búlgaros. Se trataba de devaluar a las personas, meter un buen tajo a los salarios, convertir la merma de poder adquisitivo en un bálsamo de Fierabrás. Tanto gusta la reforma laboral del gobierno que los filántropos del FMI han solicitado que se siga ahondando en ella. Son así de agradecidos cuando gobiernos vasallos hacen caso a sus recomendaciones.

Luego había que reformar piedras angulares de la sociedad como Sanidad y Educación. Nada mejor que dar barra libre a los gobiernos autonómicos para acometer privatizaciones y dejar al sistema sanitario enclenque y carente de recursos asistenciales básicos: cierran alas enteras de hospitales, despiden a todo el personal interino que pueden, los servicios de urgencias se hacinan, las listas de espera se eternizan, si eres enfermo crónico no hospitalizado y precisas de medicación estás tardando en apechugar con el coste. Que la salud cuesta un riñón y el que quiera calidad asistencial que se la pague. Hemos pasado de preguntar “¿Es grave doctor?” al “¿Es caro doctor?”.

Con la educación tres cuartos de lo mismo. Nada mejor que succionar los principios elementales de una enseñanza pública para dejarla anoréxica, a base de diezmar las plantillas del profesorado y saturar las aulas de alumnos. Para colmo un señor llamado José Ignacio Wert nos obsequia con una reforma que restringe enormemente la concesión de becas y condena a miles de escolares a quedarse sin ayudas para adquisición de libros de texto.

Podría seguir enumerando las fabulosas recetas de esa piedra filosofal que al parecer tienen los del gobierno: ahí tienen la transformación prevista para el sistema público de pensiones. Un hachazo de 33.000 millones de euros para devaluarlas de forma sistemática y un mensaje sibilino para que el que se lo pueda permitir adquiera un fondo de pensiones privado. Por no mencionar, la reciente reforma del Código Penal donde se endurecen las penas para aquellos que osen protestar más de la cuenta.

Pobreza1Este escenario tan apacible al que han arrojado a la ciudadanía para malvivir como buenamente pueda, se lo debemos a los dramaturgos de la austeridad. Aquellos que nos llevan años pregonando que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que el estado ya no puede solucionarnos la papeleta. Por tanto, a socializar las pérdidas hasta el punto de conducirnos a una fragmentación social monstruosa en los próximos años. Tanto que de continuar por esta senda, en 2025 España tendrá 20 millones de pobres, lo que representaría el 42% de su población. O lo que es lo mismo, uno de cada tres nuevos pobres de Europa sería español. Eso sí que es hacer marca España.

Así lo asegura la ONG Intermón Oxfam en su reciente informe “La trampa de la austeridad” realizado por esta organización en los países de la Unión Europea. Si uno lee dicho estudio, el calificativo de espeluznante se queda corto. En él se analizan los perversos efectos que están provocando las medidas de austeridad que están llevando a buena parte de Europa a la pobreza a velocidad de crucero. Según revela el documento, actualmente en España hay más de 12 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza (uno de cada cuatro habitantes) y nuestro país tiene el honor de ser el cuarto más desigual de Europa, por delante de Grecia y por detrás de Letonia, Bulgaria y Portugal.

En el informe se advierte que la brecha entre ricos y pobres se está agigantando y puede alcanzar niveles similares a los de Sudán del Sur. En el caso concreto de España, de seguir así, en 2025 el 20% más rico de la población ingresará 18 veces más que el 20% más pobre. Además, insisten en que podría llevar entre 10 a 25 años sólo recuperar los niveles de pobreza que había en Europa antes de 2008. Y para rematar la faena, Intermón señala que los ingresos de las diez personas más ricas de Europa superan el coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la UE del 2008 al 2010 (cuando se cerró el grifo y se abanderó la austeridad). Es decir, 217.000 millones por los 200.000 millones invertidos por los estados.

Sin rodeos, el informe deja claro que el panorama es de catástrofe sin precedentes y donde España se llevará la palma en aumento de desigualdad y pobreza. A juicio de los responsables de la ONG, Europa y España se encaminan a una sociedad dual, mucho más pobre y desigual y alertan que nos enfrentamos a una “generación perdida” pues se tardarán al menos 25 años en recuperar los niveles de bienestar de 2008.

Todo ello, contando con que haya un cambio de rumbo en la UE. En el informe se proponen medidas urgentes como resolver el problema de la deuda pública y los intereses que genera, cambios en el sistema financiero, programas de estímulo económico centrados en la creación de empleo o más inversiones en servicios públicos.

Además, el informe es esclarecedor por cuanto compara la situación actual de Europa con lo que pasó en anteriores décadas tanto en el África subsahariana, Este asiático y América Latina. Períodos muy semejantes al que vivimos donde el FMI y el Banco Mundial impusieron medidas de austeridad y se aplicaron draconianos ajustes estructurales. En todos los países, la desigualdad, pobreza, pérdida de poder adquisitivo y precarización de las condiciones de vida fueron brutales. En todos estos países, se tardó una media de 20 años en volver a los niveles de pobreza previos a las medidas de austeridad.

Son muchos los especialistas de diversas áreas que llevan tiempo avisando que por este camino sólo se llega a la descomposición del modelo social. Eso ya está sucediendo en España por más que traten de camuflarlo con cifras macroeconómicas y con dialécticas donde se pervierte el lenguaje para decir lo contrario de lo que está ocurriendo.

En todo esta barbarie que estamos viviendo hay una conclusión que refulge como el brillo de un cometa: muchas personas están pagando el coste de una “recuperación” que literalmente les excluye para siempre.

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