Semana Santa: una tradición familiar

Carmen Quintanilla Barba. Presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados y Presidenta Nacional de AFAMMER.- Un año más la salida de Jesús Nazareno el Domingo de Pasión marcó el inicio de los intensos días que nos disponemos a vivir en la Semana Grande de Ciudad Real, la Semana Santa, que con tanta ilusión esperan cientos de cofrades y que todos deseamos que, ojalá y Dios lo quiera, este año pueda lucir en todo su esplendor, si el tiempo lo permite.
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En estos días, las hermandades y cofradías no sólo de la capital sino de toda la provincia ciudadrealeña se han preparado a fondo para revivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo y volver a sacar a la calle las imágenes y escenas que vivió en sus últimas horas entre los hombres y su victoria ante la muerte resucitando tres días después de ser sepultado. ¡Qué mejor forma de llevar el mensaje de Cristo a todas las gentes, a todos los rincones!

Ensayos, triduos, quinarios, presentación de carteles, pregones, actos solidarios… se han ido sucediendo en todas las hermandades y cofradías en estos días de incesante actividad que alcanzará su cumbre con las estaciones de penitencia que, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección se sucederán una tras otra por las calles y plazas de Ciudad Real, por rincones tan señalados como el Pasaje de la Merced, la Plaza de Santiago, la calle Camarín, la Plaza Mayor y tantas otras, bajo la atenta y emocionada mirada de cofrades y creyentes que, una vez más pedirán a las imágenes a las que guardan mayor devoción por sus familias, por sus hijos, por sus nietos.

Una Semana Santa, la de Ciudad Real, que también atrae la mirada curiosa de turistas, muchos de ellos de fuera de nuestras fronteras, que en estos días nos acompañan para disfrutar de todo lo que conlleva esta fiesta declarada de Interés Turístico Nacional, una figura de la que sólo pueden presumir en Castilla-La Mancha otras dos ciudades: Tobarra, en Albacete y Ocaña, en Toledo.

Pero la Semana Santa, en Ciudad Real y en toda España, es una de las tradiciones mejor guardadas, no sólo porque es una expresión de la fe que conlleva un claro sentimiento religioso, sino también porque es una tradición muy familiar.

En estos días, son muchas las casas en las que momentos antes de salir la estación de penitencia podemos pueden encontrar a dos y hasta tres generaciones de cofrades ataviándose con la túnica y el capuz de su correspondiente hermandad, preparándose para procesionar juntos acompañando a sus queridos Titulares.

También son muchos los hogares en los que en estas fechas encontramos a los familiares que, en un momento dado y por circunstancias de la vida, tuvieron que abandonar el lugar que les vio nacer y vuelven en estas fechas en una cita ineludible con la tradición, para salir con su hermandad o ver las procesiones en familia y disfrutar también, cómo no, de la gastronomía tan típica de estas fechas: el potaje, el bacalao, las torrijas o los rosquillos tan unidos a la Semana Santa en nuestros pueblos.

Pueblos y ciudades que, como Ciudad Real, ya están preparados para vivir, un año más, su Semana Santa, una festividad que no sólo se vive sino que se siente a través de muchos de nuestros sentidos, a través de la vista, con el colorido de las túnicas y la belleza de las imágenes; el oído, con la música o el tañir de las campanas; el olfato, al que llega el aroma del incienso y de las flores que acompañan a los pasos y el gusto, a través de la diversa gastronomía que se elabora en torno a esta celebración.

En estos días, tan esperados y señalados para muchos de nosotros, acompañaremos a nuestras hermandades y cofradías y haremos de la Semana Santa, un año más, una de las festividades más sentidas y participativas de las que se celebran en Ciudad Real capital y en toda la provincia, y también, como no podía ser de otra manera, nos sumergiremos en el profundo sentido religioso que nos inspira a quienes somos creyentes rememorar la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús y su sacrificio, ofreciendo su propia vida, para salvarnos. Dediquemos también estos días para extender el mensaje de amor universal que Cristo nos enseñó porque sólo así conseguiremos hacer un mundo mejor.

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