Escritos bélicos y guerra escrita

José RiveroCerrando el centenario de la ‘Gran Guerra’, también llamada ‘Primera Guerra Mundial’; y bordeando el setenta aniversario del desembarco de Normandía, del 6 de junio de 1944, acontecimiento que daría lugar al episodio final, incluso al epílogo anunciado, de la ‘Segunda Guerra Mundial’, cabe hacerse la pregunta de ¿cómo se escribe, en general, sobre la guerra? Se me responderá que depende del tipo de escritura propuesta o de los fines perseguidos. ¿Crónica, Historia, Memoria, Ficción o Ensayo?

Esto es, no será lo mismo la escritura del libro que se quiere histórico y documentado, tratando de desvelar alguna luz escondida o un material desconocido, fruto de la investigación en una fuente original o en un archivo hasta ayer cerrado; del libro que se sabe que trata de realizar un relato de ficción y a ello aspira simplemente. Por no hablar y citar esa suerte de trabajos híbridos, que son un poco documento y otro poco relato e invento; y que se esconden en formas variadas, que van desde ‘El diario’ a ‘Las memorias’, incluso se formulan como ‘Biografía’, que esconde otra suerte de ambigüedad.r_berlin-la-caida-1945-9788498923193

Otra cosa que llama la atención, en este universo de la ‘escritura de guerra’, es la enorme cantidad de bibliografía disponible, en cualquiera de sus registros y formatos. Una bibliografía que parece crecer cada año un poco más; como si aún hubiera algo que decir o como si aún hubiera algo no dicho que empuja y dicta su  publicación y conocimiento. Fenómeno éste que podríamos hacer extensivo  a la ‘Guerra Civil española’, que al igual que las dos citadas  europeas, pero sobre todo a la llamada ‘Segunda Guerra’, posee un listado inabarcable de textos y de estudios.

De igual forma y manera, que tanto nuestra ‘Guerra Civil española’ con su 78 aniversario, como la ‘Segunda Guerra Mundial’ con su 75 aniversario, cuentan con otra ingente cantidad de ejercicios cinematográficos, en forma de películas de ficción y de piezas documentales, que las hace igualmente inabarcables y por ello, indescriptibles. r_GC1El carácter de la ‘Guerra Civil española’ como antesala experimental de la Segunda Guerra Mundial’, y el carácter de ésta como ‘Guerra Total’ o como ‘Guerra de exterminio, así proclamada por el Tercer Reich, son algunas de las razones de la curiosidad que no cesa. Curiosidad que se hace extensiva también a la ‘Primera Guerra Mundial’, al abordarse en ella aún tímidamente, aspectos novedosos como la ‘Tecnificación’ y la aparición significativa de la aviación, realidades que determina un nuevo frente de combate en el aire y una naciente movilidad en la tierra. Frente al estatismo guerrero previo, aparecerá el concepto total de ‘Blitzkrieg’ o Guerra relámpago, que acontece como una descarga de energía eléctrica instantánea.

r_18757Visible todo ello en los ‘Diarios’ del combatiente prusiano y escritor Ernst Jünger, cuya longevidad le permitió anotar tanto a la Primera Guerra como a la Segunda Guerra Mundial. Visiones literarias que se prolongarían con la obra de Erich Marie Remarque ‘Sin novedad en el frente’, con la pieza de Ernest Hemingway ‘Adiós a las armas’ y con la novela por entregas de Heinrich Mann ‘El súbdito’, que daría pie a la posterior réplica de su hermano Thomas en sus ‘Consideraciones de un apolítico’ publicado en 1918. Por no citar la trilogía de Alfred Döblin, llamada justamente ‘1918’.

Hemingway volvería a la literatura bélica con la pieza de trasfondo español ‘Por quién doblan las campanas’, llevada al cine en 1943 por Sam Wood, en lo que era un esfuerzo de la administración del presidente Roosevelt por conciliar posturas entre varios compromisos. Seis años antes, Hemingway, junto al cineasta Joris Ivens, había realizado el documental bélico de 54 minutos, ‘r_el-misterio-de-olga-chejova-9788408008453Tierra de España’ contando además con la colaboración de John Dos Passos y Lillian Hellman.  En 1939, es decir con la suerte ya echada sobre el final de la Guerra Civil y en vísperas de la invasión de Polonia, André Malraux, aprovecha su novela ‘L`espoir’, trazada en sus años de combate español, para rodar el largometraje, junto a Max Aub, ‘Sierra de Teruel’, película que es ya un canto final de la batalla perdida. Del mismo año, es la otra visión la Nacional o nacionalista, de ‘Sin novedad en el Alcázar’ del italiano Pietro Genina, realizada en un tiempo récord y premiada en la Bienal de Venecia de 1940.

Max Aub, desde 1943 daría inicio, por otra parte, a un ciclo narrativo de enorme intensidad e importancia, sólo comparable a los ciclos narrativos de Arturo Barea con ‘La forja de un rebelde’ (1941-1944) y al posterior, de Juan Benet con ‘Herrumbrosas lanzas’ (1983-1986), ciclo aubiano conocido como ‘Los Campos’. En 1943 aparece ‘Campo cerrado’, en 1945 ‘Campo de sangre’, en 1951 ‘Campo abierto’, en 1963 ‘Campo del Moro’, en 1965 ‘Campo francés’ y  ya tarde, en 1967, ‘Campo de los almendros’. r_VOLLMANEs decir, hubo que esperar treinta años, para contar con una visión novelada de la guerra, desde la óptica de un republicano perdedor y exiliado, como fuera Aub. En el lado opuesto de los vencedores de la contienda, la literatura producida no había tenido las restricciones con la que contó la escritura republicana. Serían los casos primerizos de ‘Madrid de corte a checa’ (1938) de Agustín de Foxá, y los posteriores de García Serrano, que ya contó con el relumbrón de ‘La fiel infantería’ (1943) y con ‘Plaza del Castillo’ (1951).  Habrá que señalar, por el carácter masivo que tuvo su difusión, la trilogía sobre la Guerra Civil, desplegada por José María Gironella, que quiso mantener ciertas distancias de los extremos enfrentados, pese a haber sido combatiente republicano. Ciclo comenzado en 1953 con ‘Los cipreses creen en Dios’, seguido en 1961 por ‘Un millón de muertos’ y cerrado en 1966 con ‘Ha estallado la paz’.

El recuento no puede dejar de ser sintético, y por ello se omiten numerosas obras que han venido produciéndose hasta fechas muy recientes en los diversos campos citados. Baste señalar, en el caso español, las obras de Martínez de Pisón, Eduardo Mendoza, Muñoz Molina o Javier Cercas, como cuentas del rosario que sigue creciendo. r_la-vida-de-los-objetos-9788415608554De igual forma que en el caso relativo a la ‘Segunda Guerra Mundial’, tendríamos que señalar como piezas producidas en los últimos años ‘El rey de los alisos’ de Micheal Tournier (1970), ‘Las Benévolas’ (2007) de Jonathan Litell,  ‘La vida de los objetos’ (2012) de  Susanna Moore y ‘HHhH’ de Laurent Binet (2012), entre algunas obras destacadas. De igual forma que deberíamos anotar el ciclo berlinés de Philip  Kerr, ‘Berlin noir’ que conjuga la novela negra con el fondo de la guerra en Berlín.

Viene todo ello además a cuenta, por el carácter francamente opuesto de dos textos, relativamente recientes, ubicables en el universo de la ficción de las dos grandes guerras y con estrategias narrativas diferentes. Me refiero, cronológicamente, a ‘14’ la novela de Jean Echenoz, publicada en 2013, a propósito de la primera contienda; y a ‘Europa Central’, el enorme trabajo de William Vollmann de 2007. R_ECHENOZ-14El francés resuelve su rememoración en apenas cien páginas; mientras que el americano  se prolonga en un recorrido de más de ochocientas sesenta páginas de texto, donde desfilan personajes reales como el compositor soviético Dimitri Shostakóvich, el director de documentales Roman Karmen, la artista alemana Käthe Kollwitz o el general ruso Andrei Vlaslov. Los personajes de Echenoz, son por el contrario, cuatro jóvenes desconocidos de la Vendée, Anthime y sus amigos; que tendrán diversos avatares en las líneas del Somme y de Verdún. Ficción y realidad se dan la mano y se cambian de guantes o le dan la vuelta. Produciendo un enorme caudal de piezas de ficción que se van encabalgando en la realidad y la iluminan. Quizás, porque la afirmación vertida por Andrés Trapiello en su novela con trasfondo bélico ‘Ayer no más’, sea verdadera. Para contar la guerra (cualquier guerra), “donde no llega la historia, alcanza mejor la ficción”.

Periferia sentimental
José Rivero

 

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2 COMENTARIOS

  1. Confieso que, a la altura de mi medio siglo, la guerra no me inspira otra cosa que asco. De niño, no; la guerra es cosa de gente infantil y atrasada; me leía los cómics -historietas o tebeos cabría mejor decir- de Hazañas bélicas, compuestos por Boixcar, con fruición, y hasta me compraba soldaditos de plástico para representar mis propias batallas con ayuda de pinzas de la ropa que me servían para hacer aviones, bombas, torres, casas y demás. Me gustaba mucho el cine bélico (maravilloso ese pasaje de Objetivo Birmania, en que le dicen a Errol Flynn ¿qué pasa si el paracaídas no se abre? y contesta -«Llegarás el primero». Nadie sabía dónde, claro, pero sí el orden, desde luego, ya que todos vamos a ir allá más pronto que tarde. Como cuando escribían los que iban a fusilar: «Mañana partimos con rumbo desconocido…»

    Luego me leí las maravillosas memorias de Errol Flynn, un hombre que fue aventurero y ligón no solo en la ficción, sino en la realidad, y en ellas, para consolarse de sus ganas de suicidarse tras su divorcio con Lili Damita, viene con su compañero de aventuras picarescas por Asia, el médico holandés Goetz, creo se llamaba, a la Guerra Civil española con el propósito de escribir algo sobre la misma. Le asesinan a un gordo cura en Albacete ante sus narices y se cabrea; le bombardean Madrid y casi se lo cargan en una carretera; le ofrecen matar a un fascista, le dejan el rifle y todo, y se da cuenta de que no puede, que cazar es una cosa y matar hombres otra. Estar en la guerra le sirve para borrar la pizarra y empezar de nuevo: ya tiene la cabeza limpia de gilipolleces, y se vuelve a drogar hasta las cejas hasta el final de su vida, que pasó sobre todo en su segundo yate, lo único que le quedó tras el divorcio, atracado las más de las veces en Mallorca.

    He leído mucho de lo que dices; no mencionas muchas obras, claro, porque la bibliografía es interminable, como las tres de Manuel Andújar, una de las cuales transcurre en un pueblo manchego, por cierto. Yo me leí las nueve novelas de Sender, las que forman Crónica del alba, pero las mejores son las primeras. La guerra no tiene ningún atractivo; tampoco en La forja de un rebelde, de Arturo Barea, aunque es más fácil de leer y releer; yo me habré leído la trilogía tres o cuatro veces; pero he de confesar que el más flojo es el tercero, como en el caso de Sender las últimas tres novelas que transcurren en la Guerra Civil; hasta la guerra de Marruecos del segundo volumen, «la Ruta», es mejor que el tercero, «la Llama». Uno se queda con los personajes y con el rebozo de lenguaje y metáforas que los forja, no con los marcos espacio-temporales ni con las ideas, lo cual nos dice qué es lo importante en toda novela: no la postal, sino las personas conocidas que contienen; por eso preferimos las fotos a las postales.

    • Hay pasajes de Ciudad Real también en ‘España 1934’ de Laurent Lee, y algo ‘En la España roja’ de Pruszynski. Claro que todo es parcial y forzado y nace de lo último comentado, abordar acontecimientos bélicos en formas tan opuestas, como hacen Vollmann y Echenoz. Otra cuestión será las filias y fobias sobre el ‘Ardor guerrero’. De todas formas anotar el colapso del género en las guerras últimas o tenidas por tales. Como sí no hubiera guerras más que en el futuro galáctico e interestelar.

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