Las últimas cuatro esquinas

Fermín Gassol Peco.- Hace unos días se clausuraba una entrañable exposición en el antiguo Casino de Ciudad Real sobre fotografías antiguas de la ciudad. Una galería montada por el grupo“No eres de Ciudad Real, si no…». Después de visitarla y tras contemplar también otras que se encuentran colgadas en internet, entre ellas las que mi pariente Luis Mario Sobrino viene publicando en este medio, he de decir con cierto orgullo que algunas de esas imágenes siempre han permanecido vivas en mi retina. De alguna manera soy ya un testigo en parte de ese tiempo.
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Una de esas fotos a las que me refiero está tomada desde la torre de San Pedro y muestra a una población de casas bajas entre las que despuntan imponentes, las figuras de las Iglesias; otra, la realizada desde el parque de Gasset en la que se contempla la Catedral “de cuerpo entero”. Una fotografía que también ha llamado mi atención es la realizada a la entrada de la carretera de Toledo en la que se pueden apreciar los restos de las murallas hoy desaparecidas, en las que vivían, nos podemos imaginar cómo, algunas personas.

Con la rapidez y comodidad que ofrece la informática he avanzado en un pis-pas a más de cien años y en otra página se pueden contemplar las panorámicas actuales de la ciudad desde esas u otras torres. Se adivina la misma perspectiva pero con un considerable aumento de su dimensión horizontal y sobre todo, vertical.

Hoy Ciudad Real tiene un aspecto más altivo. Salvando el barrio del Perchel con esos rincones preciosos de sabor añejo, las plazas de Santiago y Agustín Salido, pocos más conservan ya totalmente la imagen del ayer. Solamente las Iglesias y algún edificio público mantienen el tipo ante unas piquetas que de una manera progresiva demolieron con mayor o menor acierto lo que teníamos de historia arquitectónica.

Uno de esos rincones que permanecen como hace más de sesenta años es el compuesto por las cuatro esquinas en las que confluyen las calles del Prado, Feria, Mercado Viejo y Postas. Aunque alguno de los comercios que existen en los bajos ha cambiado de aspecto y negocio, los edificios que los albergan permanecen inalterados.

Tal es el caso del edificio de la farmacia que fue propiedad de D. Diego Peris Oliva, hoy de su hijo D. Carlos y de la que recuerdo las colas que hacían los clientes para que Ramón, alma de la farmacia, certificara cual “notario” la idoneidad de las recetas que le llevaban, cuando no era él mismo quien las “medicaba” para mitigar las dolencias; era una verdadera institución en nuestra ciudad.

Enfrente se sitúa la casa que fue propiedad de los señores Calahorra- Escobar y sus hijas Doña Matilde y Doña Luisa, esta última recientemente fallecida, maestras ambas, con las quienes esto escribe aprendió las primeras letras y las cuatro reglas; un edificio que acaba de ser acertadamente restaurado por el actual propietario y en cuyos bajos sigue existiendo una tienda de bolsos. Antes recordarán que en ese mismo local se encontraba la tienda de ultramarinos La Pajarita regentada por D. José Navarro abuelo materno de mi esposa.

Cruzando la calle de la Feria y en el local donde está actualmente la zapatería de mi compañero de bachillerato D. José Luis Agudo, estaba abierta la sastrería de D. Carmelo Coello; la casa sigue siendo propiedad de la viuda de D. Jesús de la Fuente, Doña Adela Ferreras. Por último cruzando la calle del Prado, la casa de tres pisos que fue propiedad de los señores Morote Díaz y en la que existía un local destinado a peluquería; en ese lugar y desde hace años se encuentra ubicada una tienda de trajes de novia propiedad de D. José Antonio Peñalta.

Cuatro esquinas en fin, que aún permanecen vivas y que saben de tantos secretos, de tantos lances, de tantas vidas…de las que la mía forma ya parte.

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9 COMENTARIOS

  1. Otra «cuatro esquinas» que recuerdo de pequeño es la formada por el cruce entre las calles Calatrava, Toledo, Maria Cristina y Feria y sobre todo recuerdo con dolor patrimonial el haber perdido joyas comerciales, sencillas pero nuestras, como La Puerta del Sol, la papelería Vivar, la tienda imaginera de Mur o los Almacenes El Capricho… ¡Ay doña Piqueta…!

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