Átenme esa mosca por el rabo: «El problema más difícil del mundo», de Luis Fernando Areán Álvarez

palabrasmarginalesFermat fue un conspicuo matemático que prefiguró e imaginó casi sin darse cuenta el cálculo diferencial un poco antes de que lo descubrieran, al unísono pero de forma incomunicada, las grandes mentes de Newton y Leibniz entre otras. Esta noticia convierte a Fermat en incoador de una nueva forma de ver el mundo, y también en uno de los mejores cerebros que se han dado un garbeo por el ecúmene terrícola.

Lo anterior no es un ditirambo gratuito, ni tampoco se trata de una exageración. Como bien explica el autor de este modélico volumen de divulgación científica, Fermat llevó una vida interna rica y novedosa en ideas sobre la matemática y la física (más bien en su terreno de la óptica, pues la filosofía natural –como en el siglo XVII se llamaba a las ciencias físicas– no parecía interesar demasiado a tan grande hombre).

fermatTambién llevó una existencia tranquila, apacible, de juez favorecido por las enfermedades de sus colegas, que morían sin mucho entusiasmo por dejar este mundo, y así le dejaban ascender en el escalafón.

Fermat ha pasado a la historia, no por sus contribuciones a un cálculo diferencial que tuvo delante pero no supo ver, sino por su famosa conjetura (mal llamada teorema), que ha tardado algo más de 350 años en resolverse.

Cabe tal honor a un genio inglés de apellido Wiles que trabajó durante años en secreto en la elucidación de una de las preguntas más sencillas de concretar pero más difíciles de contestar que se ha planteado jamás matemático alguno, a saber: si la desigualdad  se cumple siempre, siendo n un número natural mayor que 2.

Fermat afirmó a principios del siglo XVII que tenía la prueba y la demostración exacta de tal aserto, pero jamás la publicó y jamás se encontró entre sus papeles rastro alguno de que la hubiera conseguido.

Lo único que legó a la posteridad a tal respecto es una anotación en un margen de un libro sobre aritmética. Pero, como se ha dicho, ninguna demostración. De tal manera que los matemáticos de tres siglos y medio han luchado contra este problema con las mejores armas que les ha dado la naturaleza y la técnica.

Se dice en esta obra que el estudio de la demostración de Wiles acerca de la desigualdad de Fermat llevaría a un matemático profesional un periodo de trabajo de ¡meses! Imagínense ustedes –si pueden (yo, no)–, la complejidad de tal hazaña. Átenme esa mosca por el rabo. Sin embargo, el tomo que nos ocupa elude en lo posible el abstruso conglomerado de ecuaciones matemáticas y, sacrificando quizá un tanto el rigor en aras del buen entendimiento, acerca a los ciudadanos de a pie tan fascinante cuestión.

Libros como este son necesarios en un país que desprecia el conocimiento matemático como algo excéntrico, raro y hasta incómodo. Puede que alguno de ustedes, tras leerlo, comience a pensar de otra forma.

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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