Poesía en línea

José RiveroDecía Manuel Vázquez Montalbán de forma elíptica, que «el centro es la línea más larga entre dos puntos«; por lo que haciendo buena la inversión propuesta, podríamos afirmar convincentemente que «la línea  entre dos puntos es el centro más corto«. Aunque haya, quien a continuación pregunte ¿qué tipo de línea es esa que amaga pero no da?; incluso que amague preguntando ¿qué es un centro corto? Pero ¿hay centros cortos, o todos los centros son muy largos, al carecer de bordes y laterales? Por no hablar de la extrañeza misma de las líneas. Habida cuenta de la diversidad de líneas existentes en el universo de la geometría y en las misteriosas ‘cajas de líneas’; incluso de la extrañeza que nos produce saber que por un punto, por un sólo punto tan pequeño y minúsculo como centrado, puedan pasar infinitas líneas rectas.

rv_23-eb541-195x195 De forma perecida Eduardo Barco se esfuerza en formular todo un trabajo sorprendente que merece advocaciones varias, bajo la estela de una denominación comprometida como la de ‘Pensamientos lineales‘ (BAM, Colección Ojo de pez, 2015). Dando a entender que por oposición a lo lineal, pueda haber pensamientos no lineales, que serán consecuentemente ‘Pensamientos discontinuos’, como la luz misma; ‘Pensamientos curvos’, como cierta geometría no euclidiana; ‘Pensamientos simultáneos’, a la manera de Nietzsche y hasta ‘Pensamientos quebrados’. Un ‘Pensamiento lineal’ será, consecuentemente, tanto el que se produce sobre la vida y milagros de las líneas en su conjunto, como el que opera con esa determinación precisa de una secuencia temporal, que cuenta con un principio y con  un final. Aunque luego hablaremos de los finales. Y es que una línea, pese a su neta espacialidad, introduce, dolorosamente, el tiempo en los bolsillos de nuestras vidas. Por eso hablamos tanto de la ‘Línea del tiempo’ como de la ‘Línea de la vida’, que son otras variantes espaciales.

rv_EBLa primera de las dificultades al abordar un comentario sobre este trabajo de Eduardo Barco, tiene que ver los inconvenientes mantenidos por  mí mismo, al prologar el ciclo que vengo desarrollando de mis ‘Geografías personales’. Dificultad que linda con la similitud de algunos propósitos existentes entre estos ‘Pensamientos lineales’ y ese ciclo señalado en sus dos primeros grados. Coincidencias no ya de contenidos ni de estrategias, sino de procedimientos abiertos. Así Barco puede formular que «una línea es una serie de palabras que escribo para intentar definir lo que es una línea. se me antoja que es una línea infinita«; de la misma forma que yo enunciaba en el Grado Medio, de las referidas Geografías que «Nunca cerraré estas anotaciones y apuntes. Siempre irán abriéndose nuevos temas. Por eso, aunque pare, nunca terminaré. O no terminaré nunca«. Emparentando las líneas, las palabras y las tareas nunca acabadas con la dificultad de los finales; que no dejan de ser parecidas a las dificultades de los principios. Similares son, por otra parte, las afirmaciones vertidas por Umberto Eco, al afirmar que “Este trabajo en curso no está terminado (de otro modo, no estaría en curso), pero espero haber acumulado suficiente experiencia para decir algunas palabras sobre mi forma de escribir”. De igual forma que en esa clave del aplazamiento, se producía la visión de Godard de que  “todo proyecto vital y cultural es un asunto inacabable y fragmentario”.

El segundo asunto relevante, tiene que ver con el desplazamiento de las experiencias en Eduardo Barco: desde lo plástico a lo poético, y desde lo visual a lo verbal. No es que no haya habidos precedentes de creadores plásticos que en un momento de su trabajo deciden matizar sus ideas desde la reflexión escrita en formas variadas, ya los sonetos en Miguel Ángel, ya los aforismos en Leonardo, ya los tratados en Alberti, ya las meditaciones en Kandinsky; sino que todo ese caudal de palabras señala un déficit de las imágenes. rv_inv_e_mailQuizás fuera el déficit señalado por Fernando Savater, al decir que “soy de los que creen que la imagen no sólo vale más que mil palabras, sino que necesita más de mil palabras para valer algo”. Razonamiento que yo forzaba, y por ello debería haber dicho, no ‘para valer’, sino «para ver algo en esa imagen, se precisan las mil palabras justas o más«. Pero tampoco las divisorias deben de ser tan rotundas, porque hay palabras que llevan ya su cargamento de imágenes, de la misma forma que las imágenes reclaman palabras para abrir sus sentidos.

Y es esa relación entre palabras e imágenes, y en el límite entre Poesía Pintura la que conviene explorar. No es que la ‘Poesía sea una arma cargada de futuro’ como quiso y quisiera Blas de Otero, sino que creo que ‘la Poesía es un arma cargada de imágenes’.  Frente a los que piensan y captan el ejercicio poético, exclusivamente como un mar de palabras, hay lectores y autores que suelen encontrar en esos materiales verbales un yacimiento de imágenes. ¿Pero cómo se pasa de las palabras a las imágenes? Esa es la cuestión que no es ni nueva ni novedosa, pese a lo que pudiera parecer. Hay ya una trayectoria plural de miradas poéticas y de palabras pintadas. Flores que viajan desde los ‘Caligramas’ de Apollinaire, a las reflexiones de Juan Ramón Jiménez, desde los ‘Aforismos’ de Ángel Crespo a ‘la Poesía en línea’ de Gregorio Prieto o a la ‘Poesía letrista’ de Cirlot. Por no citar otros ejercicios de intersección de imágenes y poemas, a la manera de Joan Brossa, de Chema  Madoz o de  Teo Serna.rv_invbarco5

Se me dirá incluso, que no hay palabras que no lleven una mochila de imágenes a cuestas, por lo que esa designación de palabra e imagen, es pura repetición y pura evidencia. Y  más, si eso acontecen en la forma expresiva más concentrada, como es la palabra poética. Como si la decantación verbal de la poesía, acabara produciendo la precipitación de las piedras visuales. Ya se sabe,  imágenes propias e imágenes prestadas. En el primer caso, el de las imágenes propias, estaremos en presencia de un genero mestizo que tiene diversas denominaciones: Poesía Concreta, Poesía Experimental, Poesía Visual. En el segundo caso, con  las imágenes prestadas estaremos reconociendo la capacidad de las palabras poéticas para erigir un muro de sensaciones. Esa trabazón entre poesía y pintura, retomando el horaciano ‘Ut pictura poesis’ no resuelve su semejanza o su contigüi­dad, ni tampoco determina sus capacidades de mimesis y de representación de la reali­dad. Por una parte las palabras, por otras las imágenes.

El Epílogo que traza Barco, fija un cambalache parecido al del tango conocido.

«cambio frase de hölderlin

vivir es defender una forma

por

vivir es defender una línea«.

Epílogo que yo rectificaría como: ‘vivir es defender una palabra’.

Periferia sentimental
José Rivero

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4 COMENTARIOS

  1. En poesía de vanguardia me parece que es casi imposible ir más allá del Oulipo o, en español, del argentino Bernardo Schiavetta en poesía o, en prosa, Julián Ríos, aunque, francamente, no hay nada más anticuado que la Vanguardia: ya se distraían con esos juegos algunos alejandrinos del helenismo e incluso algún mediomanchego como León María Carbonero y Sol y Merás, cuyo rarísimo y erudito «Esfuerzos del ingenio literario» (1890) conseguí barato en un librero de viejo hace tiempo.

    • Tradición y Modernidad; Retórica y Vanguardia. Tenemos tema de análisis. Podríamos organizar un coloquio. Me interesa el OULIPO tanto como la Internacional Letristas, aunque siempre acabe uno acomodándose en los prados de Lope o en JRJ.

  2. Me alegra mucho que hayas escrito sobre Eduardo. Alguien a quien conozco desde que medía algo menos de un metro, porque hace cosas que me encantan.

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