Periodismo manchego decimonónico

José Antonio Casado.- Dicho lo dicho por Ángel Romera sobre Félix Mejía, hay que añadir que las mejores páginas del periodismo manchego hace dos siglos se escribieron, casi con toda seguridad, fuera de la Mancha. En los años quince, el Padre Agustín de Castro, después de haber tenido un notable éxito en Ciudad Real con «La Gaceta de la provincia de Ciudad Real», se trasladó a Madrid donde, desde «La Atalaya de la Mancha», se convirtió en una voz que tenía ecos a escala nacional.

casadoAl padre Castro, que defendió de forma arrebatada la religión católica, la independencia y la monarquía, hace varias referencias Pérez Galdós en «Memorias de un cortesano de 1815». Al final dio con sus huesos en la cárcel y fue objeto de feroces ataque liberales en un tiempo en que la guerra entre estos y los absolutistas era despiadada.

La guerra de la Independencia, con sus venganzas, ejecuciones, comienzo de las guerrillas rurales, cambio y relajación de las costumbres y, sobre todo, con la negativa de los ciudadanos a pagar los diezmos a la Iglesia, puso las bases para una transformación en profundidad de la sociedad ciudadrealeña, aunque esta no se consiguiera hasta finales del siglo con la implantación de la sociedad burguesa y de las ideas liberales.

La conjunción de carlismo, rebelión de los campesinos y desamortización hecha con criterios burgueses que, en vez de ser un medio para redistribuir la propiedad, dejó a la gente del campo más pobre que antes debido a que muchos bienes de los ayuntamientos que antes disfrutaba el pueblo pasaron a ser propiedad de los más ricos, dio como fruto maduro el bandolerismo.

Los viajeros románticos franceses, americanos e ingleses que atravesaron la Mancha en diligencias, camino de Andalucía, escribieron para sus periódicos crónicas que marcaron a sangre y fuego el carácter de estas tierras. «Tuvimos que cenar y dormir en Ocaña para esperar el Correo Real y de este modo uniéndonos a ellos, aprovecharnos de su escolta, porque íbamos a adentrarnos en la Mancha, infestada por aquel entonces por las bandas de los Palillos, Polichinelas y otra buena gente poco recomendable». No menos explícito se muestra el americano August F. Jaccaci en «La Ruta de Don Quijote»: «Mis amigos me insistieron en que no me aventurara por esta región primitiva, tosca, sin procurarme la seguridad de una escolta de gente armada, para prevenirme de los vagabundos, pues, decían, la navaja se maneja diestramente».

A mediados de siglo destacó la actividad periodística de Antonio Monescillo Viso, el cardenal Monescillo que, debido a su pluma incisiva, se creó innumerables problemas. Sus artículos, que le llevan al destierro en Bayona, aparecieron en los periódicos «La Esperanza», «Altar y Trono» y otras revistas. El cardenal Monescillo fue aquel personaje que en los debates en las Cortes sobre la Constitución de 1876 pronunció la célebre frase de «Pan y Catecismo», sucedáneo integrista del no menos célebre «Escuela y despensa», de Joaquín Costa. Terminó tras participar en el Vaticano I y otras muchas peripecias siendo arzobispo de Toledo, después de haber pasado por Valencia.

Como colofón a un siglo en el que se van abriendo paso poco a poco las nuevas ideas liberales y una sociedad algo más justa que la del Antiguo Régimen, marcada por la burguesía en alza, la Mancha alumbró a García-Vao, un periodista nacido en Manzanares que terminó asesinado en Madrid, no se sabe si a manos de los absolutistas o de los masones, cuando todavía era joven. En «Las Dominicales», García-Vao adquirió una rápida notoriedad con sus artículos antirreligiosos, entre los que sobresalieron una serie contra la Iglesia católica y otra a favor de la Institución Libre de Enseñanza. Murió apuñalado por un albañil en presencia de varios transeúntes un 18 de diciembre, al atardecer.

Entre García-Vao y Agustín de Castro, pasando por el cardenal Monescillo, corre un siglo de historia que ha quedado reflejado en una serie de periódicos, efímeros las más de las veces, que fueron dejando rastro y huella de los aconteceres de la Mancha y, al mismo tiempo, sirvieron de fermento para que las nuevas ideas fueran calando, especialmente en los períodos progresistas.

Cuando termina el siglo y empieza la Restauración, nace el primer periódico diario, lo cual quiere decir que funciona el correo, el teléfono, el telégrafo y que existen empresas, tal vez familiares, que son capaces de poner en la calle un diario que refleje las inquietudes de la burguesía ascendente.

Al finalizar el siglo asistimos también a un fenómeno curioso por un lado e interesante por el otro. Los directores de los periódicos manchegos forman piña y se constituyen en una especie de sindicato para defender sus derechos frente a la nueva burguesía en ascenso. Lo hacen diez años antes de que en Madrid se forme la asociación de la prensa, con marcado tinte asistencial. No queda claro si existe relación entre un fenómeno y otro. No parece probable, pero tampoco se descarta. El sindicato lo fundan periodistas que, siendo abogados, ingenieros o de otras profesiones liberales, forman parte de la élite de la provincia y deberían haber estado integrados por tanto dentro de la burguesía emergente e identificados con los valores defendidos por la misma.

Por lo demás, las estructuras sociales no cambian tanto como sería de desear: no existen grandes ciudades, la incomunicación entre las comarcas es mucha y, dentro de cada feudo, al abrigo del latifundio, viven y prosperan los caciques. (Ver José Antonio Casado: “Lanza, 50 años de empresa periodística”, en imprenta).

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9 COMENTARIOS

  1. Hay bastantes errores en lo que dices. Quizá el primer periodista ciudarrealeño fue el autor de una relación de sucesos sobre la conquista de Perú, Cristóbal de Mena. «La conquista del Perú, llamada la nueva Castilla…» Sevilla, 1534, fue la primera noticia que se dio en Europa de tamaña gesta; de él ya hablé en esta misma columna:

    http://www.miciudadreal.es/2013/01/12/cristobal-de-mena-un-cronista-de-indias-de-ciudad-real/

    Por cierto que Agustín de Castro era un conquense de Tarancón, aunque predicó en Infantes y se conserva un sermón suyo ¡a favor de la Constitución! Era un periodista venal: sus artículos le reportaron grandes recompensas económicas por parte del poder absolutista (el regente, el propio Fernando VII); estaba a favor de la Inquisición y de la pena de muerte para los liberales. Para intoxicar, escribió una constitución jacobina falsa que sirvió para enviar a la cárcel a los liberales en 1814. Fue la Brunete mediática de Fernando VII, con quien estaba en comandita. No estuvo en la cárcel, que va, pero si sufrió bastantes pleitos por parte de los liberales, entre ellos Mor de Fuentes. Pero quien sabe más de esto ahora mismo es Isidro Sánchez, que le ha dedicado un artículo inédito que ha tenido la amabilidad de enviarme, porque tengo empezada una monografía sobre este fulano, uno de los periodistas más falsos y rastreros del siglo XIX. Ahora está sepultado con otras momias igual de carcas en El Escorial. Podéis ver algo de lo que se sabe (muy poco) sobre él la Wikipedia; el artículo lo he escrito yo; descubrí su lugar de nacimiento, su fecha de deceso y algún que otro detalle más, solamente. Sin embargo, algunas características de su estilo son importantes para el periodismo posterior: la impronta cervantina, sobre todo.

    En cuanto a Monescillo, no he visto un prestigio más inflado y falso que el suyo; cualquiera que lea sus notitas a la Historia de la filosofía de Bouvier (yo lo he hecho), e investigue un poco en esta «figura», que eso es lo que es, concluirá lo mismo. Fue una figura política, nada más, con alguna facilidad oratoria y ninguna obra escrita de mérito que sea hoy mínimamente legible.

    Al masón García-Vao lo he leído y estudiado a fondo y tengo todas sus obras originales. Como poeta merece mucha atención: presagia a Machado en muchas cosas, incluso en los símbolos, y se puede decir incluso que algunos de los poemas del sevillano evocan dos poemas suyos; no en vano estaba asociado a la ILE. Fue una gran pérdida para nuestras letras; por demás, ya escribí sobre él en una historia de la literatura manchega que publicó en un libro colectivo nuestro activo común amigo, el director de la biblioteca de Toledo. Por demás, no hay que olvidarse del gran periodista masón y librepensador de Almadenejos que fue quien introdujo a García-Vao en Las Dominicales del Libre Pensamiento que había fundado y dirigido junto con Chíes, Fernando Lozano Montes. Podéis leer la biografía de la Wikipedia, que la he escrito yo:

    http://es.wikipedia.org/wiki/Fernando_Lozano_Montes

  2. Interesante artículo y muy bien escrito , da gusto que gente de tanta sabiduría como Angel Romera y usted colaboren en este diario con artículos para enmarcar.

  3. Me ha gustado esta referencia de Casado:

    «No menos explícito se muestra el americano August F. Jaccaci en «La Ruta de Don Quijote»: «Mis amigos me insistieron en que no me aventurara por esta región primitiva, tosca, sin procurarme la seguridad de una escolta de gente armada, para prevenirme de los vagabundos, pues, decían, la navaja se maneja diestramente».»

    ¿Qué política regional ya en el armario del olvido hizo caso a Jaccaci….? Jejeje, la historia se repite y se repite y se repite….

    Romera, eres un crack!

    • Agora, si los enmarca tenga en cuenta que, a veces, el marco vale más que el cuadro; a la hora de colocarlos me permito decirle que Casado tiende al paisaje de tonos leves, con alguna pincelada colorista, mientra que Romera es de primeros planos, rotundo y con contrastes fuertes. También me permitiría sugerirle que el mejor espacio lo dejara para Isidro Sánchez, un clásico.

      • Por supuesto: mi buen amigo Isidro (que fue el primero en mencionarme la existencia de El Zurriago) ha estudiado la prensa manchega dentro de La Mancha y yo la prensa manchega fuera: que ha resultado ser la más heterodoxa… y más brillante. En el fondo pasa lo de siempre, lo del endecasílabo que define lo aldeano: «Si es de aquí, no va a ninguna parte».

        Habría que añadir bastantes más, por cierto, en el siglo XIX: Juan Calderón, fundador del periodismo protestante en castellano en el siglo XIX, y los ciudarrealeños Fernando Camborda y Manuel Núñez, activos colaboradores del Memorial Literario de Madrid. A fines del XVIII, también, Sebastián de Almenara (el el Semanario de Salamanca y el Diario de Madrid) y el gran helenista Pedro Estala, que publicó crítica literaria en el Diario de Madrid bajo el pseudónimo El Censor Mensual y polemizó con Almenara, por cierto. Eso lo descubrió mi amiga Elena Arenas, que, por cierto, fue en la lista de Podemos.

        • Por demás, el periodismo manchego no podía producirse al principio del siglo XIX sino fuera, en Madrid y otros lugares: el motivo es evidente: no había imprenta en Ciudad Real.

        • Casado, a mi me gustan los cuadros de primeros planos, rotundos y con contrates fuertes. En mi colección de pintura no habría cuadros de Fragonard o Boucher; demasiado pasteleros.

          Como soy bastante vulgarcillo y de cultura mediana tirando a baja, voy a referirme al letrista de las Azúcar Moreno: «solo se vive una vez» y si esa vida la basamos en tonos leves, con alguna pincelada colorista ¿Qué somos?

          Quizá nos ha tocado ser los del «hasta aquí hemos llegado» y pagar las consecuencias de ello. Sean las que sean.

          No creo que sea el momento de los tonos leves. Así llevamos desde 1978. Probablemente es un momento de «catársis», como hablabas el otro día. Y la catársis no es leve, ni tiene tonos coloristas. Es romper y comenzar.

          No tengamos miedo a romper con lo establecido por los continuistas de la dictadura franquista. Somos lo suficientemente inteligentes como para ir a mejor. Al menos, yo lo creo así. Por mucho que una banda de rancios nos quieran calificar de radicales peligrosos. Qué coño peligrosos, si somos los ositos del mimosín!

        • Era una acotación puntual al artículo de referencia. En general, no me gustan demasiado ni las cataplasmas ni los paños calientes, Blisterr, aunque cuando era pequeño mi madre, a falta de fármacos, me los ponía y funcionaban bastante bien

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