Las piedras de la memoria (4)

José RiveroLa defensa de la ciudad histórica era vista, en la perspectiva del progreso autárquico, como un síntoma  ramplón, pasadista, sentimental y pueblerino, de un pretérito que había que extirpar y sanear por anacrónico y antañón, por improductivo y yerto, por antihigiénico e insalubre.Y por ello se podían leer admoniciones, aparentemente naturales, como las que siguen: “Habrá quien añore con sus razones la vida pasada, habrá quien censure, también con las suyas la vida actual. Lo que no puede sostenerse es el criterio del inmovilismo de nuestra ciudad. En el centro y en las calles de acceso, el ruido del tráfico de motor es constante. Por la noche no cantan los serenos, pero nos despiertan las masas que salen de los cines”[1]. Que metáfora más maquinista, tan  triunfal como exagerada: ‘¡El ruido del tráfico de motor es constante!’ Y en la anochecida de la fiebre urbana, son las masas, urgidas, vociferantes, jaleosas y urgentes, al salir de los cinematógrafos, las que suplen la melancolía apagada del golpe de chuzo del viejo sereno, por su acelerado murmullo y el eco turbio de sus pasos.

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De esa estirpe era el texto de tres años antes, ‘Tradición y modernidad’[2] que publica José López Sanz. Marcando bien a las claras el territorio que viene empujando y el futuro recién cortado. «Si fuésemos tan tradicionalistas como algunos pretenden, abogaríamos por la montera y el cayado, el refajo y el moño de picaporte; las mesas de los lecheros bajo los soportales de la plaza; la cocina baja de leña y la candileja de aceite; la tartana para el campo y la diligencia para los viajes. y sin embargo preferimos el traje moderno de buen corte, el establecimiento limpio y alegre, el butano o la electricidad para nuestras cocinas y el neón para nuestro alumbrado, el Seat 600 y el avión a chorro«. Lo que está en debate no es, por tanto, a juicio de López Sanz, el mantenimiento de los viejos edificios y de las antiguas ciudades, sino la pugna por un nuevo modo de vida moderna, casi como de un Nuevo Orden se tratara. Un Orden más moderno, más higiénico,  más confortable y más acelerado. No hay fraccionamiento posible, como en el Evangelio: o con el progreso o contra el progreso, ¿ustedes dirán? Y  claro que dijeron y proclamaron los implicados en la disyuntiva: butano, electricidad, agua corriente, ropa nueva y Seat 600. Por ello, proseguía el relato. «¿A qué inútiles lamentaciones en pro de una tradición ya trasnochada? La capital de hoy, muy diferente a la de ayer, tiene otras necesidades que antaño, y el portón rústico resulta antiestético y poco práctico«.  Y por ello, todos esos viejos valores, podían ser removidos por la suerte afamada de la picota del progreso. ¡Adiós portón rústico, hola cocina de gas butano!rv_SAN-MATEO-ALCAL-GUADAIRA

Frente a la ciudad del silencio expuesta años atrás por Emilio Bernabéu[3], Antonio Ballester (que fuera alcalde de la ciudad, no lo olvidemos, entre 1953 y 1960) opta por la nueva realidad del ruido urbano, que acompaña al tráfico, a las masas liberadas y al ocio triunfante. De igual forma que López Sanz, prefiere el ‘avión a chorro’ al viejo portón o al superado ‘aguaducho de El Prado’. Frente al silencio bonancible que añora Bernabéu, surge la realidad ruidosa de unas transformaciones imparables que tendrán prolongación en los años siguientes, con tres mandatos claves y cruciales en el Ayuntamiento local. Serían  los de Victorino Rodríguez Velasco (1960-1966), Luís Martínez Gutiérrez (1966-1970) y Eloy Sancho (1970-1977). Diecisiete años cruciales para entender muchas cosas silenciadas, pero cuyos efectos llegan hasta la antesala de nuestros días, en una suerte de Pecado Original imborrable.rv_seat-600_01

El ciclo abierto por Antonio Ballester y cerrado por Eloy Sancho (responsable, por ejemplo, de la historia del nuevo Consistorio higueriano y actual Casa Consistorial), describe un arco temporal, de casi un cuarto de siglo, o de los XXV años de codicia inmobiliaria; capaz de desvelar buena parte de las transformaciones producidas sobre el caserío histórico y sobre «el portón rústico antiestético y poco práctico«. Como un elogio civil de la máquina ruidosa que abate y demuele las piedras de la memoria. Como una metáfora del maquinismo del espíritu de los ‘Tiempos modernos’.rv_Serenos-Valencia-01

La euforia expansiva de unos años desbocados, que se encaminan, como los ríos van a dar a la mar, al Plan de Estabilización de 1959, concluye con un inusitado fervor económico y con una fuerte apuesta de renovación material de la ciudad. Más allá de las realizaciones que se glosan como éxitos indubitables del Régimen, comienza a asentarse toda una estrategia del sentido –o del sin sentido– de la ciudad y de sus pingües rendimientos inmobiliarios. Acontecimientos que se verifican, curiosamente, entre las dos visitas de los Ministros de Vivienda de turno: la visita de José Luís Arrese en 1958 y la de  Sánchez Arjona en 1962. Estrategia del rendimiento inmobiliario creciente, que requiere una puesta a punto de los mecanismos productivos del suelo y una ordenación adecuada de sus rentas y beneficios. También un soporte normativo que legitime las apropiaciones de rentas del suelo. Y también un señalado corte de pelo ideológico.

[1] A. Ballester, Cambios en Ciudad Real, Boletín de Información Municipal, nº 14, 1964.

[2] J. López Sanz, Tradición y modernidad, Lanza, 25 marzo 1961.

[3] E. Bernabéu. Ciudad del silencio, Lanza, 29 diciembre 1955.rv_ZARAGOZA

Periferia sentimental
José Rivero

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4 COMENTARIOS

        • Recuerdo perfectamente que en el cine Proyecciones había un piano…para acompañar a las películas mudas.

          En verano y en un corral adjunto…se proyectaban películas. Me acuerdo ver allí «Tres lanceros bengalíes» de Hathaway.
          Después vinieron el Romasol, Savoy, Avenida, Calatrava, Plaza de Toros…

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