Atrocidades, las consecuencias de la “Troika” y sus palmeros o el regreso al planeta de los simios

Javier Fisac Seco.- Paga o muere, nos exige la impresentable “troika” después de haber salvado a los bancos de la quiebra gracias a transferir sus deudas a los presupuestos públicos. O sea, a los ciudadanos. Y nadie les pide responsabilidades. Socialistas y derechas unidos para salvar la codicia del capitalismo.
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Es necesario desenmascararlos constantemente. Y nadie les exige indemnizaciones, ni los denuncia a los juzgados. Debe ser que lo tienen todo comprado.

Frente a los ciudadanos europeos, la “troika” simula un desprecio en el que se oculta mucho temor; su sentimiento real hacia ellos es de odio. El odio que el opresor experimenta por el oprimido, de quien teme que se revele. Son presuntuosos, orgullosos, arrogantes creyendo que de esa manera autoritaria serán capaces de intimidar las políticas populares.

Como ya hizo el Gran Hermano de Orwell, hoy día los medios de comunicación y las academias de las lenguas han depurado el lenguaje de calificativos con los que ya no podemos calificar de inmoral la política económica del depredador imperialismo neoliberal porque éste los controla. La ética y la estética, los derechos sociales e individuales, la justicia y el derecho a la crítica y rebelión…han ido desapareciendo de estos medios. Por las mismas razones por las que los gigantes de la economía, Marx, analista del proceso, y Keynes, analista de las soluciones a la crisis, han sido borrados de todos los manuales de economía. El analfabetismo se ha hecho ciencia porque sin palabras ya no podemos elaborar el pensamiento y menos el crítico.

Tenemos que recurrir a las bibliotecas clandestinas, ocultas a la vorágine de los inquisidores del lenguaje crítico, como ya hizo Truffaut en su película “Fahrenheit 451”, para encontrar los adjetivos necesarios para calificar la política desoladora que nos aplican estos orangutanes de la economía. Todos ellos, socialistas, populares y demócrata cristianos, participan con placer o silencio complaciente del mismo ritual de la crueldad con el que tratan al pueblo, a sus ciudadanos, a los parados, a los desahuciados, a los jóvenes, a los enfermos, a los analfabetos, a los arruinados…

Tratan a los ciudadanos como si fueran bestias. Estos orangutanes del triásico de la pre-economía política y de la política, en su proceso de reconstrucción del planeta de los simios, con crueldad y odio de clase, califican de “vil muchedumbre” a los ciudadanos. Al pueblo que ellos han arruinado para poder amontonar sus riquezas. Esa propiedad, la privada, que sólo tiene un origen: el robo.

El capitalismo sólo puede formarse, desde sus orígenes y fuentes, mediante la apropiación de los bienes producidos por los trabajadores, fueran esclavos, siervos o proletarios. Toda riqueza, antes de ser acumulada por alguien, ha tenido que ser, en algún momento de la cadena, producida por mano de obra. Sin mano de obra el proceso productivo no se podría poner en marcha. Con razón A. Smith pudo afirmar que la única fuente de riqueza es el trabajo.

Hasta los economistas defensores del capitalismo, A. Smith y Ricardo, reconocían que existe un interés antagónico entre las ganancias y el salario como si este antagonismo estuviera determinado por leyes naturales en lugar de ser la consecuencia de la explotación de los obreros por los capitalistas. Hasta que estas oligarquías de simios no se han apropiado el Estado, era función de éste guiar sus programas económicos, la planificación de la economía, por el principio de que el bienestar de los ciudadanos es una responsabilidad esencial de los gobiernos, en lugar de poner en el orden del día el enriquecimiento de los depredadores capitalistas.

Pero el Capitalismo no garantiza el bienestar social conquistado. Vivimos bajo los efectos de una ilusión creada por el espejismo del bienestar conseguido en los últimos cuarenta años. Durante los primeros cien años del desarrollo del Capitalismo, todo el siglo XIX, los niños a partir de los cinco años trabajaban en las minas e industria textil durante diez horas. Y no había días festivos. Invito a la lectura de Dickens.

Durante los doscientos años de Capitalismo éste ha pasado por ciclos depresivos y expansivos. Porque forma parte de su mecanismo su naturaleza cíclica. Se basa en la acumulación de la riqueza que producen los que la crean. Hemos pasado por varias guerras durante el siglo XIX y por dos guerras mundiales en el XX amén de un proceso ininterrumpido de guerras que constantemente se reproducen. Todo esto, aunque no todos los conflictos actuales tienen su origen en los intereses capitalistas, es inevitable bajo la dinámica acumulativa y depredadora del Capitalismo. Este no puede garantizar el bienestar social porque en algún momento para poder continuar su dinámica acumuladora necesita devorar ese bienestar. Y volver a empezar. El Capitalismo se autodestruirá así mismo por indigestión. Superproducción y abundancia en la miseria. Una paradoja. En ese momento nos encontramos.

La propiedad privada capitalista de los medios de producción es la causante de todas las desgracias actuales, pero como las academias han borrado de los diccionarios esta expresión y en los libros de economía sólo está permitido hablar de neoimperialismo liberal, no tenemos palabras para calificar el expolio legal, pero ilegítimo, del pueblo. Ni tenemos conciencia para saber que ya empezamos a vivir en los árboles y en las selvas. Una avanzadilla del regreso al planeta de los simios.

Sin embargo, frente a este gobierno de orangutanes cabe la misma respuesta que dio el Comité Central de la Comuna de París, el 18 de marzo de 1871: “Los proletarios de París en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos… han comprendido que es su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el poder”.

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1 COMENTARIO

  1. Ni una crítica a la auténtica opresión, la de la Sociedad de Consumo. La austeridad voluntaria de los consumidores y el Mercado queda tocado. Sin generar necesidades materiales el hombre se libera. Tanto el Comunismo como el Capitalismo son vendedores de aire. Tu diagnóstico social y tu marxismo son caducos, son historia.

    El ser humano no esta alienado a las relaciones de trabajo, sino a las necesidades generadas por el Mercado y las ilusiones prometidas por el Estado.

    Los abusos proceden del trabajo y del Estado. Pero la alienación es cultural y es filosóficamente nihilista y materialista.

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