José Manuel Navia: «La fotografía nos permite contemplar algo reiteradamente y reflexionar sobre ello, y eso tiene una fuerza brutal, probablemente incomparable»

Eusebio Gª del Castillo Jerez.– Con motivo del tercer aniversario del colectivo fotográfico Alumbre, el fotógrafo José Manuel Navia ha desgranado en primicia su libro Miguel de Cervantes o el deseo de vivir. Una obra que, junto con la exposición homónima, verá la luz el próximo mes en Madrid. No cabía un alma anoche en el Museo del Quijote, oportuno escenario en el que se pudieron contemplar por primera vez las 85 fotografías del nuevo trabajo de este reconocido autor. Joaquín González Cuenca, catedrático de Literatura española de la Universidad de Castilla-La Mancha, y nexo entre Navia y Alumbre, introdujo con tino y agudeza al fotógrafo.
navia-alumbre-04José Manuel Navia aclaraba que no se trata de una obra sobre el Quijote, sino sobre Cervantes, aprovechando además que el próximo año se celebra el cuarto aniversario de su muerte. Circunstancia que ha servido para que entidades como Acción Cultural Española, el Instituto Cervantes o Ediciones Anómalas se implicaran el proyecto.

No es la primera incursión de este autor en el universo cervantino, pues ya en 2005 publicó el libro Territorios del Quijote, acompañado también de una exposición; un encargo de una editorial para conmemorar el IV Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote. Respecto a aquél, destaca que su nuevo trabajo es «mucho más libre y personal». De Territorios del Quijote le nació el amor por esta tierra, la admiración por las grandes llanuras y la amistad con González Cuenca. «Ahora, de manera natural, pensé que el 2016 era una buena ocasión para conseguir financiación y hacer un proyecto de cierta envergadura».

Sobre la obra apunta que, en realidad, su pretensión nada tenía que ver con hacer una evocación histórica. «No es un libro de monumentos, sino que refleja cómo son hoy los lugares donde Cervantes vivió y hasta qué punto se parecerían. Qué tiene que ver el Argel del siglo XVI, donde estuvo cautivo, con la capital de Argelia en la actualidad; Nápoles, Lisboa, Sevilla o el Valle de Alcudia, que él atravesaba tantas veces. Se trataba intentar ver el mundo de hoy a través de sus ojos y de su obra».

Resalta que, en tres siglos y medio, el mundo apenas había cambiado, pero en los últimos 50 años lo ha hecho radicalmente. No obstante, matiza, en el fondo quedan muchas cosas de las que habla Cervantes persisten. «Notas que la historia corre como en dos dimensiones. Por un lado lo que se ve, la espuma de la historia, cambia mucho, pero luego lo que subyace no tanto». Siempre queda, aclara, la gente sencilla «cuya única preocupación es ganarse la vida; esa humanidad esencial, la gente que no tiene aspiraciones de poder, no es tan distinta».

Cervantes, comenta, «es un personaje enigmático, no existen muchos datos biográficos. Sin embargo, como todo buen escritor, en su obra da pistas». El trabajo de Navia no se ha basado exclusivamente en referencias históricas. «He intentando leer su obra entrelíneas para descubrir cuáles fueron las vivencias que le llevaron a escribir lo que escribió». Y eso, señala, te permite descubrir, por ejemplo, que en un libro como Los trabajos de Persiles y Segismunda habla de un viaje de Lisboa a Valencia, «y notas que ese recorrido lo ha hecho». Es un viajero por vocación y por obligación, añade, porque nunca tuvo suerte en la vida hasta que publicó el Quijote. «Se pasó 55 años vivienda a salto de mata, malviviendo y perseguido por las deudas».
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Fotografía y memoria
La fotografía, como cualquier trabajo, es una mezcla de todo, pero básicamente de conocimiento e intuición, sostiene José Manuel Navia. «Sólo con conocimiento haces una obra erudita pero fría y sólo con intuición te pierdes muchas cosas. A mí me interesa la búsqueda de datos, el trabajo de preparación y después dejarme llevar por la intuición, por lo que te regala la realidad, que siempre es mucho más sorprendente de lo que esperamos».

«Me muevo en el ámbito de la fotografía documental con una mirada lo más personal posible, porque la fotografía no refleja el mundo, sino la mirada del fotógrafo. Intento mirar las cosas con la mayor sinceridad posible pero a la vez con la mayor libertad». Navia define su fotografía como un reflejo de su manera de mirar y de estar en el mundo. «Me interesa fotografiar el mundo donde me gusta vivir, no busco el exotismo para lograr imágenes más impactantes».

La fotografía, afirma, difiere del vídeo o la televisión, de la imagen en movimiento. «Ese acto de fijar el movimiento tiene mucho que ver con la memoria. Decía una gran fotógrafa americana que la memoria funciona igual que la película, registrando la vida. Retener algo nos permite contemplarlo reiteradamente y reflexionar sobre ello y eso tiene una fuerza brutal, probablemente incomparable».

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