Un nuevo modelo cultural

Ramón del VallePalike teatro.- El progreso humano, desde tiempo inmemorial, siempre ha resurgido de la pugna entre las viejas estructuras sociales; que siempre se resisten a morir, y un nuevo modelo que emerge e intenta consolidarse. cultura-en-transiciónEn eso se basa precisamente la historia de la civilización humana, en el deseo de avanzar, en la curiosidad metafísica o científica, en la conquista de nuevos derechos, en la búsqueda de nuevas formas de organización social, de nuevos valores, de nuevas expresiones culturales y artísticas.

A veces, el inmovilismo se impone de forma abrumadora y plomiza. La Edad Media duró más de lo deseable y tuvo que venir el Renacimiento para enterrarla en el olvido sanador de los siglos.

Lo viejo; lo rancio, siempre se justifica a sí mismo apelando al valor irrefutable de la tradición. Tiene la tradición una estética, un lenguaje y un olor tan propio; una esencia tan diferenciada y tan excluyente, que quien se sale de la tradición se adentra irremediablemente en el caos. Genera tal fuerza centrífuga, que todo lo que no concuerda con sus cánones éticos y estéticos lo expulsa eternamente al ostracismo.

nuevo modeloEl conservadurismo construye su ideología con diferentes mimbres: jerarquización social, apelación a sentimientos patrióticos primarios, primacía de la religión como guía de comportamiento social y humano, apropiación de los símbolos de identidad nacional… y el folclore; el dichoso folclore como única referencia cultural válida. Esta ideología rancia, consolidada en el tiempo, acaba impregnándolo todo hasta conformar una sociedad de pensamiento único; dócil y uniformada, que asume con total normalidad que la tradición es el orden y lo nuevo es el caos. Y de ahí dimana, precisamente, la resistencia a ese cambio que siempre cabalga a lomos de lo nuevo.

El conservadurismo que prima siempre al festejo sobre la cultura eleva a la categoría de modelo cultural único, lo que sólo son meras manifestaciones de la cultura popular: el folclore, los toros, las procesiones de Semana Santa… Algunas no son desdeñables, sin duda, porque tienen un valor etnográfico y antropológico indiscutible, pero no debiera ser el modelo único y excluyente a seguir, porque La CULTURA con mayúsculas trasciende a esa realidad vistosa y festera, rimbombante a veces, y tan apegada a los lugares comunes.

Se hace necesario entonces, transitar hacia otro modelo cultural que respete el pasado, pero superador del gran fasto, más participativo, transparente, menos burocratizado, conectado con el mundo que le rodea. Que facilite y haga visible la cultura viva y la creación artística, que procure ciudadanos libres, culturalmente inquietos y de espíritus críticos. En torno a este modelo; abierto siempre a nuevas formas de expresión, debiera haber un consenso social y político básico para que pudiera consolidarse en el tiempo.

Luego, es fundamental, cuando se producen relevos en la gobernanza de la cosa pública, poner al frente de las instituciones culturales a personas competentes y con criterio, intentar buscar esos consensos básicos y romper de forma categórica que para eso han sido elegidos con la inercia de lo rancio que todo lo impregna, que intenta preponderar privilegiadamente resistiéndose a morir. Lo nuevo es consustancial a la idea de cambio y no surge para que lo viejo se perpetúe de manera excluyente, aunque adquiera ropajes y formas menos cerriles.

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2 COMENTARIOS

  1. Para enmarcar el texto.
    Sería necesario que mucha gente se lo leyera y profundizaran en él.

    Pero bueno, tiempo al tiempo…la historia jamás la protagonizan los inmovilistas, que acaban cayendo en el agujero negro del olvido.

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