Pedos panteístas para gente verdadera: «Cristo versus Arizona», de Camilo José Cela

palabrasmarginalesEl señor Cela afirmaba que en la lengua del hombre puede anidar más veneno que en los colmillos de la más mortal culebra. Para sustentar tal aserto, se dedicó a escribir una de sus pseudonovelas, uno de esos libros que parecen no tener ni principio ni fin, y que solo gustará a los lectores hercúleos que van más allá de la inane literatura de consabidos planteamiento, nudo y desenlace.
Este libro es una parrafada en el sentido literal de la palabra. Nada menos que unas doscientas páginas de frases sin punto aparte ni seguido, hiladas con comas, sin capítulos ni zarandajas. Todo un párrafo, como ya hemos dicho. ¿El argumento? No lo tiene. ¿El tema? El de siempre, el de casi siempre en Cela: la crueldad, el abuso, la sodomía, el putiferio. El mal rollo, vamos. Que de mal rollo el señor Cela sabía un rato de aquí a Alburquerque. Otra cosa: esta es una prosa de pisar sanguinario (o por lo menos de pisar fuerte). cristo-versus-arizonaEn ella se describen pasatiempos como mearles a los chinos, o coger a los chinos y colgarlos de la coleta para luego matarlos a tiros, o se nos cuenta la nada edificante anécdota del lego que se tiraba a los niños de un orfanato hasta que al final lo pillaron y lo tundieron a palos, aunque parece ser que la cosa no llegó a mayores (para el lego, queremos decir); otro pasatiempo: tundir a palos a las mujeres cuando se les pone el coño (sic) como la piedra pómez, porque según Cela, o según el narrador, que todo puede ser, a las mujeres lo mejor que se les puede hacer cuando dejan de servir para lo que fueron creadas es tirarlas a la basura. Desde luego, a este autor, o al narrador, el asunto ese de la corrección política parece que no le quitaba demasiado el sueño. Se nos aclara que el apego a la fornicación causa delgadez en las piernas. Vaya. Hay también por aquí un maricón (sic) al que de tanto darle por donde amargan los pepinos se le borró el esfínter. O sea, y parafraseando a este ilustre premio Nobel –faro y guía de la literatura patria–, al maricón este, al parguela, le dieron gusto, pero se lo cobraron en un menoscabo de sus atributos anales. Cosas que pasan. También se nos dice que la mujer pedorra y panteísta folla con temperamento. Tomen nota, por si no lo sabían. Siempre se aprenden cosas nuevas leyendo. Y leyendo a Cela no solo se aprenden cosas nuevas, sino que a más uno va y se descojona. No es para menos.

Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales

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3 COMENTARIOS

  1. ¿Que tomemos nota, dices? ¿De que tundamos a palos y tiremos a las mujeres a la basura cuando ya no sirven para lo que fueron creadas? Joder con Cela, la perversión es propia de los tarados, feos y contrahechos . Y Cela tenía mucho de las tres cosas . Y claro, alguien así, solo fornicaría previo pago. Ciertamente, pasó sus últimos días con una cortesana de lujo, bastante esmirriada. Previo pago.

  2. Houellebecq también se declara machista. Otro de careto monstruoso que odia a las mujeres. Normal, las mujeres rechazan a tipos tan repugnantes.

    P.D. Don Emilio, la incorrección política se agradece tanto como la libertad de expresión. Pero el menosprecio a las mujeres y gays, ya no es incorrección , sino un anacronismo de pésimo gusto. No todo vale. Los resentimientos se deben quedar en la consulta del psicólogo.

  3. Dentro de unas cuatro décadas, Cela será recordado por haber sido premiado con el Nobel y por una única novela muy ¨convencional¨, La colmena ( donde los personajes femeninos están hechos de un paño de excelente calidad, por cierto). Puede que la ¨gente verdadera¨, de la que habla Morote con tanta propiedad, se encuentre en vías de extinción, si es que aún queda algún ejemplar vivo. Dudo que las editoriales, sabedoras de que quienes adquieren libros, y los leen, pertenecen mayoritariamnete al sexo que tanto desprecia CJC, se pegasen leches hoy para comprarle sus obras al paquidérmico de don Camilo.
    Bueno, seamos generosos: tal vez algún estudioso filólogo
    desempolve su obra y la rescate del olvido dentro de unos cuantos lustros. Y como tampoco dejó grandes amigos entre los escritores de generaciones posteriores, los homenajes brillarán por su ausencia.

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