Educar desde el respeto y pensando en el futuro de nuestros hijos

Eusebio Gª del Castillo Jerez.- La imposición y el castigo, a la larga, no funcionan, aseguraba ayer Doris Marrero, educadora y fundadora de Familias Positivas, en el transcurso del taller sobre disciplina positiva que impartió ayer en Caracolín. Educar, matizaba, es que la persona integre conocimientos, habilidades y competencias sociales, y eso depende de un proceso que requiere paciencia.

disciplina-positiva-3La disciplina positiva, explicaba, consiste en «un conjunto de herramientas educativas que permite, desmitificando las bonanzas del sistema tradicional educativo, que los niños se sientan mejor y, al final, se comporten mejor».

Marrero desarrolló ayer Caracolín un taller vivencial y de acompañamiento en el que los participantes experimentaron y reflexionaron acerca de cómo educar a sus hijos a través de 14 actividades. Comentaba que quienes acuden a estos encuentros formativos suelen ser «personas con mucha conciencia, a las que le gustaría educar de una manera que no perjudique la autoestima de sus hijos, a las que no les gusta gritar ni amenazar, pero que a lo mejor no saben cómo hacerlo o no pueden controlarse y hacen otras cosas». Personas, en definitiva, que buscan conocer alternativas o herramientas para controlarse.

«Todo el mundo quiere hijos independientes en el futuro, pero que el presente sean lo más dependientes posible, que hagan siempre lo que nosotros les decimos porque nos viene mejor en nuestro día a día. Cuando empiezas a pensar lo que realmente quieres para tu hijo te cambia el chip e insistes menos en ciertas cosas del día a día que a lo mejor no son importantes e incides más en las que sí que realmente lo son», remarcaba durante el taller.

Para ello, invitó a los asistentes a pensar qué querían para sus niños, en cómo les gustaría educar, a ser conscientes de las repercusiones que tienen las cosas que hacemos, para que cada uno actúe como quiera y según su estilo de vida.

La imposición y el castigo no sirven para mucho, porque a la larga no funcionan, aseguraba. «No sirven para educar». La efectividad, puntualizaba, «no es que el niño haga sobre la marcha lo que le mandamos hacer». Educar, aclaraba, es que la persona integre conocimientos, habilidades y competencias sociales, «y eso depende de un proceso que requiere paciencia». Algunos de los defectos que nos parecen mal ahora, recalcaba Doris Marrero, a la larga se convertirán en virtudes para su vida como adulto. «Lo que ocurre es que nos vienen mal en el día a día, porque tenemos prisa o estamos cansados», advertía. «Si cambiamos el chip vamos a encontrar la respuesta a cómo resolver los conflictos». Porque un castigo «te soluciona la papeleta a corto plazo», pero puede afectar al niño según su carácter. «Seguiremos cayendo en ellos pero debemos tener la certeza de que no funcionan». Por el contrario, añadía, «si queremos que sean autónomos habrá que ser conscientes de que nosotros acompañamos y guiamos, y permitir ciertas cosas».

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