Uno de los nuestros

ReymondeEn la vida se nos presentan con demasiada frecuencia situaciones injustas –  y que sentimos como propias, nos toquen o no nos toquen de cerca – que nos provocan una indignación inmediata. En la vida también se nos enseña (y aprendemos) a contener nuestros instintos y reacciones para que nuestros hechos y nuestras palabras, como acciones o como respuestas, no tengan consecuencias a priori indeseables; se nos enseña a ser civilizados. Pero paradójicamente, el nivel de tolerancia ante lo indeseable es a menudo relativo, demasiado relativo.
Por su escaso alcance, se toleran actos mezquinoscalificables de “baja intensidad”: un acto violento, un maltrato psicológico, un abuso de poder, etc. Me parece que la dimensión del asunto no debería ser atenuante de una mezquindad, ni absolver a su causante, porque una mezquindad no deja de reflejar los rasgos de una personalidad mezquinaaunque actúe de forma contenida. No debería extrañar a nadie que cuando ese contenedor se quiebra por alguna circunstancia (amparado por el anonimato, por las masas, por la costumbre, o por estar bajo los efectos del alcohol o las drogas – pongamos por caso) se produzcan actos verdaderamente atroces.

Relativizar la tolerancia sobre un hecho injusto – de corto o largo alcance – dice poco a favor de quien lo tolera,cuando ello depende dela identidad de quien lo produce. Se tolera y hasta se justifica, cuando somos afines a quien lo ejecuta. Detrás de este tipo de empatía hay a menudo ciertas dosis de cinismo: si el adversario hace algo malo, “yo” lo critico; pero si lo hago “yo” después, lo justifico para resarcir un daño que en su momento no fue reparado. ¿estaríamos así en paz? Ni mucho menos, porque siendo superior la dimensión de lo suyo respecto a“lo mío”, aún me quedará margen para hacer lo mismo que critico, y encima seguir criticándole. Y así, en un círculo vicioso hasta el infinito.

El relativismo moral – que otorga o quita valor a un hecho no ya por su cualidad propia, sino por el valor de quien lo hace – me resulta miserable. “A mí la Legión”, era el grito de socorro que lanzaban los legionarios para ser auxiliados en caso de necesidad, sin importar lo más mínimo si se hacía justicia, si el causante del problema era o no era el compañero. Un sentimiento de pertenencia al colectivo, capaz de hacer la vista gorda ante lo más repugnante. En política, se llama sectarismo. En la vida profesional, se llama corporativismo. Este tipo de actitud que justifica y perpetúa la injusticia es indecente: no se basa en el juicio, sino en el prejuicio.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿nuestros gobernantes nos representan y su comportamiento indigno es el reflejo de la sociedad? ¿o una sociedad crispada como la nuestra (hasta hace algunos años muy ignorante de toda cuestión política – y ahora dividida entre la indignación por la corrupción y la indignación por la mayor presencia de una izquierda que antes era meramente simbólica) no es sino consecuencia de una crispación alimentada desde los centros de poder? Tal vez parezca un poco exagerado, pero creo que la animadversión pública entre tertulianos del chismorreo o del deporte no afecta tanto a los ciudadanos, como la que se produce en los plenos municipales, los parlamentos o algunas tertulias políticas, donde más que tertuliar o debatir se dedican a emponzoñar o a destripar al adversario, con una absoluta e indeseable falta de humanidad e imparcialidad. Algunas perlas recientes: las acusaciones recíprocas de los diputados de derecha e izquierda tras la muerte de Rita Barberá, el juicio contra los terroristas de Alsasua frente a la falta de detenciones contra los agresores a un activista antifranquista el 20-N en Madrid, el nombramiento de Jorge Fernández Díaz como presidente de una comisión parlamentaria… Por desgracia, estos comportamientos poco ejemplares de quienes debieran mostrar ejemplaridad, alimenta la reacción infame en amplios sectores de la población, más proclive a atacar al extraño que al propio, cada vez más preparada para tomar al pie de la letra eso de atacar.

Ante el advenimiento de las posiciones de extrema derecha en Europa, me preocupa el derrumbe de los valores morales y la normalización de distintas formas de violencia y exclusión: aquellas que comienzan con despojar de los derechos básicos a las personas y a los trabajadores, y que después continúan con la represión de las protestas y el incremento de las causalidades. De hecho, creo que la involución ha comenzado hace tiempo aquí en nuestro país: basta con observar la evolución de nuestros derechos tras las distintas reformas de estos últimos años (laboral, educativa, de manifestación, etc.).

Existe una expresión afortunada para juzgar un acto: “se dice el pecado, no el pecador”; y aunque a veces esta expresión reserva una necesaria confidencia sobre aquel que lo realiza, lo cierto es que nos lo deberíamos aplicar antes de juzgar cualquier hecho, aunque resulte incómodo reconocer en el autor a “uno de los nuestros”. Solo siendo imparciales podremos contribuir entre todos a una sociedad más justa, a poner a cada uno en su sitio rindiendo cuentas por sus obras, no por su afinidad.

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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18 COMENTARIOS

  1. Dices muchas cosas ciertas. Reconozco que es difícil no dejarse llevar por esta corriente sectaria.

    En resumen, más Razón y menos Emoción.

  2. Estaba leyendo un texto de Noam Chomsky (creo que se escribe así) bastante representativo de lo que nos viene, en referencia al ultraderechista Trump:

    «Los republicanos se han esforzado tanto en servir a los ricos y al sector empresarial que no podían pretender que los votaran por sus programas actuales, por eso han decidido movilizar a los sectores de la población que siempre estuvieron ahí, pero que nunca fueron una fuerza política organizada: evangélicos, nativistas, racistas y las víctimas de toda forma de globalización diseñada para poner a los trabajadores de todo el mundo a competir los unos con los otros, mientras que se protegía a los privilegiados y se debilitaba el recurso legal y los otros medios que no solo proporcionaban a los trabajadores un cierto grado de protección, sino también una forma de influenciar el proceso de toma de decisiones en los sectores público y privado, tan estrechamente vinculados, sobre todo mediante sindicatos eficaces.»

    ¿Es este el camino que va a tomar la derecha española para poder acabar esta legislatura y poder estar otros cuatro años más? ¿Darán más coba a populistas como Aguirre?

    • «Solo siendo imparciales podremos contribuir entre todos a una sociedad más justa, a poner a cada uno en su sitio rindiendo cuentas por sus obras, no por su afinidad».

      ¿Soy parcial publicando esto?

      • Si toda España afirma tras las últimas declaraciones de Pablelenin que es un reaccionario machista, y tú lo niegas.

        Sin duda eres parcial en estado sumo, sectario.

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