A la vuelta del almanaque

ReymondeA veces, las circunstancias obligan a parar, templar y ordenar tu vida. Aunque lo más normal es que hagamos recuento a fin de año, que es igual de útil y menos traumático.
Nos guste o no, nuestra vida es compleja, la sencillez es una utopía. En esto nos diferenciamos de los demás animales, cuya vida tampoco es sencilla pero sí es simple – que no es lo mismo: los animales viven para mantener su supervivencia(salvo para las mascotas, que viven como reyes), incluso algunos son capaces de mantenerse días y semanas sin probar alimento alguno, por ejemplo, cosa esta imposible para una especie humana que tiene la maldita costumbre de alimentarse varias veces al día. Además, no todos los animales se comportan igual, pues cuanto más se desarrolle su cerebro, más capacidades emocionales tendrá.

Muchas cosas nos diferencian de los animales (el desarrollo de la mano y su versatilidad, la comunicación verbal…) pero creo que a la postre, lo que más nos diferencia de ellos es la racionalidad y su derivada: la conciencia de formar parte de un cosmos que no se limita a lo más inmediato o lo más próximo.Nuestros pantalones se fabrican en Bangladesh, las canciones y películas que nos entretienen son “made in USA”, las manzanas vienen de Austria, las bombillas de China…  De hecho, creo que cuanto menos importa lo que nos rodea, quienes nos rodean, y lo que pasa en el mundo, somos más brutos, más “animales”.

En fechas como ésta, de recuento generalizado a fin de año, los medios de comunicación nos vuelven a recordar lo mal que estuvo (y que está) el mundo: el sitio de Alepo, los atentados islamistas (en Europa, por supuesto), la crisis de los refugiados… Por un momento, es inevitable tomar conciencia de estas desgracias, aunque sea de manera simple. Aunque una inyección de imágenes y noticias tampoco debería ser la única vía por la que nuestra conciencia, mala conciencia, se removiera. No estaría mal acordarse de los que sufren la pobreza energética en nuestra misma ciudad cuando en mi casa paso frío pero sí que puedo encender la calefacción. No estaría mal tampoco que la misma persona que niega una limosna en la callereconozca que es igualmente capaz de dejar una propina más o menos generosa en un restaurante. O que mientras que puedo seleccionar la comida en el supermercado, hay gente muy próxima a nosotros que espera a que saquen las basuras para rebuscar, para sobrevivir. La conciencia, esa digna conciencia que nos hace superiores, en el fondo no es más que un lujo y un autoengaño. No es patrimonio de los pudientes, pero no ser pudiente es una dura prueba para mantener la dignidad y la conciencia.

Debo reconocer mi falta de actitud, pues en el fondo no soy sino un charlatán. Me creo que voy a cambiar el mundo “clickeando” me gusta, o escribiendo columnas como ésta. Pues no, el movimiento se demuestra andando: hay gente dispuesta a gastar lo mejor de su tiempo en ayudar a los demás de manera voluntaria, sin recibir contraprestación alguna. Están con las personas que lo necesitan, con los mayores, con los discapacitados, con los niños. Estas personas anónimas merecen todo mi reconocimiento ¿Sería yo capaz de dar un giro a mi vida para ser voluntario, para ser de un modo u otro como esas personas a las que admiro? Pues creo que no, que al menos para mí el momento no está maduro. Es una cuestión de actitud y creo que soy un ser común, perfectamente adaptado a la rutina como un pie a su zapato, incapaz de comprometerme en más cosas.

Entrando en mi vida privada, si he de hacer recuento en este fin de año, una vez aceptado mi buen estado de salud y el de las personas a las que quiero, después de revisar el estado de mi casa (y seguir dando largas a hacer algún que otro arreglo), debería poner orden en mis cuentas, ordenar papeles, ordenar los archivos del móvil y del ordenador,… si después de todo soy capaz de poner mi vida en orden, podría empezar a tener buenos propósitos de enmienda: cuidar mi salud haciendo más ejercicio físico y vigilando mi dieta, intentar sacar tiempo para leer tal o cual libro,… Nunca es tarde para aprender, aunque sea disciplina, pero mucho me temo que el de los buenos propósitos de fin de año no es sino otro rito de la humanidad, consciente de que la vida es compleja porque pensamos que nuestra vida será más rica si somos capaces de atender muchos frentes a la vez. Al final, como digo, cambiar es cuestión de actitud, de ser menos egocéntricos y tomar conciencia de que formamos parte del cosmos. Aunque no estaría nada mal cumplir los compromisos que uno toma consigo mismo ¿no?

Pares y nones
Antonio Fernández Reymonde

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