El caso de la estatua desaparecida (2)

Un relato de Manuel Valero.- Nicolas Carnation y Helena Red llegaron juntos. Pasaron al despacho del alcalde que miraba con ojos de puñales a su jefe de policía. No atinaron a hilvanar una frase coherente. De modo que antes de que se atascaran en una incongruente solicitud de respuestas, el alcalde los invitó a sentarse soplando la niebla espesa del puro. El alcalde Gillow no se anduvo con preámbulos inútiles.

relato-Se han llevado la estatua de Don Quijote de la misma Plaza sin que nadie haya visto u oído nada. Y digo que se-han-lle-va-do-la-es-ta-tua porque no puede tratarse de otra cosa. ¿Puede tratarse de otra cosa, señor Carnation?

Nicolas Carnation, el opositor, que fue alcalde antes que Gillow sabía que la pregunta le apuntaba a él con el veneno de la sospecha, pues cuando Carnation era alcalde había dicho que dejaría de regir los destinos de la capital el día que el caballero de la Plaza se fuera a montar su Rocinante a otro lugar. Tan seguro estaba de ser alcalde el opositor Carnation que lo decía sin comedimiento. Y, claro, la bravuconada llegó hasta los oídos de  su adversario Gillow.

-No tengo la más remota idea, señor Gillow. Pero si piensa que me he llevado la estatua a mi casa para hacer bueno el presagio o para contribuir al latrocinio patrimonial muy común por estos pagos, se equivoca. Además, a mi mujer no le gustan los caballos.

El alcalde se levantó de un respingo. Le hubiera gustado humillar a Carnation pero se dirigió otra vez a la ventana, torció  otra vez dos laminillas a la altura de los ojos, y vio otra vez el mismo espectáculo de gente atónita girando en torno al pedestal vacío.

-Ustedes han visto algo parecido?- resopló el alcalde desesperado. Los portavoces de la oposición y el oficial de policía que se habían acercado a mirar de nuevo movieron la cabeza de izquierda a derecha al mismo tiempo-. Es como si la capital tuviera mal de ojo. Desaparecieron las guarras de Donviento, ahora Don Quijote, no me extraña que algún día amanezca en la Plaza de Cervantes…sin Cervantes. Oh, Dios mío

Vieron a un joven que tiraba un paquete de tabaco vacío contra el vacío que había dejado la estatua ausente.

-¿Qué hace? – preguntó el señor Gillow al borde del sollozo.

-Está comprobando si la estatua sigue ahí aunque se haya vuelto invisible. Pero no, no, porque el paquete de tabaco ha caído al otro lado …-contestó el policía Argo.

El alcalde lo miró con evidentes deseos de estrangularlo.

-Sugiero que se dé la orden inmediata de investigar todas las naves industriales, solares, y bodegas, no solo de la capital sino de la comarca. Incluso las municipales.

La iniciativa fue de Helena Red.

-Es una buena idea, señorita Red y espero que con ello hayamos iniciado el camino correcto de la investigación.

Acto seguido el alcalde Francis Gillow telefoneó al juez para que cursara el mandato de registro. Miraba con tanto recelo a NIcolas Carnation que mandó al jefe de la policía que comenzara la búsqueda por el distrito A, pues en ese distrito su antecesor explotaba un negocio de jamones y tenía la vaga esperanza de encontrar entre las chorreras al Universal Caballero, inagotable fuente de la identidad local, y con ello acabar para siempre con su adversario en lo político y, al mismo tiempo con el industrial jamonero que nunca tuvo la decencia de regalarle uno, y para remate con el Partido, entonces entero, que lo sustentaba. “Tengo que dejar de ver Juego de Tronos”, dijo para sí en un sedal de voz

Timoti Argo cogió su gorra de la mesa de reuniones y se dispuso a salir. Antes de hacerlo y ya con el pomo en la mano, preguntó:

-¿Por qué empezamos por las naves industriales y las bodegas y todo eso, señor Gillow? Y por qué por el distrito A?

-Robaría usted una estatua con caballo, caballero y lanza en ristre y la pondría a la entrada de su casa o encima del televisor, estúpido? Y en cuanto al distrito A, porque el distrito A es …. ¡Desaparezca de mi vista y trate de que el primer informe me arranque una sonrisa! Hace meses que no me río. ¡Largo!

El alcalde elevó la voz y se sulfuró hasta que la respiración se le entrecortó. Nicolas Carnation, el opositor político posó su mano derecha sobre el hombro del edil y lo invitó de nuevo a sentarse en la mesa de crisis. Helena Red los siguió desde la ventana por la que aún miraba incrédula el pedestal más vacío que las letras deBisbal.

-No se preocupe, señor Gillow, tarde o temprano aparecerá, volverá a presidir la Plaza a lomos de su corcel y todos recobraremos nuestra identidad, nuestro orgullo, nuestra cultura, nuestra tradición, nuestra…

– Tal vez haya saltado  del pedestal para dar una vuelta por ahí. La inmortalidad aburre mucho – dijo la señorira Red un tanto divertida interrumpiendo la perorata de Carnation.

-No estoy para bromas, portavoces, ni ustedes están aquí para decirme frases de consuelo, sino ¡¡para ayudarme a encontrar la maldita estatua!! – tronó el alcalde – Dios mío no podré presidir nada sabiendo que El, él,  falta de su sitio.

Un timbrazo resonó en el despacho del alcalde. Fue a coger el teléfono pero estaba tan nervioso que el auricular se le escapaba de las manos. Carnation y la señorita Red se inclinaron hacia Gillow . Tan ansiosos estaban de noticias.

-¿Dígame?

– Hola, Gillow, soy Carlos Sisón, el presidente de la Asociación del Ingenioso Bimilenario Primera Parte, ¿puede saberse qué demonios ha pasado? ¿Y por qué mismos demonios desaparecen las estatuas de la via pública en esta sacrosanta y realísima ciudad?

(Continuará)


Puedes leer la primera parte, en este enlace.

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7 COMENTARIOS

  1. Muchas de las estatuas de esta ciudad, de ser robadas, merecen que se les haga la vista gorda, empezando por la del Quijote Azteca…

    Las de Juan II, los Reyes católicos y Hernán Pérez del Pulgar…pueden conservarse…pero que roben los edificios que tienen al lado…

    • Sobre gustos no hay nada escrito, dice el refrán. Lo que para ti es digno de conservar, como la estatua de Hernán Pérez del Pulgar, a mí me parece un pegote, y sin embargo el Quijote Azteca a mí me gusta.

        • Tuvieron que explicarme que era un Quijote. Pero vamos, sobre gustos no hay nada escrito.

          Lo que quería decir era que en un contexto armonioso, nada desentona. Y las esculturas que he citado desentonan en su contexto.

          Evidentemente para mí claro está, nuestra ciudad, no es armoniosa. Toda hecha ella de pegotes arquitectónicos.

  2. Gil Ortega, Nicolás Clavero, Elena González Cárdenas, García Donaire, se reconocen todos. Aunque falten otros prebostes y barandas, que deberías introducir en el largo adiós.

  3. Una estatua perdida o robada , si recuerdan , de aqui de Ciudad Real la de la fuente de Plaza la Provincia junto a la Escuela de Arte! Y nadie dice nada, A donde esta! Quien la tiene! Que lo investigen! Y si estuviera en algun almacen del nuestro Ayuntamiento, por favor, restaurentá y ponganlá que es de esta ciudad ; Patrimonio de todos los ciudadanos.

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