El “narcomundo”

MarcelinoLo llaman “Agamenón”. Nos conocimos en Nueva York hará unos veinte años. Nacido en el sur de España, con  menos de quince emigró, primero, a EE.UU., después, a la República Argentina.  Fue persona de confianza de dos presidentes rivales: Raúl Alfonsín, radical, y Carlos Menem, justicialista. Nunca he conocido a nadie con tantos contactos. Es listo, de los de verdad. Posiblemente una de las personas más acreditadas en el funcionamiento real del tráfico de drogas.
Estamos en una bella ciudad renacentista, española, en cuya Universidad revolotea el eco de palabras eternas pronunciadas por seres humanos fuera de lo común, desde fray Luis de León a Miguel de Unamuno.  Me ha invitado a comer en un restaurante próximo a la plaza Mayor. Dice que está jubilado; yo no le puedo creer, se moriría; y su aspecto es envidiable.

-¿Escribirás tus memorias?

-Lo están –respondió con su cara de pícaro.

-¡Eso es un notición! ¿Cuándo saldrán a la venta?

-No hay prisa. No me aceleres. Estoy revisando parte del texto e incluyendo informaciones nuevas.

-¿Cuáles, si puede saberse?

-Por ejemplo, la concerniente a uno de los grandes cárteles de la droga; ¿sabes?, nadie habla de él.

-¡Cuenta, por favor! –con Agamenón es imposible degustar la comida en su punto. Siempre se acaba por enfriar.

-Está en la guajira. En esa tierra de nadie entre Colombia y Venezuela.

-¿En la guajira? ¿Hay un cártel de la droga en la guajira?

-Sí, querido amigo, sí. En plena selva montañosa ¿Sabes qué hace muy especial a esta curiosa organización?

-No.

-En esa zona no mandan ni los Uribes de turno, ni las FARC, ni tan siquiera los gringos. Allí el control es de los indios. Se rigen por sus propias leyes tribales, sus instituciones, siguiendo su modelo autóctono de relaciones familiares y sociales. La mejor marihuana del mundo toda la vida se cultivó allí. Con el furor de la coca se hicieron de oro.

-¿De oro?

-Sí, amigo. Los indios guajiros se hicieron de oro. Evitaron transportar directamente la droga a EE.UU. Lo hicieron a través de islas del Caribe, principalmente Cuba.

-¿Cuba?

-Efectivamente. Su plataforma de distribución más querida hacia Europa es el aeropuerto de la Isla de Los Pinos, ¡perdón!, Isla de la Juventud, que hará unos cuarenta años le cambiaron el nombre.

-Y ¿quién maneja esos delicados hilos en Cuba?

-¡Cuando te conocí eras más listo! –No me atreví a pedirle más aclaraciones. La respuesta de Agamenón lo decía todo.

Se hizo un breve silencio, no por falta de conversación. La comida se enfriaba a toda velocidad. El camarero se dio cuenta.

-¿Desean que se lo calentemos?

-No, muchas gracias –dijo mi interlocutor tras consultarme con la mirada.

-Me has dejado de piedra ¡Vaya con los guajiros! ¿Vas a incluir más informaciones nuevas?

-Sí –afirmó tragando sin apenas masticar para responder rápido.

-¿Cómo es posible que no se acabe con la lacra de la droga? –le interrogué sin dejarle retomar la palabra.

-¿Dónde se plantaron las primeras semillas de adormidera para producir opio a gran escala? -contestó preguntándome –Tranquilo, te lo voy a responder: En los jardines de Kensington, es decir, en una propiedad de la familia real británica.

¿Para qué se creó el HSBC (Hong Kong & Shangai Banking Corporation)? Como destino de los fondos obtenidos con el tráfico de opio del imperio británico ¿Necesitas detalles o eres capaz de deducir por ti solo?

La persona clave fue un judío de origen sefardí llamado David Sassoon, quien disfrutó del monopolio del comercio del opio. Posteriormente se casaría con una Rothschild.

Los británicos aprendieron el efecto nocivo que la droga tiene en las personas. Cómo destruye su voluntad. Cómo se transforman en peleles ¿Qué mejor manera de derrotar a un pueblo consiguiendo, además, imponentes réditos?

Cuando el emperador manchú ordenó ilegalizar el opio, los británicos le declararon la guerra. En el Tratado de Nanking, la corona británica impuso las siguientes disposiciones: Legalización total del comercio del opio en China, con entradas sin restricciones. Compensación por las reservas de opio confiscadas. Soberanía de la corona británica sobre varias islas. Una deuda por valor de 21 millones de libras (una elevada suma para su época).

La legalización del opio facilitó la adicción de una enorme masa de población. Conseguido esto se ilegalizó la droga. Los beneficios se dispararon.

La enorme campaña actual a favor de la legalización de determinadas drogas persigue el mismo patrón.

La republicanísima Francia no se quedó a la zaga, amigo mío. Conocedora de los éxitos británicos, hizo lo propio en Indochina. Primero importó el opio de Afganistán y la India. Después, durante la guerra por su expulsión colonial, fomentó su cultivo en Laos. En “La política de la heroína”, Alfred Mc Coy documenta perfectamente la involucración de los servicios secretos franceses en el tráfico de drogas en Birmania, Vietnam, Tailandia y Laos. EE.UU. hizo lo propio. De hecho la producción de opio se incrementó tras la derrota francesa, incorporando la heroína.

-Cuéntame más

-No, que luego no me comprarás el libro

Mira, el tráfico de drogas terminaría con un adecuado control sobre la banca. No hay excusa. Simplemente no está entre las prioridades. Y no lo está porque es una actividad lucrativa más ¿Acaso no forma ya parte del PIB? ¿Entonces? ¿Qué necesitamos para caernos del guindo de una vez por todas? ¿Qué sería de este sistema financiero zombi sin el blanqueo de las actividades criminales?

Son los de siempre, haciendo lo de siempre, para conseguir lo mismo de siempre. Y los otros de siempre, el pueblo, sin darse cuenta que siguen en la caverna de Platón.

O sabiéndolo y, en un gesto de irracionalidad absoluta, no quererlo reconocer.

Sin tapujos
Marcelino Lastra Muñiz
mlastramuniz@hotmail.com

PD: Os dedico este hermoso himno del autor argentino León Gieco, en una versión en directo plena de fuerza por Ana Belén y Antonio Flores: Sólo le pido a Dios.

https://www.youtube.com/watch?v=swT4F_HLVUs

Relacionados

15 COMENTARIOS

  1. Los bancos sólo del cobro de intereses no viven en estos tiempos.

    Las comisiones o participación en beneficios de negocios ilícitos, determinan tener una buena cuenta de resultados.

  2. Interesante y atractivo artículo.
    El combate al narcotráfico es muy complejo porque no puedes partir de la idea de que vas a acabar con él. Para ello, habría que suprimir la demanda, iniciar un debate serio sobre la legalización, y nada de esto tiene bases sustantivas.
    Tal vez, por el momento, lo que se puede hacer es arrinconarlo y reducir, significativamente, el nivel de daño.
    Cuando se intenta desarticular las cabezas de las redes criminales, éstas se reproducen. Por eso, otra estrategia es la de atacar la rentabilidad del negocio (incautación de dinero en efectivo, aviones, vehículos, lanchas, toneladas de droga, etc.) para que este negocio se distorsione y se agudice la descomposición interna. De esta manera, los capos se denuncian e, incluso, llegan a matarse entre sí.
    El narcotráfico genera ganancias superiores a los 500 mil millones de euros al año, lo que equivale al 8% del comercio mundial. Si a esto se suman las ganacias obtenidas por tráfico de armas, de personas y de blancas, estamos hablando de un negocio capitalista que obtiene más de 800 mil millones de euros al año y que está concentrado en menos de tan sólo 11 grupos económicos ilegales (mafias o cárteles)a nivel mundial.
    Pero no olvidemos que para que este negocio funcione, es necesaria la colaboración de los capitalistas «legales» que, mágicamente, convierten el dinero ilegal en dinero legal.
    Estoy hablando, entre otros, de los 65 paraísos fiscales que existen a nivel mundial, incluyendo el Vaticano.
    Por tanto, la «ilegalidad» de las drogas es un fenomenal negocio que enriquece a mafias, cárteles, bancos y capitalistas encargados del lavado de dinero a nivel mundial.
    Ante este panorama, la despenalización del consumo de drogas no es suficiente. La legalización es superior a la despenalización porque garantiza los mismos derechos al consumidor individual que garantiza la despenalización pero, además, apunta a desarticular las mafias y sus consecuencias de muertes violentas.
    La lucha contra el tráfico de drogas está perdida a nivel mundial y, por ello, hay que buscar alternativas.
    Como dice la canción «Sólo le pido a Dios…», no podemos permanecer indiferentes y actuar ante la injusticia, el dolor, el engaño y la guerra, así como desplegar nuestra solidaridad con aquellas personas que sufren el desarraigo y se ven forzadas a exiliarse de sus países por culpa de las guerras…

  3. Desde tiempos lejanos la utilización de plantas para utilizarlas como medio místico de llegar a conseguir un estado pleno de búsqueda del conocimiento nos hizo pensar que toda esa utilización era un poder en sí mismo. – Que se lo digan a las brujas y sus escribas-.
    Pero Dios no lo quería y se persiguio.
    Claro que como todo, sí se instrumentaliza, se comercializa y semana dinero. . . . En eso Dios ya no entra y espera a los mortales que lo sufren para redimirlos, todo queda en casa y gana la banca.

  4. Es curioso, a mí la gente como Charles no deja de sorprenderme. Son tipos, por ejemplo, muy preocupados por el daño que la contaminación produce a la Naturaleza; por la polución que industrias y coches vierten al aire que respiramos, a las aguas que bebemos, y al daño en suma que toda esa contaminación provoca en nuestra salud. Pero defiende la legalización de las drogas sin ningún empacho. Yo propongo que todo aquel que defienda legalizar las drogas visite algún centro donde toxicómanos, habitualmente politoxicómanos, se recuperan de sus quebrantos del alma y del cuerpo. De lo que nunca se recuperan es de su adicción, un yonki lo es para toda la vida, como lo es un alcohólico (droga legal), algo que obvian los defensores de la legalización. Yo, el único beneficio claro que creo tendría la legalización es la calidad de la calidad de la droga, aunque siempre existiría un mercado negro inevitablemente. En cuanto a acabar con el flujo de dinero que mueve el narcotráfico, derivaría por otros derroteros, el mal es inherente al ser humano.

    Pero lo que más gracia me hace, y maldita la gracia que tiene, es que don Charles cifra todas las culpas del daño que producen las drogas… en el «capital», con un par. Claro, que leyendo las vísperas de don Marcelino resulta todo en un natural desenlace. Las FARC son conocidas por su apego al Capital, y ciertamente es así. La mayor guerrilla comunista de Sudamérica devenida en un enorme cártel de la droga. O Cuba, ese país amigo del difunto Pablo Escobar, un país muy capitalista. Y Venezuela, donde lo difícil es encontrar a alguien próximo al poder que no tenga nada que ver con el narcotráfico; capitalistas hay muchos también. En fin.

      • Efectivamente, y uno de ellos pasa por «joderles» el negocio a los narcos. Y una forma de «joderles» el negocio es legalizarlas.

        Cualquier ciudadano normal y corriente, por mucho que se legalice la cocaína, la heroína o la marihuana sabe que es perjudicial para su salud y no la va a tomar.

        Cualquier joven normal y corriente no se pone, ni se pondrá hasta el culo de drogas sintéticas.

        Hay muchos medicamentos que «dopan», que se venden en las farmacias y el 99,999 de los ciudadanos ni se nos ocurre tomarlos.

        Siempre dejamos fuera el alcohol y el tabaco.

        Ahí está la contradicción de Censor, que se vuelve a ir por las ramas.

    • Sr. «Censor», en las políticas internacionales de drogas, deben pesar más las pruebas que las emociones y la ideología.
      A nivel internacional, la guerra contra las drogas no ha tenido éxito. Se estima que la prohibición global cuesta al menos 90.700 millones de euros al año, mientras que hay 300 millones de personas que consumen drogas en el mundo, contribuyendo a uno de los mayores mercados ilícitos de materias primas del mundo.
      La prohibición no ha tenido un gran impacto en la oferta y la demanda de drogas.
      Debemos dejar de estigmatizar y comenzar a ayudar, replanteando la política internacional y nacional en torno al objetivo clave inicial de la política contra las drogas: «proteger la salud y el bienestar de la humanidad».
      Una regulación legal protege la salud.
      Lo que está claro es que los adictos a las drogas no deben de ser vistos como criminales, ya que lo que padecen es una enfermedad, y un enfermo necesita ayuda.
      No se debe de criminalizar a los consumidores, sino verlos como un problema de salud pública que requiere medidas de prevención y tratamiento…

    • Por cierto, Sr. «Censor» si echa un vistazo a alguno de los más de 15.000 documentos y vídeos que tiene el «Lindesmith Center», un instituto líder en investigación de políticas frente a las drogas, ubicado en Nueva York, llegará a la conclusión que los problemas de las drogas son el resultado del choque entre dos poderosas fuerzas: un irrefrenable mercado de cocaína, heroína y marihuana y una implacable campaña prohibitiva impulsada por los gobiernos.
      Los ciudadanos obtendríamos enormes beneficios si nuestros gobiernos basaran sus políticas antidrogas en el principio de «ante todo, no hacer daño».
      Imagínese el poderío de estos grupos ilegales que, en el año 2001, se descubrió la fabricación de un submarino en Colombia para el transporte de armamentos y drogas.
      Legalizar las drogas acabaría con un foco importante de corrupción y traería a la superficie el mercado negro existente. Además, reduciría, sustancialmente, el número de víctimas inocentes producto del consumo y la venta de estupefacientes.
      Mi conclusión es que las drogas deben ser legalizadas si no queremos seguir el camino de autodestrucción al que nos está condenando la política moderna.
      La sociedad debe aprender a convivir con las drogas, tal y como lo ha hecho con otras sustancias como el alcohol y el tabaco.
      La prohibición convierte a los consumidores en criminales y la legalización conlleva un valioso proceso de aprendizaje social.
      En cuanto a la adicción, según datos de la ONU, consumen alguna droga ilícita entre el 3,5% y el 7% de la población mundial de entre 15 y 64 años. Pero los niveles de adicción son mucho menores: entre el 0,3% y el 0,8% de la población mundial de entre 15 y 64 años sufre adicciones o trastornos en el consumo de drogas ilegales.
      Esto equivale a decir que sólo 12 de cada 100 consumidores de drogas ilícitas se vuelve adicto. Lo que significa que el 88% de los que consumen drogas ilícitas lo hacen sin desarrollar una adicción a las mismas.
      La ilegalidad de las drogas en realidad es un obstáculo para tratar las adicciones correctamente.
      Por último, indicar que el «Lindesmith Center» está financiado por el magnate de los negocios George Soros. (Un personaje nada «capitalista»).
      ¡Qué curiosa paradoja!…

  5. Creo que en China resuelven de forma tajante el tráfico de drogas.

    Pero claro, es China.

    Lo que es inadmisible es que el Estado o la banca se lucren de este negocio.

    La narco banca o el narco Estado, no pueden lucrarse de un grave problema de salud pública.

    Para mí, los grandes perjuicios que para personas y familias ocasiona el tráfico de drogas constituyen de por sí motivo suficiente para justificar su ilegalización.

    La vida humana es bien jurídico indispensable en una cultura de defensa de los derechos humanos.

  6. Interesante artículo Marcelino ¿pero no es verdad que ofreces cierta ambigüedad respecto a la patria independiente de Cuba correlacionandola de alguna forma con hechos ilícitos de tráfico de drogas que serían del rechazo absoluto para el propio José Martí?

Responder a Angel Manuel Cancelar comentario

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img