Don Quijote por la Mancha. Las Bodas de Camacho y el pueblo del primo del licenciado

José Arias Mora.- Don Quijote en la casa del Caballero Verde Gabán, situada en Santa María del Campo Rus, anuncia su inmediato plan de viaje: “había de entrar en la cueva de Montesinos”. El camino más corto para llegar a la cueva de Montesinos desde la casa del Caballero, cruzaba por las poblaciones de La Alberca de Záncara, El Provencio, Villarrobledo y Ossa de Montiel. En uno de estos lugares imaginó Cervantes las Bodas de Camacho.
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Nada más comenzar su camino a la cueva, don Quijote y Sancho, se encontraron con dos estudiantes y dos labradores que regresaban a su aldea para asistir a una boda. Don Quijote después de comprobar que hacían el mismo camino que él, ellos a la boda y él a la cueva, se brindó a acompañarles. Así lo cuenta Cervantes:
“Poco trecho se había alongado Don Quijote del lugar de don Diego, cuando encontró con dos como clérigos o como estudiantes y con dos labradores […] Saludoles Don Quijote, y después de saber el camino que llevaban, que era el mismo que él hacía, les ofreció su compañía”.

Por el camino, uno de los estudiantes sin saber a dónde iba don Quijote, aunque él si que sabía a dónde iba el estudiante, le invita a la boda de Camacho:
“vuesa merced se venga con nosotros; verá una de las mejores bodas y más ricas que hasta el día de hoy se habrán celebrado en la Mancha”.

La famosa boda era entre el rico Camacho y la hermosa Quiteria, pero el desenlace no fue el esperado, pues se convirtió en el final feliz de los amores de dos niños: Basilio y Quiteria.

El pueblo que, según mis investigaciones, cuenta con más posibilidades de ser el lugar donde se celebraron las Bodas de Camacho es Villarrobledo.

Uno de los motivos es la de estar situado en el camino más rápido y más lógico entre la cueva de Montesinos y Santa María del Campo Rus.

Otro, es que la distancia que pudieron cabalgar durante el día para llegar al lugar de la boda es compatible con la distancia que hay entre Santa María del Campo Rus y Villarrobledo: 5,2 leguas (38,5 Kms).

Pero la principal razón es la localización en Villarrobledo del lugar donde se instaló la enramada en la que se celebró la boda: “un prado que está junto al pueblo de la novia”.

Este sitio podría ser la zona de confluencia de la calle Dos de Mayo con la calle Murillo o Velázquez, calles situadas a la entrada de Villarrobledo viniendo de El Provencio, paraje en donde se instalaron bastantes años después de pasar don Quijote los molinos de viento, en las afueras y en alto, sitio al que se llega subiendo una fuerte cuesta por el camino de El Provencio, que es por el que venía don Quijote.

Así, es lógico que a don Quijote y al resto de acompañantes cuando se estaban aproximando a Villarrobledo viniendo de El Provencio les pareciera, desde lejos, desde abajo y sin ver nada todavía, el pueblo, pues está situado al otro lado de la pequeña loma en la que construyeron la enramada, que había “delante del pueblo un cielo lleno de innumerables y resplandecientes estrellas”.

Cuando se acercaron, descubrieron la realidad. Comprobaron que las estrellas que veían de lejos eran las iluminarias de la enramada que estaba localizada en un alto y en las afueras del pueblo.
La geografía coincide en Villarrobledo.

Además, teniendo en cuenta que Cervantes siempre da alguna pista para localizar a sus personajes narrando algo característico del sitio donde los ubica, que mejor pista para que nos acordemos de Villarrobledo que relacionar a sus personajes con tinajas, medias tinajas, pucheros y con las ollas de Egipto, puesto que este pueblo ya tenía tradición tinajera y alfarera en sus tiempos.

Desde Villarrobledo, don Quijote y Sancho junto con los recién casados y los partidarios de Basilio, se dirigieron al pueblo donde al parecer vivía Basilio, y donde uno de los licenciados que acompañaban a don Quijote tenía un primo que le hizo de guía para llegar a la cueva de Montesinos.

De este pueblo solo se puede suponer que es un muy cercano al lugar donde se ha celebrado la boda, pues toda la comitiva llega a él sin pasar la noche en ningún lugar intermedio.

Cervantes no aporta en su novela ningún dato geográfico de él, pero lo que narra de este sitio si puede estar relacionado con Socuéllamos y sus más poderosos Comendadores: los Mendoza.

Así, no es extraño el comienzo del capítulo XXII de Segunda Parte del Quijote:
“Grandes fueron y muchos los regalos que los desposados hicieron a Don Quijote, obligados de las muestras que habían dado defendiendo su causa, y a la par de la valentía le graduaron la discreción, teniéndole por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia”.

Si cambiáramos en el párrafo anterior a “Don Quijote” por “los Mendozas”, parecería que Cervantes está recordando los regalos de los Reyes Católicos a los Mendozas por su ayuda en la toma de Granada, familia que pretendía descender del Cid y que también destacaron en las letras.

Uno de estos regalos, entre otros, fue la encomienda de Socuéllamos al “gran Tendilla”, D. Iñigo López de Mendoza y Quiñones, I marqués de Mondéjar y II conde de Tendilla y que heredó su hijo Antonio “el virrey” y también su nieto Francisco de Mendoza “el indio”.

Francisco “el indio”, tenía un primo que era D. Iñigo López de Mendoza, III marqués de Mondéjar y IV conde de Tendilla, y uno de los hijos de este primo, estudiante de leyes en Salamanca y conocido como “el catedrático”, se casó con la persona que amaba, la bella María Rafaela Villaverchi (o Villalberchi). Esta boda, que fue un escándalo en la época y los trapos sucios que salieron a relucir sobre la vida de Rafaela debido a que un hijo del catedrático y Rafaela pleitearon por la herencia del III marqués de Mondéjar que murió sin herederos, pudo ser la inspiración de Cervantes para redactar las bodas de Camacho.

Así, D. Iñigo “el catedrático”, se casó con la persona que amaba, aunque era una persona pobre, de dudosa reputación y sin el consentimiento de su padre, el marqués de Mondéjar.

En las Bodas de Camacho es Quiteria la persona de más alcurnia que se casa con la persona amada, pero con escasos recursos, y en contra de lo pactado por su padre.

Si hay semejanzas entre “el catedrático” y Quiteria, también las hay entre Rafaela, que sabía cantar y tocar la vihuela y Basilio que “canta como una calandria, y toca una guitarra, que la hace hablar”.
Igualmente, hay atributos comunes al “catedrático” y a Basilio: el hábil manejo de la espada; y a Rafaela y Quiteria: la gran belleza.

No hay que hacer mucho esfuerzo, debido a la mala fama de Rafaela, para suponer en boca del III marqués de Mondéjar, aconsejando a su hijo, las reflexiones de D. Quijote, y que Cervantes nos narra precisamente en este capítulo:
“porque la buena mujer no alcanza la buena fama solamente con ser buena, sino con parecerlo; que muchos más dañan a las honras de las mujeres las desenvolturas y libertades públicas que las maldades secretas. Si traes buena mujer a tu casa, fácil cosa seria conservarla, y aun mejorarla; en aquella bondad; pero si la traes mala, en trabajo te pondrá el enmendarla; que no es muy hacedero pasar de un extremo a otro. Yo no digo que sea imposible, pero téngolo por dificultoso.” (cap. XXII, II).

D. Quijote anteriormente también plantea el problema de la mujer hermosa, quizás refiriéndose especialmente a la bella Rafaela, pues no es el caso de Quiteria:
“La hermosura, por si sola, atrae las voluntades de cuantos la miran y conocen, y como a señuelo gustoso se le abaten las águilas reales y los pájaros altaneros; pero si a la tal hermosura se le junta la necesidad y estrechez, también le embisten los cuervos, los milanos y las otras aves de rapiñas” (cap. XXII, II).

El pájaro altanero podría ser Rodrigo de Mendoza, hermano del V Duque del Infantado y el cuervo el caballero Fonseca con los que, al parecer, sostuvo relaciones Rafaela y se considera que hubo otras aves de rapiña, pues así salió a relucir en el juicio por la disputa de la herencia del III marqués de Mondéjar.

Situando la escena en Socuéllamos, se podría relacionar al diestro licenciado que había estudiado Cánones en Salamanca con “el catedrático” que también había estudiado en Salamanca y que solía retar a espada al que murmuraba de su mujer.

Así, podría ser, que el “primo” que llevó a don Quijote hasta la cueva y que haría de guía, lo que conlleva que se conocía la zona, fuese el primo del padre del “catedrático”, D. Francisco de Mendoza “el indio”, Comendador de Socuéllamos durante los años 1557-1563.

En su camino a la cueva de Montesinos guiados por el primo, don Quijote y Sancho pernoctaron en una aldea, posiblemente Ruidera, que está a dos leguas de la cueva.

La descripción de la entrada a la cueva de Montesinos que narra Cervantes me trae a la memoria la visita que hice a la cueva hace unos 60 años (tenía 6 años). Recuerdo las zarzas, las cornicabras, los murciélagos y el río corriendo en su interior. Tan tétrico me pareció el ambiente que solté la mano de mi padre y salí corriendo al exterior buscando la luz.

Una alegría que la inmortalizase Cervantes.

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