Pedro Guerra: Hurgando en la caja negra

César Muñoz Guerrero.- Cada vez que cae un avión se busca su caja negra. Fervorosamente, con necesidad. Se movilizan efectivos de todos los eslabones de los servicios de emergencias y se rastrea esa pieza ansiada, que puede revelar cómo y por qué suceden los accidentes.

poemasEste símil ha buscado Pedro Guerra para titular su primer poemario, Hurgando en la caja negra, que el lector recibe en una elegante envoltura. La editorial Frida, responsable de la publicación, lleva al mercado las obras de muchos cantautores que creen tener algo que decir más allá de los acordes de sus temas.

La estructura del libro revela el afán bienintencionado del autor en hacer comprensible toda su realidad, repleta de espejismos y recuerdos y cuya observación, unas veces por su naturaleza de sueño y otras por su empeño insular, precisa de una calma y de una organización sencilla. Hay once secciones: en cada una de ellas, dan la bienvenida unos versos cercanos a la tradición japonesa del haiku. Después se sitúan cuatro textos de prosa lírica. Luis García Montero en el prólogo, y Joaquín Sabina en el epílogo, destacan la versatilidad del cantante canario a la hora de tratar con disciplinas diferentes y saber enfocarlas desde su particular perspectiva. El fin obvio es que estos pensamientos lleguen al lector como bocanadas, dejándose caer con lentitud, intentando que no se rompa el frágil esquema de silencio y concentración que exige la lectura de los capítulos.

El foco lo pone Pedro sobre el mar, que es el espacio geográfico y sentimental que marca su niñez y juventud en Tenerife y que se divisa desde estas líneas, como no podía ser de otra manera, como elemento mitificado en todas las vivencias a lo largo de esos años de su vida. Sombras de carácter familiar se unen a un alegato de protesta por las mujeres maltratadas, el regreso del ser humano a sus orígenes africanos o los numerosos viajes. Sensaciones de Barcelona, Praga o la Patagonia descubren la inquietud propia de una personalidad que nació rodeado de lo circunstancial (ya sabemos del carácter transitorio de las Islas Canarias) y que extrae de ello enseñanzas que pueden orientarle en su camino artístico.

La verdadera patria de un hombre es su infancia: en este pensamiento confluyen Rilke y Guerra, y de esa primitiva existencia nace el sosiego con que recuerda sucesos y personas que hoy, de forma inevitable, se han transfigurado en borrones de confusas manos. No terminar de reconocerlo desvela que también el protagonista cae en la nostalgia voluntaria de lo perdido, que en todas las luces hay sombras y que con frecuencia se hace ineludible la detención del viaje para medir el kilometraje recorrido. De los postes indicadores y los diarios de viaje sacamos luego las conclusiones. Pedro Guerra trajo de su periplo cosas inimaginables, algunas cuya existencia duda todavía hoy. Es comprensible esta incertidumbre. Son los riesgos de levantar la tapa del motor del avión de la vida y comprobar cómo el tiempo que corre ha hecho mella en la caja negra.

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1 COMENTARIO

  1. Enhorabuena al Sr. Guerra Mansito por la publicación de este primer poemario.
    Al fin y al cabo, la vida consiste en un baile frenético de electrones dentro de la caja negra del propio cuerpo.
    Hasta que no hurguemos en la caja negra no sabremos si somos blancos o negros, si estamos vivos o muertos….

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