Metas por alcanzar

Isabel Moya   Isabel Moya (Directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha)

   El 8 de marzo debe servirnos para reflexionar sobre todas aquellas metas que aún nos quedan por alcanzar para conseguir que las mujeres se incorporen en igualdad en todos los ámbitos de la vida.

   En los últimos años las mujeres se han incorporado, aunque lentamente, al empleo que se desarrolla fuera de casa. En Castilla-La Mancha la tasa de actividad se situaba a finales de 2003 en el 37’65%, mientras que la tasa de paro femenino, a pesar de triplicar a la masculina, que está muy por debajo de la nacional, se ha visto reducida en cuatro puntos.

   El esfuerzo del Gobierno regional en la pasada legislatura ha permitido reducir las grandes diferencias que existen entre las tasas masculinas y femeninas en cuanto a tasa de actividad laboral y paro. Ahora es un objetivo prioritario para el Instituto de la Mujer, la Consejería de Industria y el SEPECAM trabajar de forma conjunta en incrementar la actividad laboral femenina y reducir el paro en nuestra comunidad autónoma.

   Pese al mayor nivel de formación, persisten diferencias de género importantes en el desempleo. A partir de los años ochenta las mujeres se incorporan de forma masiva a la educación y ello nos ha conducido a la equiparación de la presencia de las mujeres en la universidad. En Castilla-La Mancha, un 55%. Las mujeres jóvenes tienen más formación que los hombres de la misma edad y los índices de abandono de los ciclos educativos es menor y, sin embargo, las diferencias entre las tasas de paro de mujeres y hombres son sensiblemente más elevadas en las edades jóvenes, que coincide con las tasas más altas de actividad de los hombres.

   Las mujeres padecen más la precariedad laboral, la realidad está lejos de ser paritaria y perdura el denominado “techo de cristal”. Nos enfrentamos con dificultades en nuestra promoción laboral, más dificultades para acceder a cargos de dirección. El fenómeno conocido como “segregación vertical” está presente no sólo en la empresa privada, sino también en el ámbito público.

   Las mujeres que participan en política tienen los mismo problemas de presencia. Se repiten idénticas situaciones a las que se viven en el mundo laboral.

   La otra discriminación para las mujeres es la “segregación horizontal”. Las mujeres se concentran en unas pocas ramas de la actividad, generalmente relacionadas con el sector servicios y con actividades tradicionalmente femeninas. Nuestra participación en algunos sectores es prácticamente anecdótica y las posibilidades de desarrollo de carrera profesional en las actividades consideradas tradicionalmente masculinas son casi inexistentes.

   La legislación exige expresamente la igualdad de remuneración entre mujeres y hombres tanto en España como en Europa y pese a ello continúan existiendo diferencias de retribución. Las condiciones precarias en el empleo también afectan en mayor medida a mujeres que a hombres, la temporalidad es especialmente significativa. Tres datos. El 81’57% de los contratos a tiempo parcial son ocupados por mujeres, solamente el 38’3% de los contratos son indefinidos y el 99% de las jornadas reducidas que se solicitan por obligaciones familiares pertenecen a mujeres. Tal vez por los datos arriba señalados muchas mujeres han escogido la creación de empresas como el mejor camino de auto-ocuparse.

   Lo que también es evidente es que la organización social no da respuesta a las nuevas necesidades en la organización del trabajo y de los servicios. El tiempo es una necesidad de mujeres y de hombres por igual y la sociedad debe facilitar servicios que den respuesta a esta necesidad. Son las mujeres las que están cubriendo las carencias de servicios del estado del bienestar, ya que la organización social no responde a todas las necesidades de las familias y las personas a su cargo.

   Las mujeres hemos pasado de poder escoger el momento de la maternidad a no tener libertad real para decidir el número de hijas e hijos y el momento de tenerlos. Las mujeres queremos tener autonomía económica y, por lo tanto, una trayectoria laboral. En cambio nos vemos obligadas a elegir entre la carrera profesional y nuestra autonomía económica o la maternidad, olvidándose que ésta última es un bien que debe protegerse por el conjunto de la sociedad y no hacer que las mujeres sean las únicas que soporten esta responsabilidad.

   Se sigue constatando la existencia de una “doble jornada”, en el caso de las mujeres que trabajan fuera del hogar, ya que el 43% asume en solitario las tareas domésticas, pero incluso en el caso de que la mujer trabaje y el hombre no, el 49’2% de ellas siguen realizando éstas sin ayuda en detrimento del tiempo libre que podemos y debemos dedicarnos a nosotras mismas.

   Queremos compartir tiempo y trabajo y hoy es un buen día para decirlo.

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