Sexo por dinero

Felipe Medina

   La Iglesia Católica, todo el mundo lo sabe, esta obsesionada por el sexo. Incluso se podría afirmar, si la Iglesia fuera una persona física, que su obsesión tiene características de delirio. La batalla que lleva la Iglesia Católica en contra de la libertad sexual hace que se enfrente con la sociedad civil y también con la comunidad científica. Los movimientos feministas y de mujeres, los movimientos de homosexuales y lesbianas, las asociaciones a favor del aborto libre, las asociaciones a favor de la reproducción asistida y de practicas eugenésicas motivadas por necesidades de salud y de investigación así como diversas asociaciones científicas se enfrentan a la iglesia y presionan para que los gobiernos y parlamentos no cedan a las presiones clericales.
   La legislación restrictiva en estos asuntos que existe en muchos países europeos, así como la legislación sobre matrimonio y divorcio, ha estado condicionada – esto nadie lo duda- por las injerencias de las iglesias y particularmente de la Iglesia Católica.

   También en el ámbito de la sociedad internacional y debido al status privilegiado que tiene la Santa Sede en el sistema de Naciones Unidas , la Iglesia Católica ha enredado y creado mal ambiente en muchas conferencias internacionales. Particularmente dura es la posición de la Iglesia Católica en el asunto del SIDA y su oposición al uso del preservativo en África y a las prácticas de planificación familiar y en contra del aborto en los países del tercer mundo.

   La posición de la Iglesia Católica parece que tiene que ver con la no distinción entre reproducción y sexualidad humana y la negativa a contemplar la libertad y el placer sexual en el ser humano. Incluso en su interior, la imposición de la represión sexual al clero le esta causando problemas internos a pesar que esta represión tiene repercusiones en el exterior debido a la amplia dimensión que ha cobrado el abuso de menores por parte del clero.

   Las posiciones que mantiene la iglesia en relación a la sexualidad y a la moral privada son, en los países mas desarrollados y secularizados, insostenibles y cada día tienen menos credibilidad, incluso los católicos declarados en estas sociedades no creen en los códigos de moral privada de la doctrina católica en aspectos que tienen que ver con la sexualidad, la reproducción humana o el matrimonio. Parece, que en estas sociedades, esta batalla esta totalmente perdida y aunque todavía en la legislación que regula estos aspectos se observa el peso católico poco a poco el cuerpo legislativo reforma estas regulaciones presionado por la realidad y la exigencia social.

   En nuestro país, la legislación sobre reproducción asistida, matrimonio, divorcio y aborto e investigación en materia de reproducción ha estado también condicionada por la posición de la Iglesia Católica y los legisladores conocen perfectamente esta situación. El anuncio del Ministro de Justicia de reformar parcialmente estas regulaciones ha provocado una protesta pública de la Conferencia Episcopal, secundada por distintos obispos en homilías y manifestaciones a los medios de comunicación (Rouco, Cañizares, Gea, Escolano…), así como la reprimenda del Pontífice a Zapatero en su encuentro en el Vaticano. Sin embargo, lo extraño del anuncio del Ministro de Justicia ha sido que al tiempo haya querido tranquilizar a la Iglesia Católica al afirmar que el Gobierno no promoverá ninguna denuncia de los Acuerdos de 1976 y 1979 con la Santa Sede.

   Por si no se conoce suficientemente los Acuerdos de los años 1976 y 1979 con la Santa Sede significan reconocer una serie de privilegios para la Iglesia Católica en materia de educación, financiación, patrimonio cultural, asistencia religiosa, entre otros asuntos, que hacen que la religión católica sea la religión “oficial” del Estado. Estos Acuerdos, en verdad, si se examinan minuciosamente, son contrarios a la Constitución y hunden sus raíces en el concordato de 1953 entre el régimen de Franco y la Santa Sede. Da la impresión que el Ministro de Justicia dijera a la iglesia: “les cambio sexo por dinero”. Parece como si el Ministro de Justicia quisiera sosegar a la Iglesia Católica garantizándole su status privilegiado y al tiempo indicando a la Iglesia que no organicen mucha bulla con los cambios legislativos en materia de matrimonio, divorcio, aborto etc., sin embargo, el gobierno actual ha llegado donde está, entre otras razones, porque un sector amplio de la sociedad ha presionado para que en España se estableciera un aconfesionalismo estatal, tal como proclama nuestra Constitución. De hecho en las protestas contra la LOCE-uno de los asuntos preelectorales mas utilizado- el tema estrella fue el asunto de la religión en la escuela publica. Personalidades del partido político del Gobierno también están declarando que el laicismo es una tarea pendiente en España que debía empezar por acabar con los acuerdos del 79. Ahora, con estas declaraciones del Ministro de Justicia, se echa un jarro de agua fría a las aspiraciones laicistas en España. No se puede avanzar pensando que va a decir la Iglesia Católica. El sistema político no tiene por qué mantener una actitud de censura previa. Es imprescindible avanzar, independientemente de lo que la Iglesia diga o deje de decir.

   Todos los ministros y ministras del nuevo gobierno, mientras tomaban posesión de sus cargos delante del Rey y del presidente del Tribunal Constitucional lo hicieron ante un crucifijo y estoy seguro que la mayoría de ellos se preguntaron: “¿qué hace aquí este crucifijo?”.

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