Buscando a Azorín por La Mancha (3)

Ramón Fernández Palmeral
De Monóvar a las Lagunas de Ruidera

Señor Azorín:

   Hemos salido de Monóvar por la carretera comarcal hasta salir a la autovía E-7, en Elda, tomamos dirección Villena, pasado el túnel ya empiezan a verse los aparatosos molinos de energía eólica o aerogeneradores, que no son molinos de viento, en la provincia de Albacete en Caudete.

   Diversos colectivos almanseños se han unido para denunciar los «destrozos» que la energía eólica está ocasionado en la Sierra de Oliva y Cerro de Santa Bárbara. Aseguran que la flora y la fauna están sufriendo las consecuencias de las escombreras ilegales y la apertura de pistas. Asimismo, estos colectivos añaden que, además del medio ambiente, están sufriendo los restos arqueológicos de la zona.

   Aparece Almansa embarazada por su castillo, luego Albacete que es la ciudad más poblada de La Mancha, en la circunvalación tomamos el desvío a Manzanares por la N-430, y en la primera gasolinera de los Hnos. Segovia S.L., llené el depósito por lo que pudiera pasar, el gasolinero con gafas no hacía más que sonsacarme mi procedencia, por simple curiosidad policial. La llanura se nos abría en un campo de trigo candeal en crecimiento de unos veinte centímetros de alto, que el viento «maricote» del oeste, ligero y agradable peinaba los trigos aterciopelados, verdes, amarillentos. La carretera es una línea recta que pasa por Barrax, Munera, Socuélamos y Ossa de Montiel, la carretera se convierte en una lenta travesía, con badenes para los velocistas, allí hay un desvío hacia La Lagunas de Ruidera pero optamos por continuar por la N- 430, donde se inician una serie de curvas a ambos lados de la dirección tomada (izquierdas y derecha), en prolongadas bajadas que nos indican el inicio de una depresión en el terreno, empieza a cuajar el verde vejiga de los carrascales en el monte bajo, y algún que otro pino y espesea el encinar.

   Los álamos que en la primavera sueltan su pelusa blanca nos anuncian el pueblo de Ruidera situado en el kilómetro 409, a la derecha una gasolinera o estación de servicios Cinco Hermanos y más adelante el nuevo edificio de la Casa Consistorial que fue inaugurado 7 de mayo de 1999 por el Presidente de la junta de Comunidades de Castilla-La Mancha José Bono Martínez, siendo alcalde Nemesio Chaparro Salinas. Frente al ayuntamiento se halla la iglesia con su torre campanario, paños laterales sostenidos por contrafuertes. A Ruidera llegó usted, señor Azorín, en el capítulo IX y X de su ya referido libro La Ruta de Don Quijote, un día del mes de marzo de 1905, escribe:

   «Después de las veinte horas de carro que la ida y la vuelta a Puerto Lápice suponen, hétenos aquí ya en la aldea de Ruidera –célebre por las lagunas próximas-, aposentados en el mesón de Juan, escribiendo estas cuartillas, apenas echado pie a tierra, tras ocho horas de traqueteo furioso y de tumbos y saltos en los hondos relejes del camino, sobre los pétreos alterones. Hemos salido a las ocho de Argamasilla». Es decir, que usted llegó a las cuatro de la tarde.

   De Ruidera a Argamasilla hay exactamente 31 kilómetros, nos lo indica una señal de situación en la esquina de la bifurcación que se abre a nuestra derecha, con una serie de curvas hacia la laguna Cenagosa, donde hay un viejo molino de agua abandonado, casi como si pareciera los Batanes, narrado en el capítulo XX de la I parte. Es hora de buscar y preguntar por Azorín. La plaza de Ruidera tienen una fuente en el centro y se llama Plaza de Cervantes, hay una tienda de ultramarinos, una de venta de quesos Manchegos y dos bares, en la otra parte, cruzando la carretera una pizzería y un bar de desayunos y bocadillos, la tienda de recuerdos, también está la panadería con un amplio arcén que sirve de aparcamiento. Veo a un joven con gafas y dos bastones, se tambalea.

–¿Buenos días, puedes decirme donde está el mesón de Juan?

–¿Cómo te llamas? -Es su respuesta y claro yo he de identificarme porque de lo contrario el joven no parece dispuesto a hablar.

–Me llamo Ramón, ¿y tú cómo te llamas?

–Me llamo Vicente.

   Y a la vez sonríe con una cara muy ancha, es alto, moreno y de pelo rizado, le digo que mi cojera parece más grave que la suya, porque los cojos estamos deseando que nos pregunten por nuestro mal, y él responde que lo suyo fue un accidente de tráfico, le atropelló un coche en la travesía, por eso hay tan altos y escabroso badenes por el puente del Rey, que es lo primero que hubiera en Ruidera y una fábrica de pólvora. Su problema físico es un problema de equilibrio, se le rompieron los huesos del oído interno que nos mantiene en equilibrio: llamados martillo, yunque, escribo, lenticular… Este tipo de lesiones son muy molestas, sobre todo por la noche a la hora de dormir. A mi amigo Juan Caminero le pasó algo parecido cuando le explotó un cohete cerca y le rompió el oído interno, le dieron por inútil, y lo pasa muy mal a la hora de dormir.

   Siguiendo con mis investigaciones, me contó Vicente que no recuerda la existencia de un mesón que se llamara de Juan, la antigua posada, estaba detrás de la gasolinera y se llamaba El Bautista, que ahora ya no existe y en su lugar hay una pensión que se llama La Mancha, junto al nuevo edificio de un cine. Sin embargo, aquí, en esta calle que no tiene nombre, me parece encontrar el mesón de Juan que nombra usted en su libro (p.120), porque podemos observar que el Bautista se llama Juan: Juan el Bautista. Y con estos pequeños indicios hemos de conformarnos.

   Actualmente Ruidera es un pueblo próspero, con hoteles, restaurantes, albergues juveniles, ninguno lleva su nombre. Al final del pueblo y antes de llegar al puente del Rey, se encuentra el desvió señalizado con un Stop, y carteles a la izquierda: Las Lagunas de Ruidera y Cueva de Montesinos, es la carretera comarcal 650, de borne amarillo, a tres kilómetros bordeando el margen de la laguna del Rey y La Colgada, llegamos al Hotel/Restaurante La Colgada, que recibe el mismo nombre que la laguna. El Hotel se ha remodelado y por lo tanto se ve nuevo, limpio, tiene cafetería y comedor, aunque se construyó sobre el año 1976. La recepcionista es una chica joven, usa gafas, el camarero luce un tatuaje de un ancla en el brazo derecho, un fornido y barrilete joven de bigote, fue el mismo que hace años nos atendiera, en mi primer viaje, hace años a la Cueva de Montesinos. Hospedado en la habitación 409, primer piso sin ascensor, la ventana se abre a la paz de la laguna quieta, mansa, espejo del cielo y de los frondoso choperal, olmos y álamos.

   Comida en el restaurante, tuvimos primero mucho ruido, sí ruido porque había más de 50 colegiales de una excursión comiendo y no paraban de hablar, jugar y de gritar, lo que reconforma es que son incipientes cervantistas. La comida muy buena, sin embargo la carta de vinos a un precio prohibitivo, no entiendo cómo en una región como Castilla-La Mancha los vinos en los restaurantes están tan caros, entre 18 a 20 € la botella, por eso pedimos el vino de la casa, un Valdepeñas desconocido que no había forma de bebérselo, pero me negué a gastarme 20 € para un menú de 12 €, y tuve que pedir una cerveza y dejar tres cuartos de botella de aquel brebaje tintorro o tintote. Durante los tres días que estuve en La Mancha se celebró FENAVIN (Feria Nacional del Vino) en el Palacio de la Granja de Ciudad Real, donde se ha debatido sobre todos los aspectos del cultivo, producción y exportación, y el desequilibrio entre el precio que los agricultores reciben por la uva y lo que paga el consumidor, sin embargo, he llegado a la conclusión de algunos gastrónomos que dice: «En el restaurante el vino de la casa y el de reserva en tu casa».

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