Buscando a Azorín por La Mancha (23)

Ramón Fernández Palmeral

Su 132 cumpleaños con libros

Señor Azorín:

   No quiero echar la llave sin contarle que en la Casa de Cultura de su pueblo, Monóvar, celebramos el CXXXII aniversario de su nacimiento el día 8 de junio del 2005. Me invitó a los acto el director de la Casa-Museo don José Payá Bernabé para la presentación del libro editado por el Centro de estudios Castilla-La Mancha, de su libro de La ruta de don Quijote I Centenario 1905-2005, con epílogo de Jose Payá. A las 19 horas tomé la A-31, llegué a Monóvar y crucé la calle Mayor, pasé por la iglesia y la plaza del Ayuntamiento y ya en la calle Argentina, una transversal empinada, aparqué, porque la calle de Salamanca está tan cerca que desde el coche se puede leer la placa, además de estrecha esta calle es dirección prohibida. Allí, Enrique, administrativo que es prejubilado de la CAM y que vive en Novelda, con la amabilidad que le caracteriza, me dio un catálogo de la Conmemoración de su 132 Aniversario, que muestro para este artículo.

   Recogí las fotocopias de la introducción a La ruta de don Quijote, de Santiago Riopérez, de la rara edición Rembrant de Alicante, 1982, y que ya tenía concertada para que me la preparara, pues sabía que esta introducción me ampliaría muchos datos que yo ignoraba sobre su libro.

   Desde la Casa- Museo a la Casa de Cultura fuimos andando un grupo de personas que habían venido desde Ciudad Real: Isidro Sánchez y Esther Almarcha, del Centro de Estudios de Castilla-La Mancha, Francisco Aliá Miranda, Vicerrector del Campus de Ciudad Real y el editor del libro, Juan Manuel Abascal, Directo de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, José Payá y un representante del Vicerrectorado de Extensión Universitaria de Alicante. Miguel Salvador, Concejal de Cultura del Ayuntamiento de Monóvar.

   En la puerta de la Casa de Cultura estaba el adelantado de Monóvar Salvador Poveda y el Concejal de Cultura, y mucho público. A la entrada compré el nuevo libro que se presentaba y pedí un autógrafo a Esther Almarcha, más que nada para autentificar la compra y el momento, ya sabe usted que los libros sin autógrafos parecen salchichones caseros, sin marchamo ni garantías.

   El acto empezó a las 20´15, hora española de los actos, como siempre un cuarto de hora más tarde porque en España esto es así, siempre un cuarto de hora y hasta media hora más tarde, porque parece que no es educado empezar con el patio de butacas medio vació, es mejor esperar un poco, hacerse el remolón. El salón de actos, a modo de teatro, tiene un escenario amplio, había un lugar de privilegio, una mesa y un decorado elegante con una especie de colcha sobre un tendedero, y detrás el cuadro gigante de la Xantipa, vestida con su uniforme de luto y su pelo recogido en moño. He de destacar que tras las presentaciones del libro ya anotado, hubo una lectura dramatizada de los capítulos que hablan de la Xantipa. Subieron al escenario dos mujeres vestidas de luto con melena suelta, como las de la casa de Bernarda Alba de García Lorca, y un violonchelista (Francisco J. Alvillar), que como todo los violonchelistas se sentó como para lavarse los pies, allí delante de todos los espectadores. Un lujo de actrices que nos hicieron llorar y aplaudir con entusiasmo; durante la representación no hubo una sola tos, ni sonó ningún móvil ni la gente se levantó para ir al retrete; ellas eran las actrices Manuela Amat y Brígida Blasco, profesoras de alguna escuela de arte dramático.

   Luego me dijo José Paya que cuando los oyó recitar por primera vez les dijo: nada, sin más al escenario, y no creo que sea la última vez, porque uno puede actuar, pero otra cosa es vivir la escena.

   Cerrada la vivencia escénica de la Xantipa, huevo recordatorio del 132 aniversario de su nacimiento, y clausura del alcalde, Concejal de Cultura y un representante de la CAM. Luego hubo cambios de tarjetas de visitas. Lo normal en estos actos, que siempre sirven para dar a conocer la cara y la talla, porque los nombres de por sí no son más que mudos anagramas, las personas son más interesantes que los cargos y las cátedras.

   Regresé a mi casa a eso de las once, me leí de un tirón el libro que había comprado, ilustrado con fotografías antiguas de La Mancha, un libro para ponerle una nota muy alta.

   No quiero finalizar estos artículos monográficos sin agradecer a Luis Andrés de Monóver punto com, la diligencia y disposición en pasar estos trabajos a su portal, donde los artículos azorinianos tienen un lugar privilegio.

   Un amigo indulgente me peguntó en broma

–¿Qué, encontraste a Azorín por La Mancha?

–Y yo, que soy un pobrecito escritor le dije que por supuesto que sí.

Alicante, 30 de junio 2005

www.monover.com

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