El agua, propiedad y compromiso de todos

Carmen Quintanilla Barba
(Presidenta nacional de AFAMMER)

  
En 1992 la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) declaraba el 22 de marzo como Día Mundial del Agua con el objetivo de “promover entre el público la conciencia de la importante contribución que representa el aprovechamiento de los recursos hídricos al bienestar social, así como su protección y conservación, con respecto a la productividad económica”.

   Hoy volvemos a celebrar esta conmemoración desde el convencimiento de que el agua es propiedad de todos, de los que la pueden pagar y de los que no y de que todos somos responsables de hacer un buen uso de este recurso que, aunque renovable, es cada vez más limitado. El agua es un recurso esencial para el ser humano, sin agua no hay vida, sin agua no hay desarrollo.

  
En un día como hoy debemos recordar que el agua es uno de los elementos indicadores de las abismales diferencias que siguen existiendo entre los países más avanzados y los menos desarrollados, entre sociedades ricas y pobres. De hecho, todavía un 18% de la población mundial no tiene acceso al agua potable y el 40% carece de redes de saneamiento básico, es decir, mil millones de personas en el mundo, fundamentalmente en el continente africano, no tienen acceso al agua potable, abasteciéndose de forma directa de charcas, ríos y pantanos insalubres y 2.400 millones de personas no cuentan con un acceso adecuado a un sistema de saneamiento básico. Enfermedades relacionadas con estas carencias como la diarrea infecciosa causa al día 6.000 muertes y cerca de 2 millones al año, en su mayor parte niños menores de 5 años. La escasez de recursos económicos desemboca en la ausencia de las infraestructuras necesarias y fundamentales para que gran parte de la población mundial pueda acceder al líquido y vital elemento.

  
Y, de nuevo, como ya he dicho en numerosas ocasiones, la pobreza vuelve a tener cara de mujer también en lo que respecta las carencias hídricas. Según el último boletín del Portal del Agua de la UNESCO, cientos de mujeres y niñas en África emplean más de 8 horas diarias en recorrer entre 10 y 15 kilómetros para recoger agua y en cada trayecto transportan entre 15 y 20 litros. En Egipto, un 30% de las mujeres caminan más de 1 hora al día para satisfacer las necesidades relacionadas con el agua. El 70% de las personas ciegas del mundo son mujeres que han sido infectadas, de forma directa o a través de sus hijos, por el tracoma, una infección bacteriana ocular que se produce en comunidades con acceso limitado al agua. En África, el 10% de las niñas en edad escolar no van a la escuela durante la menstruación o abandonan los estudios en la pubertad por la ausencia de instalaciones sanitarias limpias y privadas en las escuelas. Pero el papel y la relación entre agua y mujer va más allá puesto que la mayor parte de los alimentos que se producen en el mundo son cultivados por mujeres agricultoras, fundamentalmente en los países del África Subsahariana aunque el porcentaje de tierras irrigadas es tan sólo del 13%.

  
Ya en 1995 el lema del Día Mundial del Agua se dedicó a la mujer y desde hace algunas décadas las mujeres africanas se han implicado en los proyectos relacionados con el abastecimiento de agua o redes de saneamiento y en algunos países de este continente las mujeres influyen a la hora de que las autoridades locales adopten medidas en materia hidráulica siendo ellas las que deciden, incluso, cuándo y dónde excavar nuevos pozos.

  
A la luz de estos datos, me sumo al llamamiento realizado por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, en su declaración de hoy en cuanto a que la mujer tenga presencia y participación efectiva en los ámbitos donde se toman decisiones sobre cómo usar y gestionar el agua en estos países como principales afectadas y conocedoras de los problemas hídricos que sufren sus pueblos y que ellas viven en primera persona. El camino ya se ha iniciado, pero es preciso seguir potenciando el papel fundamental que debe jugar la mujer en el futuro desarrollo de sus pueblos.

  
Desde estas líneas quiero también expresar mi compromiso como parlamentaria y como presidenta de una organización no gubernamental para que las mujeres de los países en desarrollo puedan conseguir un derecho fundamental como es el acceso al agua potable y a los saneamientos básicos que permitan mejorar su calidad de vida y, por extensión, la de sus familias y sus comunidades porque el agua no es sólo derecho de aquellos que, afortunadamente, la podemos pagar sino que es un recurso natural del que debemos beneficiarnos todos desde los principios de responsabilidad y sostenibilidad.

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