Día Mundial del Medio Ambiente. “Una fecha para reflexionar”

José Luis Martínez Guijarro (consejero de Medio Ambiente y Desarrollo Rural)

   La Conferencia Mundial de Estocolmo supuso hace 34 años la primera manifestación a escala global de la preocupación por la problemática ambiental, sin olvidar los antecedentes del informe “Los límites del crecimiento” elaborado por el Club de Roma y el libro “Primavera silenciosa” de la bióloga norteamericana Rachel Carson, recientemente reeditado, y que después de cuarenta y cuatro años sigue siendo leído por ambientalistas de todo el mundo.

  
La segunda mitad del pasado siglo se caracterizó por los continuos avances que la ciencia y la tecnología proporcionaban, permitiendo el incremento de la productividad en la industria y la agricultura. Pero también se caracterizó por los continuados aldabonazos, llamadas de atención, descubrimiento de datos y problemas fundamentalmente ambientales que fueron surgiendo de forma paralela al “milagro” de la ciencia moderna, algunos de los cuales resultaban totalmente desconocidos en décadas anteriores.

  
Aquello condujo al cuestionamiento de los modelos de desarrollo clásicos por cuanto se incrementaba la sospecha de que el crecimiento no podría ser indefinido y que tendría límites, pues finitos son los recursos, tomándose conciencia de que el medio ambiente es, además, la gran despensa que permite el funcionamiento de la vida en el planeta: desde el aire que respiramos, hasta el agua que bebemos y el alimento que nos nutre y que no es sino el fruto resultante de millones de años de evolución que permite el encuentro y la transformación de la energía y la materia en seres vivos y conciencia.

  
En aquellos primeros años poco se sabía de los impactos ambientales y en la salud humana y, aunque la toma en consideración se realizaba de forma continua no dejaba de ser lenta y parsimoniosa, quizás imitando los propios ritmos naturales evolutivos.

  
A finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, el informe “Nuestro Futuro Común”, la Cumbre de Río de Janeiro y la Agenda 21, consiguen integrar los aspectos ambientales, sociales y económicos bajo el paraguas común del desarrollo sostenible.

  
Hoy día sabemos lo vulnerables que son los ecosistemas, la fragilidad de la vida en el planeta y conocemos con más detalle las amenazas que se van convirtiendo en realidades: el cambio climático acelerado, la pérdida de diversidad biológica, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación global. Aún así, todavía discutimos sobre su alcance, aunque ya nadie dude de su realidad.

  
Hemos colonizado la Tierra y proseguimos intentando dominar la naturaleza, extrayendo recursos naturales, consumiendo energía, vertiendo residuos y transformando nuestro entorno en el reflejo de una sociedad que consume y amenaza la sostenibilidad de su propio sistema generando desequilibrios sociales inasumibles: hambre, miseria, emigración, desertización, guerras …

  
Todas estas evidencias son las que nos llevan a impregnar de medio ambiente todas las políticas comunitarias, nacionales y autonómicas, convirtiendo a los modelos de desarrollo sostenible en el eje vertebrador de las políticas ambientales, sociales y económicas.

  
Pero aún queda mucho camino por recorrer lo que nos debe llevar a detenernos, al menos cada 5 de junio, cada Día Mundial del Medio Ambiente, a reflexionar sobre nuestro pasado, presente y futuro.

  
Vivimos momentos de incertidumbre, de periódicas tensiones entre lo natural y lo artificial. El ser humano intenta someter la Naturaleza a su colonización y ésta se revela o, cuando menos, nos avisa, aunque seguimos sin darnos cuenta de que somos, simplemente, sus hijos.

  
Es posible que al final, como dice el genial fotógrafo Gonzalo Puch, nuestros paisajes actuales no sean más que lo que queda después de la batalla. Abriguemos la esperanza de que el futuro no nos depare más primaveras como la descrita por Carson en su libro. Los pájaros seguirán cantando, los “molestos” insectos continuarán zumbando entre las flores. Que nuestro futuro no tenga “Primaveras silenciosas”.

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