Los colectivos de inmigrados en Castilla-La Mancha: entre la pobreza y la defensa de su identidad

Coordinadora de Asociaciones de Inmigrantes de Castilla-La Mancha, miembro de la Alianza Castellano Manchega contra la Pobreza

Un número importante de inmigrantes e hijos de inmigrados están presentes hoy en Castilla-La Mancha. Cualquier acción  dirigida a su integración, a la convivencia entre culturas, debe partir de un estudio lo más ajustado posible de la realidad social y sus tendencias, de los contextos sociales y culturales de la población inmigrada, de las relaciones y conflictos con la sociedad autóctona, de sus necesidades y expectativas.

   En ese sentido hay que ser precavidos con algunas consideraciones que parten de percepciones como la de que la población autóctona considera enriquecedora la inmigración, que la mayoría social es solidaria con los inmigrados y partidaria de extender sus derechos, la de que el racismo está poco extendido, o que el mestizaje es un proceso natural en desarrollo. Estos análisis no resisten confrontación alguna con la realidad y el momento histórico, y resultan, más bien, visiones autocomplacientes de lo propio.     
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   Las cuestiones centrales pasan por saber cuántos son, a qué tipos culturas o colectivos pertenecen, por qué han venido y en qué condiciones viven.

   No sabemos con precisión cuántos son. Según el informe del 2005 de la Coordinadora de Asociaciones de Inmigrantes de Castilla-La Mancha unos 150.000 inmigrantes (el 10% de la población de la región), viven y trabajan en esta  Comunidad Castellano-Manchega. Unos 120.000 están censados, pero existe un contingente importante sin censar, especialmente temporeros, que recorren esta Comunidad  en  las cosechas de aceitunas, hortalizas, ajos o frutas. La última regularización acogió a 20.000 personas en la región, otro número parecido de solicitudes fueron rechazadas, y otros tantos ni siquiera se atrevieron a presentarlas por no estar empadronados o no tener contratos. Un grupo importante aún, por tanto, sigue sin permisos de trabajo y residencia.
  En conjunto hay ya un porcentaje semejante a la media nacional y significativo respecto a la población autóctona, por lo que a pesar de la discreción e invisibilidad, consideramos que el fenómeno inmigratorio con su riqueza y problemática está presente de lleno en Castilla-La Mancha.

   Tampoco conocemos muy bien los ritmos de llegada y lo que hay detrás de estos. La tendencia actual apunta  a que serán muchos más en los próximos años. Según datos de la Dirección General de Ordenación de las Migraciones, la población inmigrante de  Castilla-La Mancha se ha multiplicado por dos entre 1996 y 1.999, y se ha vuelto a duplicar entre 1.999 y 2.001. Esto supone crecimientos en algunos años del 50% (de 1996 a 1997 pasa de 6.670 a 9.347).

   Sobre las razones de su huída, recurrimos al conocido análisis que relaciona estos movimientos migratorios con el empobrecimiento alarmante de los países del Sur, con desequilibrios cada vez mayores con el Norte, con un sistema de acumulación de riquezas del Norte basado en el comercio desigual, en los cobros de una desmesurada e injusta deuda externa.

  La llegada de inmigrados está en relación con el empeoramiento de las condiciones de vida en el norte de África en los últimos 20 años, el hundimiento de las economías latinoamericanas de la región andina, la profunda crisis de los países del este de Europa tras la caída del bloque soviético, y las expectativas de trabajo en este país y en esta región con un importante desarrollo en las últimas décadas.

     Preguntarse qué piensan y cómo son los inmigrantes plantea una dificultad previa. Un rasgo significativo de estos grupos es su invisibilidad. Es un rasgo que tiene dos vertientes: los inmigrantes no quieren dejarse ver y la sociedad autóctona prefiere mirar a otro lado. De este modo, no sólo su identidad, sino su papel en esta sociedad.

  Lo que desde luego resulta difícil de ver para los autóctonos son sus condiciones de vida y trabajo, cuyos rasgos más significativos son la pobreza y la exclusión social.  

Para que la inmigración sea por libre decisión y no por las condiciones de extrema pobreza en los países de origen de los inmigrantes, solicitamos que los partidos políticos firmen el pacto regional contra la pobreza y los pactos locales como instrumentos para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

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