Cuando la música no llega al corazón

PabormiPabormi

Por lo general y como está ampliamente demostrado, la música amansa a las fieras, pero no solo eso, sino que es capaz, dependiendo del ritmo, de alegrar, tranquilizar, optimizar, negativizar  e incluso llevar a la cumbre, a quien es verdaderamente amante de un tema determinado.

Todos, pertenezcamos a la generación, a, b ó c, dejamos lo que estamos haciendo cuando el aparato de radio, escupe aquellos acordes con los que bailabas de adolescente,  los que escuchabas con los amigos de infancia a la luz de una hoguera, o aquellos sencillamente  inolvidables, que te trasladan a tiempos en los que tu joven e  inexperta pelvis, se masajeaba rítmicamente con el pubis que habías elegido (y te había elegido a ti), mientras una burbuja lo envolvía todo y solo este acto tenia lugar.Lo demás ni existía ni lo merecía. Solo ella, tu y tu música… sagrada.
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Supongo que lo mejor que se puede decir de la música es que …¡no deja indiferente a nadie, incluso aunque sea en sentido negativo! –que no es poco decir-.

Pero fíjense que, ayer, comprobé que estoy equivocado. Que no siempre es así.

Miré de reojo un programa en la tele, en el que aparecían madres y padres de niños, jóvenes y mujeres ya veinteañeras, que están desaparecidas, si si… nadie sabe nada sobre su paradero, aunque la generalidad de los padres asistentes, al principio, conjeturaban sobre la posibilidad de que estuvieran en mil sitios, pero sin excepción , la frase final de su intervención venia a ser… “al menos que nos digan donde están para poder rezarles”. Es muy duro ¿verdad?

Después de muchos testimonios de estas madres y padres, a las que les han robado lo mas valioso de sus vidas, el realizador del programa, tenía programado que una niña, virtuosa sin duda del violín, les dedicara una pieza musical, de aquellas que alimentan el silencio, el silencio sangrante, el que deja escapar pus de las llagas que el tiempo de ineficacia en la búsqueda ha ido abriendo, el silencio de las mandíbulas contraídas y los dientes apretados, buscando respuestas a unos  interrogantes de los que resbalan silenciosos goterones de sangre, pero no de cuerpo, sino de alma…

¿Dónde están? ¿Dónde esta mi hij@? ¿quién se los llevó y por que?

Y ¿saben lo que me dejó frío? … eso, eso mismo…¡que la música no les llegaba! Para piecitas musicales están ellos. Cuando el corazón se ha convertido en mármol, tras el inacabable y tortuoso  sufrimiento de días, meses y años, allá, ya no entran las flechas, ni tampoco las flores… solo reina el frío y el ceño fruncido y el antídoto, el único y posible antídoto, es que les llamen por teléfono una noche oscura y que las palabras que oigan y escuchen, por el auricular la conviertan en estrellada y especial.

En ese momento se abrirán las nubes y amanecerá, incluso antes de lo previsto por la madre natura.

Pero ese momento aun no ha llegado. Quizás cuando la música se convierte en sonidos que se suceden, ya nada tiene sentido… salvo la eficacia policial que les aclare y les saque del pozo en el que están inmersos.

Aquellas caras le gritaban a la pantalla, que aquellos oídos no escuchaban la música, si acaso, la oían, pero rebotaba antes de entrar en sus cerebros.

Aquellos ojos decían …¡vale, la música cojonuda, oiga…¿pero que hay de lo mío?.. si, si, de lo de mi hija, de lo de mi chaval… ¡es que, es por esto por lo  que me encuentro aquí…¿o se os ha olvidado?

Juro que esa fue la impresión que tuve.

Pido música para todos y que por ningún motivo, esta no llegue a alimentarnos el cerebro, porque…¡no solo de pan vive el hombre!.

Agradeceré sus comentarios en mi blog:

http://www.miciudadreal.com/blog/pabormi/

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