Los del gesto agrio

Felipe Medina SantosFelipe Medina Santos

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas (Mario Benedetti)

Desde que Gallardón le puso cara a doña Cuaresma, la de Gesto Agrio, todo lo veo en clave de disparate. Esta lenta y cada vez más sorprendente carrera electoral está poniendo a prueba la resistencia de ciertos candidatos, que empiezan a mostrar peligrosos síntomas de agotamiento mental.

{mosgoogle}Todo comenzó cuando a Cañete le dio por echar de menos a los camareros de antaño. Ay, aquellos serviciales y castizos empleados de hostelería, pensó, que acudían solícitos con una servilleta pulcramente doblada, para depositar el cafelito y los churros sobre la mesa, mientras te hacían una cortés reverencia. ¿Qué va a ser de nosotros si se pierden las tradiciones y se relajan los modales? Alarmado, llegó a la conclusión de que la culpa de semejante descarrío la tenían los inmigrantes, que además de no estar debidamente cualificados, desconocen los usos del país. Enseguida se lo comunicó a sus compañeros, colegas a su vez de doña Cuaresma, la de Estricta Conducta, y entre todos se pusieron a buscar la solución para tan acuciante problema.

Un insensato planteó la posibilidad de prescindir de los trabajadores extranjeros, estúpida ocurrencia que fue rechazada de forma unánime. Sólo nos faltaba quedarnos sin servicio doméstico, arguyeron algunos; y sin mano de obra a precio de ganga, protestaron otros. Ya sé, dijo de pronto un ingenioso, les obligaremos a firmar un contrato de españolidad. ¿Y cómo nos aseguramos de que lo cumplen?, objetó el que siempre pone pegas. Pues les entregamos un carné de puntos, para que lo vayan completando conforme se familiaricen con la tortilla de patatas, las castañuelas, los toreros, las bailaoras y otras arraigadas costumbres nacionales. Todas menos la siesta, que aquí de lo que se trata es de que vengan a trabajar, no a dormir como marmotas, añadió. Hablando de trabajo, ¿y si no hay curro para tanta gente? Se les echa y en paz, sugirió alguien. Pero qué bruto eres, hombre, replicó el que estaba a su lado, piensa en la economía. Antes la construcción era una mina; en cambio ahora… Yo mismo tengo un bloque de apartamentos recién terminaditos que se me están llenando de telarañas; y los campos de golf, agostados.

Durante un instante, los de Gesto Agrio permanecieron en silencio, sintiendo cómo el fantasma de la crisis se cernía sobre sus cabezas. ¡Eureka, se me ha ocurrido una idea!, exclamó el ingenioso, plantaremos árboles, quinientos millones de árboles en cuatro años. ¿Tantos?, preguntó uno que hacía cuentas, mira que salen a más de catorce mil por hora. Mejor, así empleamos a los inmigrantes y creamos una fuente de riqueza alternativa al ladrillo. De nuevo se hizo el silencio, pero ahora no era producto del temor, sino de la concentración necesaria para calcular beneficios. Sin más, zanjaron el asunto y salieron disparados a comprar acciones de industrias papeleras.

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