La diferencia entre lo que se dice y lo que se quiere decir

Carlos Otto-ReussCarlos Otto-Reuss

Los que hemos estudiado lingüística conocemos a Escandell y sus teorías sobre la inferencia, basadas en establecer las diferencias entre lo que se dice literalmente y lo que en realidad se quiere decir. Un ejemplo fácil:

Ante la pregunta «¿Te apetece venir al cine esta noche conmigo?», cabe una respuesta como la siguiente:

«Uy, sí, no veas qué ganas tengo de ir al cine contigo; estoy deseando, ¿eh? ¡no veo la hora de ir!»-> esto es lo que se dice literalmente. Lo que se puede deducir, lo que realmente se está queriendo decir, es algo así como:

«Preferiría tirarme por un puente y meterme lagartijas por la boca antes que ir al cine contigo»

{mosgoogle}Hecha esta aclaración, observemos el siguiente titular:

«España necesita 157.000 inmigrantes al año pese a la desaceleración»-> esto es lo que se dice. Ahora, basándonos en el modelo de inferencia que acabamos de aprender, de este titular podríamos deducir algo parecido a lo siguiente:

– «En España, la relación de integración y acogida de inmigrantes se limita a una cuestión de necesidad. ¡Ojo! no es que queramos que vengáis, es que os necesitamos, y apuntaos bien esto. Sólo os dejamos venir a España porque os necesitamos, no porque consideremos que ante vuestra alarmante pobreza (a la que nuestro país contribuye cada día) es urgente acogeros y procuraros un futuro mejor. A ver si os enteráis, os necesitamos porque ningún español en su sano juicio está dispuesto a que le exploten 12 horas diarias por una mierda de sueldo y siendo tratando como un animal. Necesitamos que vosotros seáis esos animales a los que explotar. A ver si ahora os vais a creer que os dejamos entrar a España para que operéis a la gente del riñón.

Os necesitamos para que construyáis los pisos con los que nos endeudaremos eternamente ahora que en España nos ha dado por ir de lo que no somos y vivir por encima de nuestras posibilidades. Os necesitamos para que nos pongáis las cañas; ahora bien, haced el favor de guardaros ese irritante acento y llamadnos ‘jefe’, ‘artista’ o alguna sandez de ese tipo, que ya no hay camareros como los de antes.

Así que id borrando esa estúpida sonrisa y esa gratitud hacia los españoles, que os dejamos entrar para que limpiéis nuestras miserias y para convertir este país en poco menos que un estado feudal. Y preparaos, porque ahora os necesitamos, pero antes o después nos recuperaremos y dejaremos de necesitaros. Y cuando eso pase, ya hablaremos».

Todo es cuestión de inferencia.

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