¿Es realmente necesaria tanta información?

Carlos Otto-Reuss

Como comprenderán, hoy no hay otro tema que no sea el del accidente aéreo de Barajas. Incluso es probable que se imaginen más o menos de lo que voy a hablar en esta entrada, ya que en este mundo cada uno tiene asumido su rol y lo desarrolla a la perfección. Sobre todo a los que nos gusta criticar.

Dando una vuelta por la prensa digital para ver cómo han tratado el tema del accidente me encuentro con la portada de 20minutos.es, cuyo pantallazo pueden ver arriba. La portada de 20minutos.es no tendría por qué diferenciarse de cualquier otra, pero hay algo que llama especialmente la atención, y es ese titular de ‘Todas las fotos del accidente’. (En efecto, lo han adivinado: vamos a hablar de los límites entre la pura información y el mero morbo.)

No me pregunten por qué, pero ese ‘Todas las fotos del accidente’ no me gusta nada. En primer lugar, porque me suena a «te enseñamos las fotos que otros medios no te enseñan», lo que constituiría un ejercicio de competencia libre y legítima, aunque no demasiado moral. En segundo lugar, porque cabe preguntarse: ¿es que necesitamos ver todas las fotos del accidente?

{mosgoogle}Servidor siempre se ha mostrado totalmente a favor de la presencia activa de los medios de comunicación en situaciones extremas como, por ejemplo, los conflictos bélicos. Por dos motivos: por un lado, para que la información nos llegue de forma limpia y sincera (aunque muchas veces los medios nos encargamos de hacer justo lo contrario); por otro, para que no dejemos de removernos ante situaciones que ya no hacen ni que levantemos apenas una ceja. Y en este segundo motivo encontramos totalmente vital, sobre todo, la labor de la prensa gráfica (fotógrafos y cámaras), gracias a la cual hemos podido ver casas destruidas, piernas gangrenadas o el cráneo de un señor volando por los aires. En definitiva: gracias a la prensa (a cierto sector, más bien) hemos podido comprobar que las guerras no son sólo soldados americanos dándoles balones de fútbol a los niños iraquíes, sino que esos mismos soldados, apenas unos días antes, volaron la casa de ese niño, mataron metralleta en mano a varios de sus familiares e incluso es posible que se tirasen por turnos a su hermana o a su madre. Sin embargo, como les decía antes, este tipo de cobertura tiene dos objetivos: informar y concienciar. No obstante, hay situaciones en las que uno no sabe a qué vienen según qué imágenes o según qué testimonios.

Dice José A. Pérez que cuando los medios españoles se empecinan en hablar durante días enteros de alguna catástrofe sucedida en nuestro país acaban encontrándose con un gran problema: están requiriendo un contenido que, en realidad, es posible que no exista. Y es entonces cuando se cae en el morbo y en los contenidos de relleno, absolutamente innecesarios y puede que hasta irrelevantes.

Y es que, díganme: ¿de verdad es absolutamente necesario tener todas las fotos del accidente? Que no digo yo que estas fotos no sacien el ansia informativa de muchos lectores, pero, ¿a cuento de qué viene anunciar que se tienen todas las fotos del accidente? Además, ¿qué objetivo se supone que persigue ofrecer todas las fotos del accidente? ¿Acaso hay alguna que nos muestre lo que Spanair nos quiere ocultar? ¿Acaso hay una foto en la que se ve al piloto empinando el codo antes de subirse al avión? ¿O a un técnico aeroportuario fijar las alas del avión con celofán? Francamente, lo dudo, de modo que servidor, que conoce perfectamente los objetivos de enseñar fotos bélicas realmente angustiosas, se pregunta muy seriamente qué objetivos justifican tener todas las fotos del accidente de Barajas.

A veces uno no sabe establecer un criterio y un debate sesudo y argumentado y se basa simplemente en percepciones, pero es que hay percepciones que huelen muy mal. Anoche veía el telediario de TVE, en el que una señora corría angustiada por los aledaños de Barajas para intentar encontrar a alguien que pueda informarle sobre el estado de sus familiares. Esta señora habría batido el record de Usain Bolt en los 100 metros de no ser porque una intrépida reportera de TVE la frenó e interrumpió su desesperada carrera para colocarle el micrófono y conocer su testimonio (si es que una señora con un ataque de ansiedad puede tener algún tipo de testimonio). Y ya puestos, pues oye, pídele el móvil a la mujer y así no tenemos que buscarla cuando sepa si su hija está carbonizada; la llamamos y quedamos con ella. O mejor, que nos haga una llamada perdida y nos vemos en la puerta de la T-4. No seré yo el que se oponga a la presencia de medios en este tipo de desgracias. Pero, como ya coméntabamos por aquí un día, la labor del periodista ha de ser tan eficiente como silenciosa.

El problema viene cuando el periodista no quiere darse cuenta de que la noticia son los demás; no él.

P.D.: Mientras todos nosotros nos escandalizamos y señalamos con nuestro dedo acusador a los medios, es probable que la propia prensa se ría de nuestra moral farisea e intente aguantar el chaparrón hasta que, simple y llanamente, pasen dos semanitas, se nos olvide todo esto y juguemos a dar clases de moral a otros. Y es muy probable que tengan razón.

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