Por ser yo quien soy

Javier MaríasNata
http://unmundomejorparaloscaracoles.blogspot.com/
Le puedo asegurar, querido lector, que en mi interior no habita la más mínima gota de rebeldía gratuita y tampoco soy ninguna escritora frustrada que arremete contra el gremio. Es más, estoy realmente consternada porque si la semana pasada Elvira Lindo dejó de molarme un poco, en ésta que empieza es Javier Marías el que pierde puntos en mi ranking de individuos con pensamiento acertado o, simplemente, con pensamiento.

Yo, como persona triste que soy, tiendo a empatizar instantáneamente con los nostálgicos del pasado. Ya saben, con los que aún hoy siguen escuchando vinilos y apuntan una dirección en una pequeña agenda de bolsillo en vez de en la memoria del teléfono móvil. Aquellos que procesan sus textos en una  Olivetti del 72, por ejemplo. Ellos, los amantes de lo que el resto de la sociedad tiene por obsoleto.

{mosgoogle}Afortunadamente, la evolución de la humanidad (si es que algo de eso hay) no la fija el último modelo de ipod del mercado y es por eso que, en realidad, no se trata de nostálgicos del pasado con mentes cuadriculadas, sino más bien de gente que no siente la necesidad ni la ventaja de lo nuevo, porque les va muy bien con lo que tienen, porque no quieren complicarse la vida aprendiendo el funcionamiento de un medio que les permitirá llegar al mismo fin: escribir un texto o por ese sistemático rechazo generacional del que han adolecido tantas sociedades durante tantos siglos.»Los jóvenes de cualquier época nunca saben qué es la vida» o «los antisistema no tienen discurso». Para tópicos, colores.

Hace un par de semanas Javier Marías se vio en la obligación de utilizar un ordenador para escribir su columna semanal y, ya que estaba, se dio su casi primer paseo por internet . Dada la facilidad con la que habla de Wikipedias, blogs y foros (incluso compara a los internautas españoles con los ingleses y, por si alguien lo dudaba, nosotros somos los tontos) supongo que no será el primer paseo de Marías por la red, lo cual es mucho más decepcionante si tenemos en cuenta la pobreza de su opinión al respecto y es una muestra más de la ceguera a la que intentan aferrarse algunos individuos, como concluíamos en la entrada anterior.

Y es que, a pesar de haber «paseado» por la blogosfera, el escritor de Todas las almas dice que:

«Lo que más me ha desagradado, sin embargo, son los llamados blogs y foros, por algunos de los cuales me he dado un paseo. No entiendo que tantos escritores tengan un blog propio y le dediquen, por fuerza, numerosas horas de su tiempo, porque me parece equivalente a esto: uno va a un bar, se sienta a una mesa y habla de lo que sea, y a continuación está expuesto a que cualquiera coja una silla y le suelte a su vez su rollo o -con demasiada frecuencia- sus imprecaciones. O bien a esto otro: uno inicia una conversación telefónica particular, y cualquier individuo puede colarse en ella y opinar lo que le plazca o ponerle verde a uno. No sé, para mí sería una pesadilla tener que escuchar pacientemente a personas que no he elegido.»

Me pregunto a qué equivalen sus artículos en el dominical de El País pues, exceptuando el hecho de que en su caso nadie puede coger una silla y soltarle su rollo o sus imprecaciones, los artículos de opinión siempre han sido monólogos de bar y nadie a puesto el grito en el cielo por ello, sino más bien todo lo contrario. Porque opinión, eso es lo que (también) nos falta.

Supongo que no todas las tertulias en el Trinity College serán igual de interesantes y acertadas y también supongo que habrá por allí mucho troll con corbata pinchando el trabajo de los demás. Con anonimato incluido. Digamos que en internet pasa lo mismo pero a lo grande, a lo para todos. Y sabes qué, Javier Marías, aunque te joda no puedes hacer nada para evitarlo. Y te lo digo yo, que soy una «cualquiera» como tú dices y a mis 24 años y ningún libro publicado, comparto el mismo medio que tú, que  también tienes tu sitio web. Patalea lo que quieras y sigue negando lo evidente  pero, afortunadamente, el «por ser vos quien sois» tiene los días contados, si es que no los dejó de contar ya.

Y usted, lector, no vaya a pensar que yo estoy en contra de mis predecesores por estar en contra de algo, porque no van por ahí los tiros. Es más, para que vea lo obediente que puedo llegar a ser cuando impera el sentido común, voy a seguir el ejemplo de mi madre y yo también voy a dejar de leer El País.

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