Ciudad Real vuela – crónica ‘eroticonáutica’ de un día histórico

Bautismo de agua

Aunque algunos aparatos privados ya habían roto el gélido virgo de las fogosas y esteparias pistas del Aeropuerto Central de Ciudad Real, no fue hasta la tarde cuando el TRJ 55 de Air Nostrum, el primer vuelo comercial, tomara tierra en suelo manchego con quince minutos de adelanto (dicen los aviesos y malintencionados analistas de la información local que por lo que pudiera pasar). Las rabiosas turbinas del avión, procedente de Barcelona y con 16 pasajeros a bordo, interrumpían la tranquila sobremesa de gangas, avutardas y sisones, amodorrados y empachados por la melosa información sesgada y oficialista y expectantes por la presencia de una azafata de excepción: Paula Fernández, consejera de Industria, Energía y Medio Ambiente y además responsable política de que el Plan de Gestión de la ZEPA se aprobara con retraso; uno de los, según parece, no tan importantes “peros” que gruñó el Ministerio de Medio Ambiente allá por el mes de octubre, y que provocaron el sonado gatillazo de la inauguración aeroportuaria ciudadrealeña.

Poco después y con más prisas aún, hasta con 20 minutos de adelanto, aterrizaba a las 16:30 horas la aeronave de Air Berlín proveniente de Palma de Mallorca. Quedaba más que patente que el estreñimiento institucional y administrativo que ha venido padeciendo el aeropuerto no se trasladaría al tráfico aéreo. El AB-4444 descargó algo más de 40 pasajeros en la impoluta terminal ciudadrealeña. Entre ellos el director ibérico de Air Berlín, Alvaro Middelmann.

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Tal como vinieron, se fueron: a las seis de la tarde los dos aparatos revoloteaban alegres, entre cirros y cúmulos, lejos del espacio aéreo castellano-manchego. Antes, eso sí, los fornidos bomberos destacados en la recién coitada infraestructura blandieron sus enhiestas mangueras formando vaginales arcos de fluido líquido que los cilíndricos y vibrantes aparatos alados penetraron con fragor y complacencia. Este ritual, denominado “bautismo de agua”, es tradicional en la cópula inaugural de las inocentes infraestructuras aeroportuarias. De aquí a la parafilia del overbooking es cuestión de tiempo, máxime debido a la cercanía de la casquivana y desviada Barajas, la prima rica del norte de la que el aeródromo ciudadrealeño pretende subsistir en sana y parasitaria simbiosis. El aeropuerto, que pasó de denominarse Don Quijote a Madrid Sur en virtud del marketing, acabó asimilando ser sólo Central Ciudad Real por las pataletas y el egoísmo nacional-regionalista de la manirrota y ‘heroica’ presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre y Gil de Biedma.

Placer regional

Eyaculados de su fálico transporte, los pasajeros del primer vuelo recorrieron las reconfortantes y cálidas cavidades del aeródromo hasta llegar a su matriz. Allí, ansiosas y expectantes esperaban diversas personalidades para dar la bienvenida al flujo de anónimos recién llegados. Entre éstas, el consejero delegado de la sociedad promotora CR Aeropuertos S.L, José Cano, el director general, Escolástico González y la ya mencionada consejera de Industria, Energía y Medio Ambiente, Paula Fernández, que aseguró que para el Gobierno regional era un «placer» poderles dar la bienvenida.

El primer viajero

El avión de Air Nostrum que satisfizo la primera relación comercial consentida con el aeropuerto de Ciudad Real partió sobre las 17:10 horas rumbo a Barcelona. Entre los 50 pasajeros de este histórico viaje se encontraban ciudadanos de las localidades afectadas por el aeropuerto, un grupo de sufridos periodistas, la concejal de Recursos Humanos del Ayuntamiento de Ciudad Real, Rosario Roncero, y Moisés Fernández, un noble, invidente y septuagenario vecino de Ciudad Real, que no tiene nada que ver con el aeropuerto, salvo la ilusión por el proyecto compartida con uno de los promotores y confesada por vía postal desde los mismos orígenes de la infraestructura. A don Moisés Fernández se le ha considerado el primer viajero del aeropuerto de Ciudad Real tras la rocambolesca pirueta gracias a la cual cayó este billete en sus manos. Resulta paradójico y hasta poético, pues la figura de este ilustre ciudadano representa a una sociedad legítima y adecuadamente dividida por el qué pero incomprensiblemente ciega e indolente ante el cómo.

Ciudad Real vuela, al fin, y esperemos que algún día lo haga en libertad.

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