Calumniante no hay calumnia

Dios y tuentiSe hace calumnia al andar. Ay lector, qué de sinrazón. Ahora van y lo denuncian. No habrá cosas más importantes que resolver en los juzgados, me pregunto. No sé usted, pero yo no puedo con los misterios insondables del día a día.

Reparar el honor y la dignidad de Carmen García de la Torre cuesta 6.000 euros que han de ser destinados en la protección o auxilio de niños o a ancianos… Con lo necesitados que están los de la Asociación de Amigos de la Pipa de Calabaza (AAPC), que se está echando a perder por culpa del dichoso cambio climático en el que, seguramente, el mismísimo Carlos Otto ha tenido algo que ver, ¿por qué no? ¿Quién nos asegura que Carlos Otto no ha sido uno de los culpables de tal cataclismo medioambiental en el que dicen estamos sumergidos? Nadie, no nos lo asegura nadie.
Hablar es gratis. Debe ser de las pocas cosas que a todos nos sale gratis y eso es lo que pasa, que todos lo hacemos y lo hacemos a lo loco, a lo listo, a lo tonto, a lo incauto o a lo imbécil, por ejemplo. Es gratis y fácil. Y tirar la piedra escondiendo la mano, ni les cuento, también es fácil y gratis. A ella le han dicho «lameculos» y no sé cuántas cosas más y a Otto lo han puesto a caer de un burro. Pues sí, mire usted, es lo que tiene internet, que es «casi» gratis y es muy fácil tirar una piedra escondiendo la mano. Y hay mucho troll, mucho renegado, mucho listillo y mucho de to’. Y el menoscabo del honor y la dignidad, como dice el abogado, están a la orden del día para todo, para todos y en todas partes.
Porque la teoría de internet es muy bonita y es cierto que se podría construir algo realmente bueno por aquí, como se pudo haber hecho con tantas otras herramientas, pero la realidad es que, entre lo mucho bueno, también hay mucho malo, como en todo. «Tengo una cosa quiriquicosa que quizá pueda interesarte», bajo mi punto de vista, ése debería ser el criterio que rigiera  el mundillo de las webs 2.0 para blogueros y visitantes pero, desafortunadamente, no lo es. A mí misma alguna que otra vez se me va la mano con mis caracoles y acabo haciendo algo así como un diario personal. Ea.
 
El otro día leía en una página de psicología un comentario en el que al autor del blog le decían de todo menos bonito y lo firmaba Sin tetas no hay paraíso. Qué hacemos, ¿denunciamos al Duque? ¿Censuramos el comentario?Yo no sé ni de leyes ni de informática (toda una ciencia oculta para mí esta última) pero supongo que alguna manera habrá de saber quién ha vertido tamaños comentarios vejatorios y que, en todo caso, serán esas personas las que deban reparar el honor y la dignidad de Carmen con 6000 euros que irán destinados a la protección y auxilio de niños o a ancianos (de veras que lo siento AAPC). Eso sí, mientras yo misma escribo lo que acabo de escribir mi cerebro repite constantemente «pero, ¿qué me estás contando?». Es que lo de esta demanda hace aguas por todos lados, ¿no le parece a usted, lector?
Según mi tía Juana, lo peor que se puede decir de una mujer es que no tiene limpia su casa. Ella sabía lo que se decía, vaya si lo sabía. De mi tía Juana se llegó a decir que los cacharros se le amontonaban en el fregador. Y nunca pudo demostrarse lo contrario porque la cocina de mi tía estaba en el patio, allá donde nunca llegaban las visitas. Puedo dar fe de que lo pasó realmente mal cuando llegó a sus oídos la fatídica noticia que, dicho sea de paso, voló como la pólvora y no fue hasta unos días después, cuando otro tema volvió a ocupar la sala de la panadería, que mi tía empezó a recuperarse de tamaño menoscabo de su honor y su dignidad. Son esas cosas que pasan en los pueblos, donde la gente se aburre porque nunca pasa nada y, claro, se enredan con cualquier cosa para pasar el rato.
Claro que todos tenemos derechos y deberes. Y para algo estarán la Constitución, el Código Civil y el Penal,  para amparar al ciudadano pero, ¡Ángela María!, lo despedís por «morder la mano que le daba de comer» (hay que ver lo mal que suena la frasecita de las narices), lo despedís por expresar su opinión como ciudadano. Tomáis la poco inteligente decisión de ponerlo en la calle a escasas 24 horas de que saliese publicado el artículo en cuestión con lo que vosotros solitos os echáis una tonelada de mierda encima y, ahora, ¡una demanda por consentir presuntas injurias y calumnias de terceros!: ¿Dónde estás, corazón? 
Y vuelvo a lo mismo, ¿no habrá cosas más importantes que resolver en un juzgado, en la gerencia de un periódico o en la vida de una persona, sin más? A mí siempre me ha venido muy bien aplicar eso de que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio y habla chucho, que no te escucho, por muy menoscabados que se hayan visto mi honor y mi dignidad. Sintiéndome yo digna, ríase la gente. 

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