Danza macabra en las Tablas de Daimiel

Imagen de archivo de las Tablas de DaimielDicen por ahí los díceres que al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel ya no lo salva ni Cristo que lo fundó. Mohíno y moribundo en su lecho de polvo, sufre el mismo destino que el resto de La Mancha: víctima del cambio climático, sí… Pero sobre todo mártir del uso fraudulento e indiscriminado de los recursos hídricos del subsuelo tras años de anarquía y desidia ciudadana, por un lado; y de la connivencia y dejación de funciones de las administraciones públicas, por el otro.

El Alto Guadiana padece una agonía tan inexorable como un castigo mitológico. La sobreexplotación de los acuíferos 23 y 24 ha provocado la desaparición de más de la mitad de La Mancha Húmeda, Ojos del Guadiana incluidos. Mientras, las Tablas de Daimiel se han convertido en enfermas mantenidas sin dignidad por respiración asistida, con una media anual que no llega a las 30 hectáreas inundadas artificialmente, frente a las 1.800 que tuvo en sus tiempos de lozanía.

La dramática situación, que también es consecuencia de décadas de costosos trasvases y planes ineficaces, está produciendo, paradójicamente, escenas dignas de un naufragio; un berenjenal de actuaciones medioambientales y agropecuarias aparentemente descoordinadas; una sucesión de huidas hacia delante que sólo parecen conducir al barranco de lo irremediable. Ningún protagonista sale bien parado en este dramático guión impuesto por nosotros mismos.

Ni siquiera el Plan Especial del Alto Guadiana (PEAG) es garantía de futuro para las Tablas, al menos no en estos momentos. Es de temer que, sencillamente, el PEAG haya llegado demasiado tarde, reducido a mera prestidigitación política para tapar las vergüenzas del pasado.

El fastuoso plan fue anunciado a bombo y platillo por las autoridades regionales y nacionales como el bote salvavidas del patrimonio natural de todos los españoles, y muy especialmente de Las Tablas de Daimiel. Para ello, fue avalado (que no dotado, matiz truhán) por un abrumador presupuesto de más de 5.300 millones de euros en el periodo 2007-2027, el mayor otorgado jamás a un proyecto de recuperación ambiental.

Ahora, casi dos años después de su aprobación, los primeros resultados son de chichiribaila. Tanto, que el PEAG, haciendo honor a la escatológica onomatopeya de sus siglas, corre el riesgo de convertirse en uno de los mayores gargajos de nuestra historia política medioambiental… A no ser que las administraciones lo desarrollen plenamente conforme a las expectativas creadas por ellas mismas. De hecho, ya hay quien lo compara con el fantasma del Plan de Regeneración Hídrica de finales de los años 80, ejemplo de cómo a los políticos no les tiembla la mano en derrochar dineros con tal de disimular el fracaso de su gestión.

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha vendió como panacea un PEAG que aún camina a arrastraculo, y que tendrá que hacer un sobrehumano esfuerzo para acabar con prácticas agrarias muy arraigadas en la zona. De momento, el Plan no garantiza un compromiso real para el abandono de cultivos de regadío insostenibles, como el maíz o la alfalfa; ni asegura una efectiva reducción del volumen de extracciones… Ni mucho menos soluciona el demencial problema de los pozos ilegales.

Las extracciones piratas se contabilizan por decenas de miles (60.000 según algunas estimaciones, incluyendo viejos pozos y norias presumiblemente abandonadas) que arrastran en un endiablado tsunami a la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), atrapada en su limitada capacidad para gestionar expedientes.

Por si fuera poco, la compra estatal de terrenos y derechos de agua en el entorno de las Tablas de Daimiel, la gran esperanza verde que postula el PEAG, se desinfla al mismo ritmo que lo hacen los presupuestos: el plan preveía para 2009 unos 100 millones de euros para estos menesteres, pero todo apunta a que realmente la partida apenas llegue a los 20 millones.

Los propios gestores del Parque Nacional están siendo objeto de las críticas de los colectivos ecologistas, que les acusan de un exceso de intervensionismo que está alterando los procesos naturales del enclave. Mientras tanto, se producen situaciones tan berlanguianas como la derivación fraudulenta hacia las lagunas de Villafranca de buena parte de los 20 hectómetros cúbicos aprobados por el Consejo de Ministros para el último trasvase. Item más: esa costosísima derivación, que procede de la castigada cabecera del Tajo, discurre en parte por el cauce del río Cigüela, el cual, más seco que la mojama, sólo asegura la llegada de un famélico 15 por ciento del volumen.

A pesar del aceptable régimen de lluvias de los últimos meses, la situación es tan desesperada que la CHG pretende darle algún respiro al PEAG, encharcando artificialmente las Tablas con agua residual depurada de los pueblos próximos, aun a costa de traicionar la figura, esencia y filosofía de un Parque Nacional.

En definitiva, actualmente el PEAG asiste, como convidado de piedra y con el velo de la virginidad intacto, a actuaciones paralelas de emergencia que lo vacían, en buena parte, de contenido.

La situación se presenta tan descontrolada como fúnebre. Quizá hayamos llegado demasiado tarde y el óbito se haya producido ya. Quizá las Tablas no hayan aceptado su propia muerte, y lo que veamos sea sólo su espectro, burlándose de la guadaña, remiso a abandonar el mundo de los vivos. Quizá haya llegado el momento de llorar como niños lo que no supimos defender como hombres.

http://santosgmonroy.blogspot.com

Artículo anterior
Artículo siguiente

Relacionados

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img