Resaca electoral

Resaca electoralAcabaron por fin las soporíferas elecciones europeas. Bueno, soporíferas en cierto modo; también podríamos calificarlas de enervantes, groseras y escamoteadoras de propuestas serias y debates inteligentes que de verdad tuvieran que ver con Europa, como se ha señalado por casi todos los analistas en los últimos días. Terminado el escrutinio y conocidos los resultados volvemos a lo de siempre: ¡todos han ganado! Unos porque han obtenido más votos que los demás; otros porque la pérdida no ha sido tan aparatosa como esperaban; otros porque mantienen los mismos representantes o porque consiguen colocar a alguno de los suyos en el Parlamento de Estrasburgo..; en fin, una gozada.
Yo, sin embargo, creo más bien que todos han perdido. O, mejor dicho, que todos hemos perdido. Porque en realidad la auténtica ganadora ha sido la abstención, cosa que prefieren no comentar mucho nuestros políticos, tal vez porque ya la tienen asumida o porque es una cuestión que no les interesa demasiado. Y, vamos a ver, ¿qué puede significar el hecho de que más de la mitad de los electores europeos no hayan ido a votar? ¿Qué no les interesa Europa, tal como está configurada? ¿O, más bien, que desconfían de sus gestores? A mi me surgen también otras dudas: el hecho de que casi ninguna formación política sea capaz de contarnos, con sencillez y claridad, qué es eso de Europa, qué perspectiva presenta el Tratado de Lisboa u otras reglamentaciones comunitarias actuales o futuras, hasta qué punto afectan a la vida de sus ciudadanos determinadas medidas ya en marcha o en proceso de implantación, etcétera.., ¿será porque no se ha dado con la oportuna “pedagogía” para explicar estas cosas a la gente  (como dicen algunos intentando justificar la abstención mayoritaria) …, o será que, más bien, conviene no explicarlas mucho para que no se vea el “mecanismo del muñeco”, esto es, que las políticas comunitarias –al menos las defendidas por los partidos con mayor presencia en los estados de la Unión- insisten en “más de lo mismo”, o sea, en el afianzamiento de un sistema económico insostenible a base de inyectar fondos públicos en un mundo financiero claramente facineroso, incrementar el consumo irresponsable y depredador, aumentar las privatizaciones y adelgazar las políticas sociales, blindar las fronteras ante los trabajadores extracomunitarios, etcétera?

Después de estos eventos electorales algunos de nuestros representantes -sobre todo los que han recibido un mayor varapalo, por más reacios que sean a reconocerlo- suelen decir que hay que abrir un serio proceso de reflexión y análisis a la vista de los resultados obtenidos y del alto índice de abstención alcanzado. Sinceramente, no creo que lo hagan. No, al menos, con la sinceridad, valentía y honestidad necesarias, escuchando otras voces que no sean las de los aduladores de turno y siendo capaces de llegar hasta las últimas consecuencias en el sentido de lo que tales análisis pudieran aconsejar: reconocimiento de la propia responsabilidad; planteamiento de políticas claramente diferentes a las sostenidas hasta ahora; incluso la posible dimisión (¡oh, Dios, horrenda palabra!) de aquéllos que se hubieran equivocado de forma más estrepitosa… En fin, cosas que deberían ser bastante habituales en política, pero que, hoy por hoy, son rarísimas.

Aunque, seamos justos. No son únicamente los políticos quienes deben reflexionar. El preocupante apoyo que han tenido en estas elecciones ciertos partidos europeos de extrema derecha, racistas y xenófobos sin disimulo; los resultados escandalosamente aceptables en Italia de “la cosa Berlusconi” (según terminología de Saramago), ese cavalieri siniestro, deplorable e inmoral donde los haya; el hecho de que en ciertas comunidades de nuestro estado –particularmente Valencia, Murcia y Madrid- políticos encausados judicialmente por posibles casos de corrupciones y escándalos de diversa índole hayan obtenido  mayor respaldo popular que en elecciones precedentes.., son cuestiones muy serias que deberían hacernos pensar a todos. Y la base de esa reflexión, creo yo, debería ser ésta: ¿Qué sociedad de mierda estamos construyendo -o estamos permitiendo que se construya, en Europa y más allá- cuando apoyamos, aplaudimos, reímos las “gracias” o simplemente dejamos hacer a tantos “chorizos” y tantos mafiosos que, con ese respaldo (¿tal vez envidia o admiración en el fondo?), se sienten legitimados para seguir robando, para continuar trepando a costa de lo que sea y, en definitiva, para doblarse de risa impunemente ante nuestra monumental estupidez? ¿De verdad creemos que los que nos han metido en este berenjenal tienen la intención, la inteligencia y la fuerza moral suficientes para sacarnos de él?

Ciertamente la “crisis” es mucho más seria y de mayor calado que esa simple recesión económica con la que pretenden seguirnos distrayendo… ¡Qué no nos pase nada!

 

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