Ya queda poco para el apagón analógico. Pero no se levanten de su sitio los cerebricortos. No se trata de que luz y televisión se marchiten en analogía a la flor de un día, sino que la tele a rayas se retira ante su parienta más joven, la tele sin rayas. O sea más tele, más tele, y más tele. A riesgo de pecar de retrógrados, se nos antoja el experimento de una semana sin televisión. A lo mejor recobramos las ganas y nos da por pensar. Pensar y TV son analógicamente incompatibles.