El salario del miedo

Para los mas amigos del cine, este es el nombre de una película de los años 50, en el que el guión se centra en como la desesperación lleva a la gente a una salida casi suicida, jugarse la vida por un trabajo, en clara competencia entre los propios trabajadores y desheredados, mientras la gran compañía aprovecha esa miseria para mejorar sus ganancias.
Hasta aquí, nada nuevo, es la historia de la Humanidad, es la historia de la lucha de clases, dirían los marxistas, y decimos la Izquierda consecuente con sus orígenes, presente y futuro.

Mucho de esto hay detrás del debate sobre la reforma de las pensiones propuesta por el Gobierno. El miedo aparece como elemento que ablanda las conciencias, e inocula el virus del temor a la quiebra del sistema público de pensiones.

Nada importa, que todos los estudios en este sentido, la de la futura quiebra de las pensiones públicas, hayan errado estrepitosamente desde hace décadas, porque esta batalla de largo recorrido se viene librando desde hace muchos años, no en vano en junio de este año se cumplirá el 25 aniversario de la primera Huelga General de la Democracia.

El 15 de junio de 1.985, CC.OO. convocó un paro en contra de la reforma planteada por el Gobierno de Felipe González de aumentar de 2 a 8 años el periodo de cálculo de las pensiones, lo que supuso un recorte inmediato de la cuantía de las mismas.

De aquello movilización, quedan dos recuerdos que reflejan la dignidad de Nicolás Redondo, entonces Diputado del P.S.O.E. y Secretario General de U.G.T. y de Emilio Castro, entonces Secretario Provincial de Ciudad Real de U.G.T y Senador del P.S.O.E., que dimitieron de sus cargos de diputado y senador para no votar a favor de este recorte.

Hoy, 25 años después, se vuelve a la carga con los negros nubarrones sobre el sistema de pensiones, y una vez más el P.S.O.E. usa el lenguaje del miedo, el engaño y la doble moral.  Dicen que tiene una salud de hierro, y es verdad, entonces ¿Por qué esa reforma tan apremiante?

Dicen que el aumento de la esperanza de vida obliga a alargar la vida laboral, sin embargo, no informan de los efectos en la salud de los trabajadores, sobre todo aquellos con trabajo más penosos o repetitivos, que según las estadísticas tienen una esperanza de vida menor, que aquellos con mas rentas y trabajos menos penosos, produciéndose una extraña solidaridad, de tal forma, que el albañil tiene que trabajar dos años más para poder asegurar la buena pensión del arquitecto.

Y la doble moral, después de estar durante décadas recorriendo las plazas de España asegurando que la derecha quiere quitar las pensiones, cuando una vez más será un Gobierno del P.S.O.E. quien recortará un derecho ciudadano como es el de una pensión digna para un merecido retiro. Le están haciendo el trabajo sucio a la derecha política y económica.

La única solución al sostenimiento de los sistemas de protección social, incluido el de las pensiones públicas, es tener unas elevadas tasas de empleo y cotizantes a la Seguridad Social, pero no cualquier empleo, sino un empleo de calidad, con derechos y también obligaciones.

Mienten cuando dicen que no es una decisión política sino económica, la que justifica esta reforma. Olvidan que la jubilación a los 65 años es una conquista social de la ciudadanía, fruto de una decisión política, y que será política también la decisión de consolidar ese derecho o recortarlo. Nuestro sistema acumula reservas suficientes, mas de 62.000 millones de euros, y en todo caso, si alguna vez hubiera un desfase, nada impide que éste se sufragara vía Presupuestos Generales del Estado.

Lo único que corre peligro son los sistemas privados de pensiones, sometidos a los caprichos y especulaciones de la Bolsa, y ya hubo algún intento de Solbes para invertir parte del fondo de reserva en operaciones de bolsa. Consideran ustedes que el futuro de su jubilación debe estar al capricho de los tejes manejes de los especuladores de la Bolsa, yo creo que no.

Blindar ese derecho es una decisión política, que necesita de medidas económicas, entre ellas aquellas que permitan la creación de empleo, incorporando jóvenes al mundo laboral, desarrollando políticas de conciliación laboral que permita una mayor incorporación de la mujer, y en todo caso orientando la economía de nuestro país al servicio del interés general, no al interés de quienes esperan con sus fauces abiertas el goloso torrente del ahorro de los trabajadores, a causa del miedo creado por quienes deberían dar seguridad.

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