El gran pesebre

Hasta hace algún tiempo, cuando oía la palabra “pesebre” se me venía a la cabeza el lugar donde nació Jesucristo, e imaginaba ese cajoncito de madera que todos hemos visto de niños en los Belenes de nuestra casa. Poco a poco, cuando he oído de nuevo esa palabra, ya no se me venían a la mente recuerdos navideños, sino la imagen de algunas personas. La imagen de personas domesticadas por muchos lustros de omnímoda democracia socialista en nuestra región, en Castilla La Mancha.

Cuando uno se enfrenta a una maquinaria de comunicación y propaganda, a una maquinaria de clientelismo, a una maquinaria de subvenciones para los amigos, a una maquinaria bien engrasada con el aceite del miedo al cambio, durante muchos años, es muy difícil no querer formar parte de ese pesebre que parece inagotable.

Así se entienden actitudes específicas de Castilla La Mancha y no de otras regiones más prósperas. Actitudes como las de culpar a la oposición de todos los males sin reparar en que quien toma las decisiones es quien gobierna, no quien denuncia las arbitrariedades. Si se produce un trasvase desde nuestros ríos, si se instala o no se instala un almacén de residuos nucleares, si el Aeropuerto de Ciudad Real despega o no despega, si el paro sube o baja, si CCM desaparece o no, si REPSOL se va de Puertollano o no, y así un largo etcétera, la culpa de todo ello es del Partido Popular de Castilla La Mancha y en concreto de su presidenta, Mª Dolores de Cospedal, que se ha empeñado en aguarle la fiesta al pobre Barreda y en gobernar esta magnífica tierra.

Y así asistimos estupefactos a cómo algunos se dedican a corear las consignas de Barreda contra Mª Dolores de Cospedal. Cómo algunos corren raudos a salir en la foto o firmar cualquier manifiesto a favor de Barreda porque se les amenaza con perder la subvención, en definitiva, con perder el pesebre. Asistimos a toda una campaña de descalificaciones por parte de los que deberían estar preocupados por las cifras de paro en Castilla La Mancha, líderes sindicales convertidos en meros palmeros, por no perder su puesto en el pesebre, en vez de estar alzando su voz contra las mareantes cifras de paro en nuestra región.

Lo cuenta un autor del Este de Europa en uno de sus cuentos: una pequeña nación y un gobernante alejado de su pueblo. Vivía en un palacio rodeado de alambradas y junto al palacio un enorme pesebre rebosando de alimentos. Al pueblo sólo le quedaba ver cómo comían los enchufados y los colaboradores del régimen. Cayó el tirano y cayeron los muros, pero el pesebre se mantuvo. Los enchufados de antaño seguían por allí, pero nadie les molestaba ni se dirigían a ellos. Sencillamente, los miraban con desprecio y seguían.

Se acerca la hora de que en Castilla La Mancha caigan los muros. Entre todos podemos conseguir una región más próspera y con futuro.

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